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Se debate en Francia la gratuidad de la enseñanza superior

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Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 12/14

Como en otros países de Europa, la educación universitaria resulta casi gratuita en Francia para los alumnos. Pero, en tiempos de crisis, con recortes para la investigación y también para los presupuestos ordinarios, se plantean muchas dificultades.

Dentro de la actual orientación política francesa, se acentúa la cuestión financiera de los centros de enseñanza superior. De hecho, en vísperas de Navidad, se promulgaron en Francia decretos que aumentaban sustancialmente las tasas de las escuelas de ingeniería de minas y telecomunicaciones: de 850 a 1.850 euros anuales.

Cuando los recursos públicos se estancan
Hasta ahora, el Estado asegura el 90% de los presupuestos de las universidades públicas. Las cuotas de los alumnos son más bien simbólicas: de183 a 388 € en licenciaturas y doctorados, y hasta 850 en escuelas de ingeniería. Pero los tiempos están cambiando: los recursos públicos se estancan, mientras las necesidades económicas aumentan, también como consecuencia de la competencia internacional.

De momento, en el ámbito de los programas de máster la responsabilidad económica de los alumnos se ha incrementado, hasta límites impensables hace pocos años. En algún caso, la cuota llega en Francia a los 4.000 euros, sin perjuicio de las deducciones por razón de renta familiar. No se puede olvidar que el gasto por alumno se sitúa en torno a los 10.000 euros anuales.

Pero la cuestión que se plantea es si la gratuidad de la enseñanza está o no amparada por la Constitución. Según la ministra de enseñanza superior, el preámbulo de la Constitución de 1946 (integrado en la de 1958) dispone que es deber del Estado la organización de la enseñanza pública gratuita y laica en todos sus niveles. Pero ese principio, adoptado cuando solo había 120.000 universitarios, no ha sido precisado nunca por el Consejo Constitucional.

Entretanto, como en otros países vecinos, se han ido desarrollando estudios de postgrado –al principio, privados; hoy, en las universidades públicas–, con matrículas en torno a esos 10.000 euros anuales. Incluso, más, como en la famosa escuela de Sciences Po de París, donde –aparte de becas en función de la renta– las tasas alcanzan los 13.700 euros.

La gratuidad no asegura la igualdad de oportunidades
El debate no cesa. Pero se aducen cada vez más datos sobre las limitaciones del sistema educativo para garantizar la efectiva igualdad de oportunidades. De ahí proceden fuertes críticas a la cuasi-gratuidad de la enseñanza superior.

Mientras que el 21,1% de los franceses son trabajadores sin título superior, sus hijos representan solo el 7,5% de los alumnos de máster. Para los ejecutivos y profesionales intelectuales superiores, es lo contrario: respectivamente, 17,6% y 33,9%. Pero todos contribuyen, a través de los impuestos directos e indirectos, a financiar la educación superior.

Hace un par de años, según informa Le Monde (29-01-2014), Terra Nova, un think tank próximo al partido socialista, abogó por triplicar las tasas de los alumnos en licenciatura, y cuadruplicar las de máster y doctorado, siempre con exenciones para los más modestos. La cuestión está muy abierta. Más aún cuando se deterioran las exigencias académicas para la obtención de títulos, en un momento histórico en que aumenta la presencia de estudiantes de otros países en las universidades europeas: la cuasi-gratuidad no puede ir acompañada de una disminución de requisitos para ser licenciado o doctor.

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