La Santa Sede se opone a la legalización de la droga

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Roma. El debate sobre la legalización de la droga, muy vivo durante los últimos meses en países como Italia, ha llevado al Consejo Pontifico para la Familia a reiterar la doctrina católica sobre la materia. Este organismo de la Santa Sede, que preside el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, difundió una «reflexión pastoral» en la que se argumenta el «no» de la Iglesia a la legalización de la droga.

Existen razones de experiencia (la legalización no ha resuelto el problema, sino que lo ha agravado en los países donde se ha experimentado) y razones que se podrían llamar antropológicas: «El problema no está en la droga, sino en la enfermedad del espíritu que lleva a la droga». Con la legalización, «no es el producto lo que se liberaliza, sino que se convalidan las razones que llevan a consumirlo». «La droga, ya sea comprada ilegalmente o distribuida por el Estado, es siempre destructora del hombre».

La nota, publicada en L’Osservatore Romano (22-I-97), rechaza la distinción legal entre drogas «blandas» y «duras», porque, aparte de las discutibles razones farmacológicas, no tiene presente que lo importante es la cantidad consumida, el modo y las posibles asociaciones de productos. Esa distinción olvida también que el consumo de esas sustancias favorecen el aislamiento, la dependencia y el paso a drogas cada vez más fuertes.

«¿Es aceptable -pregunta la nota- crear una sub-clase de seres humanos, como se ve, por desgracia, en las ciudades donde la droga se vende libremente? ¿Se ha tenido suficientemente en cuenta lo que dicen los expertos desde hace muchos años, que la clave de la toxicodependencia no es la droga sino lo que lleva a un individuo a drogarse?».

Un respaldo indirecto a los argumentos sostenidos por el Consejo Pontifico para la Familia procede de la experiencia sueca. Según señalaba hace algunos meses Eva Brannmark, responsable del departamento antidroga de Estocolmo, las investigaciones llevadas a cabo en su país por el psiquiatra Nils Berejot han demostrado que el número de consumidores de droga crecía o disminuía según el grado de permisividad de las leyes, y que la droga figuraba entre las primeras causas de delincuencia. El doctor Berejot, asesor de la policía sueca, llevó a cabo un trabajo único en su género que fue decisivo para que Suecia, en las intenciones de sus gobernantes, pasara de ser un «paraíso de la droga» (1965) a un país «libre de la droga» (1977).

El doctor Ulf Rydberg, toxicólogo del Instituto Karolinska, subrayaba por su parte que hoy está comprobado que «hacer difícil o penalmente arriesgado el acceso a la droga hace que renuncie a usarla el 50% de los consumidores, que son los ocasionales».

Diego Contreras

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