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Buzones que salvan niños

publicado
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El pasado 3 de marzo apareció, en la localidad guipuzcoana de Mondragón, una recién nacida abandonada debajo de un coche, aún con restos de la placenta, y las autoridades no pudieron sino certificar su defunción. Mejor suerte había corrido un año antes otra pequeña de apenas tres días, dejada a las puertas de una iglesia en Madrid. Un vecino la encontró, la puso a resguardo del intenso frío, y dio aviso. El nombre del bebé, que constaba en un papelito, era toda una premonición: María Milagros.

 

Los críticos alegan que las “baby boxes” pueden facilitar la sustracción de bebés a mujeres bajo explotación sexual

Hay mecanismos para evitar situaciones de este tipo. La Comunidad de Madrid, por ejemplo, dispone de un programa: “Antes de abandonarme, haz una llamada”, por el cual se ofrece a las madres en situación desesperada dos números telefónicos a los que llamar; todo “confidencial y con las máximas garantías jurídicas y de seguridad” para la madre y para su bebé, que puede ser dado en adopción, un destino bastante más afortunado que el de acabar en un vertedero.

Sin embargo, entre las condiciones para el procedimiento habría algunas que a determinadas mujeres les parecerían problemáticas, como que “la entrega debe hacerse en condiciones de legalidad, de modo que no exista sospecha de tráfico de niños, presiones indebidas o incentivos económicos”. Un caso tratado de este modo presupone entrar en ciertos detalles, y quienes quieren guardar el anonimato de cara no solo a su comunidad, sino a su propia familia, pueden verse tentadas a evitar ese camino y optar por una salida más drástica.

En varios países han advertido ese problema, y grupos privados han ofrecido una solución peculiar: los buzones para bebés, una fórmula por la que la mujer que se halla en una situación personal muy difícil puede entregar a su hijo a los servicios sociales desde el total anonimato. En el imaginario popular, un compartimento en el que colocar el bebé, dar media vuelta y marcharse, evoca el torno de los conventos en otros tiempos. Pero los buzones contemporáneos, bien acolchados, con calefacción y aire acondicionado, y con un sistema de alarma silenciosa que avisa prontamente a los equipos de rescate, garantiza, a la vez que discreción a la madre, el mayor bienestar del niño.

Un sitio donde los emplean es EE.UU. Allí, una organización: Safe Haven Baby Boxes, fundada por una joven que en su día también fue abandonada, instala estos buzones y dispone también de una línea de ayuda para hacer saber a las mujeres más vulnerables que arrojar a sus pequeños a un vertedero no es ni “inevitable” ni “opción”.

La garantía del anonimato

“Hemos tenido leyes de refugio seguro en los 50 estados durante casi 20 años y, sin embargo, aún se abandona a bebés”

Priscilla Pruitt, miembro de Safe Haven Baby Boxes, explica a Aceprensa que el programa surgió cuando una activista provida, Monica Kelsey, descubrió a los 37 años que su madre la había concebido tras una violación y la había abandonado dos horas después del parto. Se fijó así un propósito personal: acabar con los abandonos de bebés.

¿Cuándo surgió la iniciativa?

— En 2015, pero comenzamos a trabajar en abril de 2016. Hemos ayudado a unas 2.000 madres en crisis, a través de nuestra línea directa, y contamos con 14 refugios seguros para niños. Hasta ahora, cuatro estados han promulgado leyes para estos buzones para bebés: Indiana, Ohio, Pensilvania y Arkansas (el gobernador firmará la ley el 6 de marzo). En otros estados también se progresa en la modificación de las leyes.

¿Cómo funcionan las cajas?

— Están diseñados para instalarse en la pared exterior de una estación de bomberos o de un hospital, y se pueden abrir tanto desde fuera como desde dentro del edificio. Una madre se acerca, la abre, y salta una alarma que en 30 segundos avisa al personal de emergencia. El bebé se coloca en el interior, donde hay una cuna, bien ventilada y climatizada. Luego la madre presiona un botón que alerta también al 911 [el número de emergencias en EE.UU.]. Esto es más psicológico, para que ella experimente un cierre de su acción y una sensación de saber que está haciendo lo correcto.

En cuanto se cierra la puerta, los bomberos y médicos llegan en 3 o 5 minutos, abren la caja desde el interior y rescatan al bebé, que se entrega al Departamento de Servicios Infantiles.

¿A cuántos han salvado desde que comenzaron?

— Desde abril de 2016, gracias a nuestra línea directa, hemos podido informar sobre 200 casos de embarazos críticos, hemos instalado 14 cajas para bebés, y rescatado a tres de ellos. Se han facilitado además cuatro adopciones.

En el mismo período, ¿cuántos bebés han sido abandonados en las calles o en vertederos?

— No hay forma de saber el número. Lo que sí podemos confirmar es que Safe Haven Baby Boxes y su línea de emergencia ofrecen [a las madres] el anonimato completo. Estas mujeres quieren ser anónimas, temen ser reconocidas. Hemos visto esa necesidad y la hemos atendido. Esas madres nos necesitan, y también estos bebés. Es lo que importa.

¿Qué alcance tiene la iniciativa?

— Nuestra línea directa es nacional, pero trabajamos para llevar los buzones a otros países. Estamos gestionando para instalarlos en Johannesburgo (Sudáfrica), donde encuentran de 2 a 5 bebés muertos por día, y en Belice y Honduras. En EE.UU. lo que necesitamos es que más estados sigan el ejemplo de Indiana y aprueben leyes para estas baby boxes.

¿Han encontrado oposición?

— Creo que nuestro enemigo es la desinformación. Hemos tenido leyes de refugio seguro en los 50 estados durante casi 20 años y, sin embargo, aún se abandona a bebés. Algo tenía que cambiar, y el cambio puede dar miedo. Pero la sociedad nos ha presentado este problema de los abandonos y necesitamos evolucionar para resolverlo.

“Que no encontremos más niños muertos”

Los buzones, bien acondicionados, garantizan discreción a la madre y bienestar al bebé

Las baby boxes pueden parecer un tema muy típicamente estadounidense, pero no lo son. Las hay en sitios de graves inequidades sociales, como Pakistán y Sudáfrica, pero también en Europa. En Suiza funcionan dos (una en Einsiedeln y otra en Davos), y en Alemania, más de 90. En el último país, el diario Bild informaba en 2017 de un estudio publicado en 2011 sobre el funcionamiento de la iniciativa en sus diez años de implementada –el primer buzón se instaló en Hamburgo en 2000–. Se conoció así que en ese período se había colocado en ellos a 278 bebés, a saber, más de 27 por año; 27 vidas de las que, de otro modo, no se hubiera tenido noticia jamás (o al menos, no noticia feliz…).

Al sur, en la República Checa, estas cajas funcionan con bastante más actividad que en el país vecino, si se toma en cuenta el tamaño de sus poblaciones respectivas. El vicepresidente de la Fundación Statim para Bebés Abandonados, Emil Machálek, cuenta a Aceprensa que desde 2005 han rescatado a 185 bebés (80 varones, 105 niñas).

Según nos explica, hay un consenso social positivo. “Colocar a un bebé en una baby box no es un delito. Lo respaldan los médicos y los hospitales (muchas instalaciones han brindado un espacio para colocarlas), los trabajadores sociales y las instituciones. El apoyo público es inequívoco”.

¿Objeciones? Las hay. “Algunos alegan que esa entrega anónima priva a los niños de su identidad. Nuestro argumento principal es que la identidad no es algo con lo que se nace, sino que se trabaja –desarrollando una autoconciencia positiva, forjando vínculos de amistad, buscando el sentido del ser– durante toda la vida. Solo las personas que viven pueden identificarse a sí mismas. Nuestro único deseo es que no encontremos más niños muertos”.

Otra crítica que suele hacerse es que esos medios pueden terminar facilitando delitos como el secuestro de los hijos de mujeres que ejercen la prostitución. Si un proxeneta decide arrebatarle un niño a su madre y colocarlo en un buzón, el propio anonimato del procedimiento le impediría a aquella recuperarlo. Cabe imaginar, sin embargo, que los propios exámenes médicos que se realizan al pequeño, bajo tutela estatal, pudieran servir para que la madre, una vez libre del yugo de la trata, lo rastree. Un problema real, en este caso, es que se encuentre ya con una familia de adopción, con la que haya fraguado una relación afectiva.

No obstante, puestos a sopesar los pros y los contras, aun en este trance habría que considerar que el bien se impone: el niño, rescatable o no por su madre biológica, vive. Si una simple caja empotrada en la pared es la causa de que respire, sonría, salte… ¿habría alguna razón mayor para echarle el cerrojo?

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