Un hito en la historia del Opus Dei

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En la muerte de Monseñor Álvaro del Portillo
Roma.- Las reacciones ante la repentina muerte de Mons. Álvaro del Portillo muestran el gran cariño y estimación de que gozaba el Prelado del Opus Dei, un hombre que prestó grandes servicios a la Iglesia sin querer brillar. Acababa de regresar de una peregrinación a Tierra Santa, viaje que calificó como «una caricia de Dios». Juan Pablo II visitó la capilla ardiente y oró ante los restos mortales de este «siervo bueno y fiel», como le había definido en su telegrama de pésame.

La noticia del fallecimiento del Prelado del Opus Dei era ya de dominio público a primeras horas de la mañana del día 23 de marzo. El piloto del avión que lo acababa de traer de Jerusalén, y con quien había charlado personalmente durante el viaje, relató que no podía dar crédito a lo que oyó por la radio esa mañana. Como muchas otras personas, visitó conmovido la capilla ardiente instalada en la iglesia prelaticia de Santa María de la Paz, en la sede central del Opus Dei, donde desde el primer momento se celebraban misas ininterrumpidamente.

Los restos mortales del Prelado reposaban sobre una sábana colocada directamente sobre el pavimento, justo delante del altar que acoge el cuerpo del Beato Josemaría Escrivá. Estaba revestido con ornamentos litúrgicos: casulla morada, alba roja y, a un lado, la mitra de obispo. De modo espontáneo, la gente se arrodillaba junto a él, le besaba la frente y pasaban entre sus manos rosarios y otros objetos, hasta que se retiraban para dejar lugar a otros.

También acudieron a despedirle las cuatro familias de supernumerarios y cooperadores del Opus Dei que le habían saludado en el aeropuerto romano de Ciampino a las nueve de la noche del día anterior. Se habían enterado de su regreso y, como viven en el mismo pueblo de Ciampino, quisieron ir a recibirlo en compañía de sus hijos. Le dieron la bienvenida ofreciéndole algunos ramos de flores.

La misa de sufragio del Papa

Desde el primer momento, junto a los miembros del Opus Dei, amigos, gente del barrio, fueron muy numerosas las autoridades civiles y eclesiásticas que visitaron la capilla ardiente. Algunos cardenales y obispos de la Curia Romana relataron que habían recibido la noticia a las siete de la mañana y de labios de Juan Pablo II, cuando se disponían a concelebrar en su capilla privada. El Papa les invitó a unirse a sus intenciones y a ofrecer la misa por el alma del Prelado del Opus Dei. Pocas horas después, monseñor Javier Echevarría, Vicario General de la Prelatura, recibió un telegrama de pésame firmado por el Papa, cuyo texto fue publicado esa misma tarde en la primera página de L’Osservatore Romano.

«Un siervo bueno y fiel»: con esta definición evangélica describe Juan Pablo II la figura de monseñor Álvaro del Portillo, al tiempo que recuerda «con ánimo agradecido al Señor la vida llena de celo sacerdotal y episcopal del difunto, el ejemplo de fortaleza y de confianza en la Providencia Divina que siempre ha ofrecido, su fidelidad a la Sede de Pedro», así como su dedicación pastoral y sus «preclaras dotes de mente y corazón».

Juan Pablo II tiene palabras de elogio «por el generoso servicio eclesial» prestado a lo largo de su vida por monseñor Álvaro del Portillo, «como estrecho colaborador y benemérito sucesor del Beato Josemaría Escrivá». El Papa concluye su mensaje elevando «al Señor fervientes oraciones de sufragio para que acoja en su seno eterno a este su servidor bueno y fiel».

El dolor de la separación

El Vicario General de la Prelatura, monseñor Javier Echevarría, quien vivió con monseñor Álvaro del Portillo desde el inicio de los años cincuenta y le atendió en sus últimos momentos, contó a los periodistas que el último encuentro público de monseñor Álvaro del Portillo «fue con árabes y hebreos en Jerusalén, donde pudo demostrar su cariño a todos sin distinción».

«El desgarrón se siente -afirmó-, hemos llorado, somos humanos y hemos sentido mucho esta separación. Se nos ha marchado un padre que tenía una auténtica preocupación por cada uno de sus hijas y de sus hijos. Esta es hora de rezar. Estamos muy serenos y muy tranquilos, con la certeza de que el Señor, por la intercesión de nuestro Padre y ahora por la intercesión del Prelado del Opus Dei, seguirá rigiendo y gobernando el Opus Dei desde el cielo y, por lo tanto, seguirán los tiempos de expansión, los tiempos de llegar a más sitios, de llegar a más almas que están esperando la llamada de Dios».

«Nos sentimos muy unidos y protegidos por la oración y por el cariño del Padre Común, que es siempre el Santo Padre, sea quien sea, y en este caso el Papa actual, que ha demostrado siempre tanto afecto por el Opus Dei, como por otras instituciones, pero concretamente por el Opus Dei».

El Vicario General confirmó que nada hacía presagiar este fin tan inmediato, pues el Prelado hacía vida normal. «La prueba de ello es que diez días antes inició esta peregrinación a Tierra Santa -yendo de un sitio para otro, subiendo y bajando y, sobre todo, besando todos los lugares que santificó nuestro Señor-, y de la que volvió contentísimo». De hecho, añadió más adelante, nada más regresar a Roma le confió «que estaba muy feliz de haber podido realizar este viaje: pienso que ha sido una caricia que me ha hecho el Señor, dijo. Y ahora, a la vista de lo que ha ocurrido, pienso que realmente ha sido una caricia».

«Cuando nos dimos cuenta esta madrugada de la gravedad de la situación, pusimos todos los medios médicos que estaban a nuestro alcance y vimos que su vida se nos escapaba, al mismo tiempo que contemplamos cómo afrontaba lleno de paz y serenidad sobrenaturales ese paso en teoría doloroso de la muerte, pero que es el abrazo eterno de Dios».

«Pudimos atenderle médicamente en todo lo que dependía de nosotros, y espiritualmente, como era su deseo desde hace muchos años: quería recibir los últimos sacramentos, los amaba y los deseaba ardientemente, y se le pudieron administrar tanto la Unción de los enfermos, cuando estaba vivo y consciente, como la absolución sacramental repetidas veces».

En Tierra Santa

Del último viaje a Tierra Santa relató que «tuvo encuentros con los fieles de la Prelatura del Opus Dei que trabajan allí, hombres y mujeres, cada uno en sus diversas profesiones. Están realizando el apostolado, como todos los miembros del Opus Dei en todos los lugares del mundo, a través de la santificación del trabajo ordinario y de la convivencia con las personas -colegas, amigos, compañeros, familiares-, para acercarles más a Dios, sabiendo que tenemos esa misión y considerándonos nosotros iguales y tan necesitados de ayuda espiritual como los demás».

«El Padre aprendió del Beato Josemaría Escrivá a transformar todo en oración. Yo puedo decir que le he acompañado desde el año 1950, en el que tuve la suerte de vivir también cerca del Beato Josemaría Escrivá, y he podido contemplar la misión de un hijo fiel, de un hijo que se ha preocupado de vivir siempre a la sombra del Padre pero secundando la acción del fundador del Opus Dei. Puedo decirlo con toda tranquilidad, sabiendo que es así: ha sido el mejor de los hijos que ha tenido el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer aquí en la tierra».

El Papa en la capilla ardiente

La presencia del Papa en la iglesia prelaticia de Santa María de la Paz fue una sorpresa para los varios centenares de personas que se habían congregado en la calle Bruno Buozzi en espera de poder saludar por última vez al Prelado del Opus Dei. Tan sólo la llegada de los agentes de seguridad vaticanos e italianos, cuarenta minutos antes, desveló la inminente visita del Pontífice.

Juan Pablo II, a quien acompañaba el cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado, fue recibido por monseñor Javier Echevarría. Las personas que ocupaban la pequeña iglesia se pusieron de pie cuando entró el Papa y se arrodillaron con él. Juan Pablo II, visiblemente conmovido, se recogió en oración durante siete minutos. Al concluir, dirigió una Salve, seguida de tres Glorias. Mons. Echevarría le ofreció la estola y el hisopo, con el que bendijo el cuerpo del Prelado. El Papa volvió a arrodillarse durante unos momentos. Antes de regresar al Vaticano, escribió su nombre en el libro de firmas. Le despidió el aplauso de los que esperaban fuera.

Continuidad en el camino del Opus Dei

Los restos mortales del Prelado del Opus Dei recibieron sepultura en la cripta de la iglesia prelaticia de Santa María de la Paz, el jueves 24 a las seis y media de la tarde. Como recuerda una inscripción en la lápida, Álvaro del Portillo reposa en el mismo lugar donde descansó durante diecisiete años el cuerpo del Beato Josemaría Escrivá. La inhumación, precedida de una Misa de exequias, se desarrolló en forma privada con la asistencia de los parientes del Prelado y miembros del Opus Dei de distintas nacionalidades.

El funeral público se celebró a las cinco y media del viernes 25, en la Basílica de San Eugenio. Asistieron varios miles de personas, incluidas numerosas autoridades civiles y eclesiásticas. Entre los trece cardenales se encontraban el Secretario de Estado y el Decano del Colegio Cardenalicio.

En la homilía de la Misa, Mons. Javier Echevarría dijo que «se cierra una página irrepetible de la historia del Opus Dei, pero no comienza ninguna nueva etapa». El Opus Dei camina por la senda trazada por su fundador, y el «modelo concreto, cercano y entrañable» de cómo ha de ser esa fidelidad «nos lo ha mostrado el Padre que acabamos de perder».

El Vicario General de la Obra recordó a Mons. Del Portillo con unas palabras de la Sagrada Escritura que ya le aplicó el Beato Josemaría Escrivá: «El varón fiel será alabado», una idea que también subrayó el Papa en el telegrama que envió al conocer el fallecimiento.

Sobre los diecinueve años que el Prelado había dirigido la Obra, Mons. Echevarría señaló que «gracias a la misericordia de Dios y al trabajo esforzado de Mons. Del Portillo, el Opus Dei ha obtenido de la Santa Sede la configuración jurídica de Prelatura personal, preparada e intensamente deseada por el fundador. Ha comenzado sus actividades apostólicas en veintiún nuevos países. Ha visto incrementarse el número de vocaciones. Ha puesto al servicio de la Iglesia casi ochocientos sacerdotes. Ha emprendido iniciativas apostólicas de amplísima incidencia pastoral, como el Ateneo Romano de la Santa Cruz».

«El Señor, que no permitió a monseñor Álvaro del Portillo, ni nos concedió a sus hijas e hijos, la alegría de celebrar juntos sus bodas de oro sacerdotales el próximo mes de junio, quiso hacerle una caricia, que tocó profundamente el corazón del Padre: la de poder renovar el divino Sacrificio del Calvario, por última vez en su vida, en el lugar donde se conserva la memoria siempre viva de la institución de la Sagrada Eucaristía y del sacerdocio; el recuerdo afectuoso de nuestra Madre la Virgen, reunida en oración con los Apóstoles en espera de la efusión del Espíritu Santo; las huellas de la primera epifanía de la Iglesia, presidida por Pedro en la caridad y enviada a evangelizar a todos los hombres».

Testimonios de personalidades civiles y eclesiásticas

Personalidades civiles, autoridades de la Iglesia católica y de otras confesiones religiosas, y numerosas personas de todas clases han enviado sus condolencias a la sede central del Opus Dei por el fallecimiento de Mons. Álvaro del Portillo.

Entre otras muchas personalidades de la Santa Sede, Mons. Schotte, secretario general del Sínodo de los Obispos, manifestó que deseaba «agradecer sus desvelos en favor de la Iglesia y su colaboración en el Sínodo de los Obispos». El presidente de la Conferencia Episcopal italiana, Card. Ruini, destacó «su profunda piedad, su bondad de ánimo y su penetrante conocimiento y comprensión de los hechos eclesiales».

Obispos de todo el mundo recuerdan en él a un amigo: «Recuerdo con agradecimiento las oraciones y el apoyo que me ha prestado durante los pasados meses, cuando se lanzaron acusaciones contra mí», afirmó el Card. Bernardin, arzobispo de Chicago. El Card. Franz König, antiguo arzobispo de Viena, subraya que cumplió «de modo ejemplar» su tarea de gobernar el Opus Dei en la fase actual, y asegura que «le encomendaré en la Santa Misa y me encomendaré al fallecido prelado».

Para el Card. Ángel Suquía, arzobispo de Madrid, «era un hombre entrañable en su conversación, muy prudente y muy alegre y animoso. No recuerdo haber salido nunca de estar con él sin sentirme más alegre que antes de haber entrado». Mons. Elías Yanes, presidente de la Conferencia Episcopal Española, asegura sus oraciones «para que el Señor lo acoja en su compañía, recompensando así su dedicación generosa al servicio de la obra de la Iglesia». El fundador de Comunión y Liberación, don Luigi Giussani, afirma que el dolor por la llamada al cielo de Mons. Álvaro del Portillo «se convierte en confiada certeza de su ayuda en el camino de nuestra santidad».

El general de los Jesuitas, P. Kolvenbach, agradece a Dios «el don que el desaparecido prelado y su infatigable servicio apostólico ha hecho a la Iglesia y al mundo», y se muestra seguro de que intercederá «también por la Compañía de Jesús». Por su parte, el Postulador general de los Carmelitas descalzos, P. Simeón de la Sagrada Familia, recuerda «el amor con que participaba en todos los grandes acontecimientos del carmelo de Santa Teresa».

De Jerusalén llegó el telegrama del rabino David Rosen, director para el diálogo interreligioso de la organización hebrea «Anti-Defamation League of B’Nai B’Rith». El texto, firmado también por el rabino Leon Klenicki de Nueva York y por Lisa Palmieri-Billig, representante en Italia de esa organización, expresa el pésame e invoca «la ayuda del Señor para que continúe la obra de bien del Opus Dei en el mundo».

Entre otras personalidades civiles, han enviado mensajes de condolencia los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, el presidente de Venezuela, Rafael Caldera, presidentes de comunidades autónomas españolas, como Jordi Pujol, Manuel Fraga o Juan Cruz Alli.

El ex presidente italiano Francesco Cossiga declaró que daba gracias a Dios por haber tenido la posibilidad de tratarle como un amigo. «Estábamos citados para después de su viaje a Tierra Santa. Este encuentro no ha podido tener lugar, pero estoy seguro de que ninguno de los dos faltó a la cita, que se realizará aunque de un modo misterioso que pertenece al ámbito de la gracia y de la amistad. Aunque no pertenezco a la Obra, en los siete años de mi presidencia he venido con frecuencia a verle. Ha estado siempre muy cercano a mí, humana y espiritualmente».

La prensa italiana se hace amplio eco de la muerte de Mons. Álvaro del Portillo, resaltando la inusual visita que Juan Pablo II realizó a la capilla ardiente. El Corriere della Sera recoge unas palabras del escritor Vittorio Messori, quien se entrevistó con el Prelado meses antes de su fallecimiento, con motivo de la preparación de un libro sobre el Opus Dei que acaba de publicar: «Era verdaderamente un padre, como le llaman en el Opus Dei. Te daban ganas de confesarte, más que de hacerle preguntas. Se notaba que había sido ingeniero, especialista en puentes y carreteras. Detrás del hábito de obispo, se veía al hombre de mundo».

L’Osservatore Romano incluyó en su primera página el texto del telegrama del Papa, junto a una amplia semblanza biográfica del fallecido.

En la prensa inglesa, publican amplias necrológicas The Times y The Daily Telegraph. Este último destaca un rasgo de su carácter: «Pese a ser un teólogo extraordinariamente inteligente y autor de varios libros, fue un hombre humilde y accesible, cuya sonriente presencia siempre lograba disipar cualquier tensión».

Diego Contreras

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