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Químico, malo; natural, bueno

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Matt Ridley reseña en The Daily Telegraph (15-IX-97) un libro reciente sobre peligros para la salud y el medio ambiente, cuestión en la que a veces se exagera.

Nuestra credulidad no tiene límites. Como ha demostrado Roger Bate, economista de Cambridge, se puede conseguir que el 76% de la gente crea que el agua es una sustancia peligrosa y pida que se prohíba: basta llamarla monóxido de dihidrógeno. Bate hizo la siguiente pregunta a 123 personas:

«La industria química utiliza habitualmente una sustancia química llamada ‘monóxido de dihidrógeno’. A causa de los vertidos y fugas, es frecuente que esta sustancia esté presente en los ríos y en los alimentos que consumimos. Es el componente principal de la lluvia ácida. Contribuye a la erosión. Disminuye la eficacia de los frenos de los automóviles. En estado gaseoso es uno de los principales causantes del efecto invernadero. Puede ocasionar sudoración excesiva y vómitos. La inhalación accidental puede causar la muerte. Se ha encontrado en tumores de pacientes terminales de cáncer. ¿Debería el gobierno británico o la Unión Europea regular estrictamente o incluso prohibir esta sustancia química?».

Sólo el 5% contestó que no, el 19% que no sabía y el resto contestó que sí. Lo más significativo es la gran facilidad con que podemos ser arrastrados hacia un injustificado alarmismo ecológico; las pruebas contra la mayoría de los productos químicos elaborados por el hombre son, por lo menos, tan circunstanciales como las mencionadas contra el agua.

La intención de Bate era demostrar el mensaje de un libro del que es editor, titulado What Risk? (publicado recientemente por Butterworth Heinemann). El libro desmiente un buen número de mitos sobre la contaminación. Un ejemplo es el capítulo escrito por Bruce Ames y Lois Gold, el primero de los cuales es el inventor del método comúnmente utilizado para detectar el cáncer provocado por productos químicos. Ames afirma que los productos cancerígenos presentes en una taza de café cultivado con métodos orgánicos son similares en peso al consumo anual por persona de residuos cancerígenos de pesticidas sintéticos. Del total de pesticidas que ingiere una persona, el 99,99% son naturales. Pero esos pesticidas naturales -productos químicos que las plantas elaboran para defenderse de los insectos y hongos- son exactamente tan peligrosos o tan inocuos como los sintéticos. Más de la mitad de los pesticidas naturales probados en ratas, provocan cáncer cuando se administran en dosis altas.

Esto no significa que usted deba dejar de tomar café o verduras. Significa que los experimentos con ratas son engañosos. Muchas cosas pueden provocar cáncer si son ingeridas en dosis altas, pero de ahí no se sigue que lo provoquen cuando se toman en las pequeñas dosis que se encuentran en los alimentos que consumimos.

(…) La mayoría de los cánceres de origen dietético son ocasionados por comer poca verdura y fruta fresca. Los defensores de la agricultura orgánica podrían hacer que aumentara el número de afectados por cáncer de origen dietético, simplemente por el aumento de precios de la fruta y verdura que provocaría dejar de utilizar pesticidas. Y, a la inversa, los pesticidas modernos han conseguido abaratar esos precios y por tanto reducir los niveles de cáncer.

(…) Entonces, ¿por qué seguimos pensando que los productos químicos sintéticos nos matan? Porque no hay ningún grupo de presión que diga que hoy los alimentos son más seguros que nunca. No hay famosos dispuestos a alardear de no tomar nunca alimentos orgánicos. La gente quiere que se le diga una cosa, y no se le dirá la contraria. Químico, malo; natural, bueno.

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