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La otra marcha de las mujeres

Fuente: National Catholic Register
publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

Con pocos días de diferencia, Washington ha sido el escenario de dos grandes manifestaciones: la llamada Marcha de las Mujeres, celebrada el 21 de enero para protestar contra Donald Trump, y la Marcha por la Vida, que como cada año tuvo lugar el 27. Entre ambas, hubo importantes diferencias de forma y fondo, explican dos colaboradores del National Catholic Register.

La periodista Sue Ellen Browder, que en el pasado defendió el aborto desde las páginas de la revista Cosmopolitan y que hoy es provida, ve tres diferencias entre ambas marchas.

La primera es la falta de transparencia de la Marcha de las Mujeres. Los organizadores usaron un eslogan para reunir al mayor número de personas contra el nuevo presidente: “Los derechos de las mujeres son derechos humanos”. Pero fueron reacios a mostrar a las claras sus preferencias pro-choice. Los “derechos de las mujeres”, opina Browder, se usaron como “una cortina de humo” para encubrir las demandas de algunos patrocinadores de la marcha como Planned Parenthood, NARAL Pro-Choice America o la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU).

En segundo lugar, Browder cuestiona la presunción implícita de que quienes marchan a favor de las mujeres necesariamente tienen que ser pro-choice. Su experiencia es que el aborto no tiene nada de liberador: explica la ansiedad que sufrió durante años después de abortar –por temor a que le despidieran en un momento de apuros económicos– al tercero de sus hijos. Lamenta lo que hizo y lanza una pregunta: recomendar el aborto a una joven que teme ser despedida o interrumpir sus estudios, “¿es el mejor consejo que puede dar el país más rico del mundo? ¿No podemos unirnos los estadounidenses y trabajar juntos para ofrecer algo mejor a esas mujeres?”.

La tercera diferencia va al fondo del debate sobre el aborto: mientras que las pro-choice de la Marcha de las Mujeres a menudo “caen en la trampa intelectual de enfrentar los derechos de una madre embarazada con los de su bebé”, las asistentes a la Marcha por la Vida defienden los derechos de la madre y los del hijo. “Sí, desde luego que los derechos de las mujeres son derechos humanos. Y los derechos de los bebés también son derechos humanos”. En la medida en que integra ambos objetivos, Browder considera que la Marcha por la Vida es la que mejor representa “el auténtico movimiento feminista del siglo XXI”.

Un movimiento que cuida

En otro artículo del National Catholic Register, Matthew Bunson insiste en los diferentes enfoques de ambas manifestaciones. La Marcha de las Mujeres del 21 de enero “comenzó supuestamente como una iniciativa ciudadana para que se hiciera oír a las mujeres justo después de la toma de posesión de Trump. Pero pronto fue secuestrada por el movimiento pro-choice, y cualquier organización o grupo cuyos objetivos no se ajustaban a los de la agenda proaborto fueron desconvocados o bloqueados, si bien hubo providas que participaron en la manifestación”.

La Marcha por la Vida, en cambio, dejó claro que no venía a enfrentar a nadie. Bunson pone de ejemplo el discurso de Mike Pence, el nuevo vicepresidente y el primero en ocupar el cargo que asiste a esta manifestación anual. Después de elogiar la generosidad de las familias que adoptan y la de las voluntarias que ayudan en los centros de embarazo, pidió al movimiento provida que siguiera siendo “reconocido por su compasión, no por el enfrentamiento”.

A algunos, cualquier declaración de intenciones que provenga de los afines a Trump le sonará a papel mojado. Pero esta intervención sobre todo habla bien de las participantes en la Marcha por la Vida: hoy, el apoyo solidario a las mujeres embarazadas y la defensa del concebido a la espera de nacer forman parte del ADN provida.

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