Ciencia y religión en el siglo XXI: ¿diálogo o confrontación?

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Se ha escrito mucho sobre historia de la ciencia, especulando sobre el papel, para unos positivo, para otros negativo, que la religión (y especialmente la cristiana, que ha centrado buena parte de este debate) ha tenido en su desarrollo. Sintetizando las cosas, podemos clasificar las relaciones ciencia y religión en cuatro posibles posturas: confrontación, concordancia, independencia y complementariedad.

Para los partidarios de la confrontación, la religión sería una forma de conocimiento alternativo a la ciencia, que se opondría frontalmente a ella, al considerarla como un rival en la explicación de la realidad. Según este planteamiento, el avance de la ciencia mermaría el de la religión, que quedaría relegada a solo aquello que la ciencia desconoce. Por esta razón, los líderes religiosos habrían tratado de evitar el desarrollo científico, persiguiendo a los principales innovadores. El caso Galileo resultaría, según este planteamiento, paradigmático. Los conflictos más recientes, a propósito del evolucionismo o del inicio del universo confirmarían esa confrontación.

Un segundo tipo de planteamientos, que podemos denominar concordantes, asume que la ciencia debería apoyar a la religión para entender mejor la realidad creada, que sus conclusiones están subordinadas a nuestra interpretación de los textos sagrados. En este ámbito, la interpretación literal de la Sagrada Escritura prevalecería sobre la evidencia científica. El ejemplo más actual de este planteamiento es el de los creacionistas estrictos, que deducen la edad del universo a partir del análisis de los relatos bíblicos (unos 6.000 años). La incongruencia de estos cálculos con las conclusiones científicas de ciencias muy diversas se explican, en este planteamiento, a partir de intervenciones directas de Dios, cuando no se niegan directamente tales conclusiones.

El tercer grupo de posturas sobre las relaciones ciencia y religión sería la de aquellos que consideran que son dos materias absolutamente independientes, que no tienen ninguna relación entre sí. Entonces, el diálogo entre ambas no tiene ningún sentido, ya que tratan de esferas distintas. Cabría admitir, en este planteamiento, que hubiera una incongruencia entre los conocimientos científicos y los teológicos, ya que unos y otros tratan de ámbitos distintos, material y espiritual, con leyes y fundamentos diversos.

Una cuarta postura considera que la ciencia y la religión son, al igual que en el anterior caso, independientes en sus métodos y fines, pero tienen una relación complementaria entre ellas que se fundamenta en la Verdad y en el Bien. La Verdad resulta tanto del criterio científico como del teológico, por lo que no deberían contradecirse cuando se refieren al mismo objeto. Por tanto, no tendría sentido que hubiera contradicción entre el avance de la ciencia y nuestra interpretación de los textos sagrados y, cuando la hubiera, se debería a una interpretación incorrecta de ellos. En cuanto al Bien, puesto que la ciencia no tiene referentes morales (solo indica cómo funcionan las realidades materiales), la religión facilita a la ciencia una guía ética, que permita avanzar en consonancia con la dignidad humana.

La tentación del fideísmo
Este último planteamiento es el más acorde con una visión católica de las relaciones ciencia y religión. Ambas nos enriquecen: por un lado, la ciencia, aportándonos un mejor conocimiento de la realidad material (entender mejor “el lenguaje de Dios”, como titula su libro uno de los científicos más destacados de nuestro tiempo, Francis Collins, director del proyecto Genoma humano); por otro, la religión facilitando un sentido de finalidad, unos valores morales, que permiten entender la dimensión espiritual.

Esta visión complementaria tiene una actitud positiva ante la ciencia, evitando caer en el fideísmo, que, como afirmaba el Card. Poupard, “piensa que puede salvar la fe denigrando la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad. Este ha sido un mecanismo utilizado por muchos creyentes frente al progreso científico. Pero negar los derechos de la razón para fundamentar la fe siempre empobrece la fe, que finalmente es forzada a convertirse en un sentimentalismo piadoso”.

Un planteamiento complementario también evita utilizar la ciencia como argumento apologético, especialmente cuando se pretende utilizar a Dios como explicación de los procesos que no se conocen. Este pretender llenar las lagunas de nuestra actual ignorancia con la acción directa de Dios, deja en muy mal lugar la explicación “teológica” cuando se descubre la verdadera causa material de ese proceso, además de asumir implícitamente que aquellos ya conocidos no fueran también causados por Dios. Por otro lado, un planteamiento complementario busca en el diálogo entre ciencia y religión una solución acorde con la dignidad humana a problemas éticos que el propio avance de la ciencia origina, como serían la experimentación con embriones humanos, la clonación o las transformaciones genéticas.

Emilio Chuvieco es catedrático de Geografía en la Universidad de Alcalá y académico correspondiente de la Academia de Ciencias.

 


 

Un simposio internacional

Los temas principales en torno a la relación entre fe y conocimiento científico fueron abordados en un simposio internacional celebrado en Madrid el pasado noviembre. Titulado Ciencia y religión en el siglo XXI: ¿diálogo o confrontación?, el evento fue organizado por la Fundación Ramón Areces, con la coordinación científica de Emilio Chuvieco, catedrático de la Universidad de Alcalá, y Denis Alexander, director del Instituto Faraday de la Universidad de Cambridge. Se registraron 410 personas en el simposio, provenientes de diferentes entidades (centros de enseñanza media, universidades, laboratorios de investigación, hospitales, clínicas…), lo que indica el interés que las relaciones entre ciencia y religión suscitan en la opinión pública.

El simposio se organizó en torno a 12 presentaciones, realizadas por científicos de primer nivel en las materias tratadas. En un primer bloque temático se comentaron algunos aspectos más controvertidos de las relaciones históricas entre ciencia y religión. El segundo bloque se centró en el inicio y exploración del universo, el origen de la materia y la evolución primaria del universo. El tercer grupo de temas revisó las relaciones cerebro y alma, espíritu y materialidad neurológica. En el cuarto se trató el diseño, la evolución y la finalidad, abordándose el sentido de la aleatoriedad y la finalidad en la ciencia. Finalmente, se abordaron tres conferencias sobre cuestiones éticas en la investigación científica.

La grabación íntegra de las conferencias está disponible en el canal tv de la Fundación Ramón Areces: http://www.fundacionareces.tv/.

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