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La ONU tiende la mano a la Iglesia para combatir el sida

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Pese a sus discrepancias en la forma de enfocar la lucha contra el sida, Cáritas Internacional y ONUSIDA han patrocinado juntas un encuentro de dos días en Roma (25-26 de febrero), para extender los medicamentos que tratan a los enfermos de sida y evitan nuevas infecciones por el VIH.

Durante los últimos años, Naciones Unidas ha intensificado sus esfuerzos para mejorar el acceso a los antirretrovirales. En junio de 2011, la Asamblea General de la ONU adoptó una Declaración política que estableció, entre otros objetivos, que 15 millones de personas infectadas con el VIH en países de ingresos bajos y medios reciban tratamiento antirretroviral para 2015. Para lograr ese objetivo, ONUSIDA decidió concentrar su labor en 30 países, a través de la estrategia “Tratamiento 2015”.

Aunque la meta todavía está lejos, los avances han sido importantes. En diciembre de 2011, por primera vez, la mayoría de las personas (el 54%) que necesitaban esa terapia en países de ingresos bajos y medios pudieron recibirla. Un año después, en diciembre de 2012, la habían recibido el 61%, unos 9,7 millones de personas.

La ONU ha advertido la importancia de contar con la red capilar de centros médicos católicos que llegan a poblaciones marginadas

Con ayuda de la Iglesia
Dentro de ese empeño por extender el acceso a los antirretrovirales, ONUSIDA ha querido contar con la ayuda de la Iglesia católica y de otras confesiones religiosas. Así ha quedado patente en el encuentro patrocinado conjuntamente por Cáritas Internacional y ONUSIDA, durante el 25 y el 26 de febrero en Roma.

“Asegurar el acceso a 15 millones de personas a una terapia antirretroviral y a un cuidado de calidad para 2015 será un hito importante en la ayuda a los necesitados. Pero no podemos conseguirlo solos”, ha dicho Luiz Loures, director ejecutivo adjunto de ONUSIDA y subsecretario general de Naciones Unidas.

“Históricamente, los servicios ofrecidos por las comunidades religiosas han sido una contribución decisiva para salvar las vidas de millones de personas (…). Tienen la capacidad, las redes, la destreza y la experiencia. Serán unos de nuestros grandes aliados para llegar a la gente necesitada”, explicó Loures unos días antes de participar en el evento.

Otro de los ponentes fue Kenneth Hackett, embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede, quien destacó el aprecio creciente hacia la labor de la Iglesia católica en esta cuestión. “Al principio [de la lucha contra el sida], hace 25 años, los gobiernos sencillamente no veían el papel de las comunidades religiosas, por desconocimiento”.

Las organizaciones eclesiales arriman el hombro en la lucha contra la epidemia sin renunciar a su identidad católica

“No sabían que había monjas trabajando en un hospital donde un gran Land Rover ni siquiera podría llegar. Y era en ese hospital donde las monjas lograban atender a la gente… Ahora se reconoce que hay que mirar a este problema de forma integral, hay que abordarlo desde múltiples perspectivas. Esta colaboración entre gobiernos e instituciones religiosas debe ser el futuro”, dijo en declaraciones a Radio Vaticano.

Sin renunciar a la identidad católica
En el evento participaron cerca de 100 personas, entre otros: líderes religiosos de distintas confesiones, funcionarios de ONUSIDA, representantes de algunos gobiernos, personalidades del mundo médico y científico…

Para Mons. Robert Vitillo, asesor especial sobre el sida de Cáritas Internacional, la reunión ha permitido a las organizaciones religiosas explicar más a fondo los programas que llevan a cabo y sus carencias económicas.

Tras el evento Vitillo explicó en Radio Vaticano que, a veces, más que un problema de carestía de medicamentos lo que hay es reservas ante el posible estigma social. “Muchas personas que tienen sida prefieren venir a las organizaciones de inspiración religiosa porque les ofrecen mucha confidencialidad. Hay un tratamiento: no solo se dan medicamentos sino que se atiende a la persona entera de acuerdo con su dignidad”. Otra ventaja de los programas organizados por organizaciones religiosas es que “llegan hasta las zonas rurales con poblaciones marginadas”, mientras que “muchos programas gubernamentales se concentran en las grandes ciudades”.

Para la Iglesia, el sida requiere de una respuesta integral que atienda tanto a los aspectos técnicos como humanos de la enfermedad

Respuesta integral
Precisamente en la reunión de Naciones Unidas donde se aprobó la mencionada Declaración política de 2011, la delegación de la Santa Sede tuvo ocasión de subrayar el núcleo de su propuesta: el sida requiere de una respuesta integral, que atienda tanto a los aspectos técnicos como humanos de la enfermedad (cfr. Aceprensa, 17-06-2011).

Concretamente, la Iglesia promueve una estrategia en varios frentes: la formación en una conducta sexual responsable; el acceso a los antirretrovirales; el cuidado de huérfanos que han perdido a sus padres por el sida (unos 16 millones en todo el mundo); y la mejora de las condiciones sanitarias, como el agua potable limpia o la nutrición suficiente.

Una prueba de la actividad de la Iglesia ante la epidemia del sida es que, a través de sus 117.000 centros de salud de todo el mundo, proporciona por sí sola alrededor del 25% de todas las atenciones a quienes viven con el VIH y el sida, especialmente a niños.

En Sudáfrica, por ejemplo, no había prácticamente terapia antirretroviral para enfermos de sida en 2004. Actualmente, la Iglesia católica en ese país ofrece cuidado y tratamiento a más de 60.000 personas infectadas con el VIH; de ellas, 20.000 están en tratamiento antirretroviral, gracias a los fondos del “Plan de emergencia del presidente de los Estados Unidos para el alivio del sida”, creado por George Bush, y al trabajo de la agencia Catholic Relief Services.

La rápida expansión del tratamiento antirretroviral durante los últimos años ha sido calificada por la ONU como “uno de los logros más significativos en la historia reciente de la salud pública”. Gracias a estos medicamentos que alargan la expectativa de vida, el número anual de muertes en el mundo asociadas al sida cayó desde los 2,3 millones en 2005 a 1,6 millones en 2012, según el Informe ONUSIDA 2013.

Además, al disminuir la circulación del virus dentro de una población, los antirretrovirales ayudan a reducir el número de nuevas infecciones por el VIH y de otras enfermedades como la tuberculosis. Análisis económicos citados por ONUSIDA muestran que estos tratamientos son rentables y probablemente también ahorran gastos futuros destinados, por ejemplo, a servicios médicos y al cuidado de huérfanos.

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