Mortalidad materna: ¿cuestión sanitaria o ideológica?

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Un artículo publicado en BioMed Central –una plataforma británica que agrupa más de 250 revistas científicas de libre acceso– analiza por qué la lucha por reducir la mortalidad materna ha conseguido resultados tan pobres, comparada con otros Objetivos del Milenio, o con la batalla contra el sida.

A pesar de estar en el foco internacional desde hace décadas, este tipo de muertes no han disminuido significativamente en los países más pobres, donde se concentran la inmensa mayoría de ellas (especialmente la región del África subsahariana).

Según los autores, el relativo fracaso de esta causa se debe, fundamentalmente, a la falta de unidad de la comunidad activista, principalmente entre el sector que defiende los “derechos sexuales y reproductivos de la mujer” y el que se ha centrado en la salud de la madre.

Esta falta de unidad ha dificultado la movilización internacional, algo importante no solo para la financiación de los proyectos, sino también por el efecto psicológico que produce la internacionalización de cualquier causa. Los autores ponen como ejemplo la lucha contra el sida, en la que la concienciación mundial llevó a adoptar una serie de mecanismos de gestión y evaluación muy útiles para avanzar en el objetivo.

Divergencia de criterios

Los autores ilustran esta falta de consenso internacional con el ejemplo de la obstetricia de emergencia. A pesar de que esta ha demostrado ser una herramienta imprescindible para la lucha contra la mortalidad materna, especialmente en países en desarrollo, no ha conseguido la atención política suficiente. Parte de la culpa la tiene la divergencia de criterios entre el enfoque centrado en la salud y el centrado en la libre decisión de la mujer acerca de su sexualidad.

El activismo de la autodeterminación de la sexualidad nace en el seno del movimiento feminista, y tiene en las conferencias internacionales sobre población y desarrollo de El Cairo (1994) y Beijing (1995) sus documentos programáticos. Según los planteamientos emanados de estas conferencias, la lucha contra la mortalidad materna es solo una consecuencia secundaria de la batalla general por el “empoderamiento” de la mujer respecto de su sexualidad. No sorprende, así, que el aborto libre y seguro sea una de las principales demandas de este colectivo.

Los autores, que no muestran en ningún momento antipatía por este colectivo, reconocen que su agenda “ha estado más centrada en objetivos políticos que en la salud de la madre”. Por ello, la extensión de la obstetricia de emergencia o de los cuidados médicos para las futuras madres no ha sido una prioridad para ellos, como reconoce un activista entrevistado por los autores del artículo.

Su activismo ha dado ciertos resultados. Cuando se incluyó la reducción de la mortalidad materna entre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (MDGs, por sus siglas en inglés), los defensores de la autodeterminación sexual se quejaron de que no se hacía referencia a ninguna de sus demandas, es decir, de que no se recogía el lenguaje de los derechos sexuales y reproductivos. En 2005, se añadió un apartado (5b) al texto, donde se habla, por ejemplo, de la necesidad no satisfecha de planificación familiar (léase “contraceptivos”). No obstante, el apetito de estos grupos no ha quedado saciado, y en algunos de sus congresos proponen abiertamente la necesidad de “re-politizar los derechos sexuales y reproductivos”, o de ir más allá de las conferencias de El Cairo y Beijing.

La obstetricia de emergencia, injustamente arrinconada

Los tres pilares en los que, según los autores, se basa la actuación del colectivo “pro-salud de la mujer” (por oposición al de “autodeterminación sexual y reproductiva”) son: la planificación familiar, la cualificación del personal médico involucrado en los nacimientos y el acceso a la obstetricia de emergencia.

La escasa atención dedicada a la obstetricia de emergencia es especialmente llamativa dada su efectividad para disminuir el número de muertes. “Desde una perspectiva médica –señalan los autores– hay pruebas de que la obstetricia de emergencia supone una intervención clave para reducir significativamente la mortalidad materna”. Sin embargo, “nunca ha conseguido la atención, o la polémica, de otros asuntos reproductivos como la planificación familiar o el aborto”.

En la página web del Fondo de Población de las Naciones Unidas se muestra un gráfico con las principales causas de muertes maternas. Solo el 14% de ellas se deben a “abortos inseguros”; las otras son hemorragias, infecciones y problemas de hipertensión, además de un 25% de “causas indirectas” (malaria, anemia…). Aunque en el artículo aparecido en BioMed Central no se citan las causas indirectas, los autores reconocen que “todas estas causas –incluyendo los abortos no seguros– pueden ser prevenidas o tratadas con intervenciones clínicas efectivas, y particularmente con una obstetricia de emergencia de calidad”.

Sin embargo, la insistencia de ciertas agencias internacionales y fundaciones ha hecho que la lucha contra la mortalidad materna se centre en la promoción del control de la natalidad. “Un estudio reciente –señalan los autores– hecho en seis países (Kenia, Malaui, Sierra Leona, Nigeria, Bangladesh e India), concluyó que la capacidad de acceso de estas poblaciones a servicios de obstetricia de emergencia está muy por debajo de los estándares fijados por la ONU”.

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