La Europa social y los becarios de los eurodiputados

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Que el proyecto europeo anda falto de una visión capaz de ilusionar a los jóvenes es algo en lo que coinciden muchos analistas. Pero el entusiasmo también se despierta con hechos concretos. En este sentido, la decisión del Parlamento Europeo de remunerar mejor a sus becarios era una medida necesaria para que sus palabras a favor de una Europa social no quedaran en papel mojado.

En noviembre de 2017, dentro del debate sobre la refundación de la Unión Europea, las principales instituciones comunitarias –el Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión– lanzaron una iniciativa que pasó sin pena ni gloria: el Pilar europeo de derechos sociales, un catálogo de derechos laborales y de protección social, que incluía el compromiso de esas instituciones con la construcción de una UE “más inclusiva y justa”.

Pese a prometer “derechos nuevos y más eficaces”, como el derecho a una educación y a una asistencia sanitaria “de buena calidad”, a la igualdad de oportunidades o a “unas condiciones de trabajo flexibles”, lo cierto es que no hay manera de exigírselos ni a ellas ni a los Estados miembros. Pero, al menos, la iniciativa parecía acusar recibo de los cada vez más numerosos diagnósticos que alertan de que la legitimación de la UE pasa por reforzar su dimensión social.

Casi un cuarto de los becarios de la Eurocámara cobra menos de 600 euros mensuales, incluido el 8% del total, que no recibe nada

Para algunos analistas, sin embargo, la UE debería cambiar las declaraciones altisonantes por obras. Esta era la tesis de Timothy Garton Ash, catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, quien a finales de 2017 instó a Bruselas a guardar un año de silencio. “En política, las palabras siempre superan a los hechos, pero en ningún sitio tanto como en la Unión Europea. (…) Los ciudadanos europeos ven el inmenso abismo que separa la retórica de la realidad y es comprensible que estén insatisfechos”.

Ash es un europeísta convencido, que está muy lejos de querer hacer el juego a los populistas. Por eso mismo, advertía del riesgo de prometer más de lo que se puede dar.

Precarios en la Eurocámara

Paradójicamente, la atención mediática que no logró el Pilar europeo de derechos sociales –que, entre otros, incluía el derecho a salarios justos– la ha conseguido ahora la decisión del Parlamento Europeo (PE) de cambiar las reglas relativas a la remuneración de los estudiantes que realizan prácticas con eurodiputados. El cambio ha llegado tras la campaña #FairInternships, lanzada por el Intergrupo Juvenil en el PE y por el Foro Europeo de la Juventud, a la que se adhirieron 140 eurodiputados.

El marco actual dejaba en manos de los eurodiputados la decisión de remunerar o no a sus becarios. Como consecuencia, la suerte de los estudiantes era muy desigual. Según una encuesta realizada por el Intergrupo entre 233 becarios de la Eurocámara, casi un cuarto cobra menos de 600 euros mensuales, incluido el 8% del total, que no recibe nada.

“Los ciudadanos europeos ven el inmenso abismo que separa la retórica de la realidad y es comprensible que estén insatisfechos” (Timothy Garton Ash)

Bajo el nuevo régimen anunciado, los becarios serán contratados directamente por el PE con unas condiciones similares a las de las “becas Schuman”, remuneradas con 1.250 euros mensuales y que cuentan con seguro médico.

El problema de los becarios que trabajan gratis requirió la intervención de la Defensora del Pueblo Europeo, Emily O’Reilly, ante la queja de uno de ellos, empleado en el Servicio Europeo de Acción Exterior (EEAS), un organismo de la UE. Según explica la oficina de la Defensora en el resumen del caso, resuelto en 2017, el EEAS empleaba a tiempo completo y sin remunerar a casi 800 becarios en delegaciones repartidas por todo el mundo. No obstante, la Defensora aclara que las prácticas remuneradas son lo habitual en el resto de instituciones europeas, lo mismo que en la sede del EEAS en Bruselas. El pasado julio, el EEAS hizo pública su decisión de remunerar a sus becarios, como le pidió que hiciera la Defensora.

Para quienes reducen la crisis del proyecto europeo a un problema de comunicación, la resolución del caso de los “becarios precarios” aporta una pista clara y distinta: la Europa social de los hechos tiene mejor prensa que la de las declaraciones.

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