Hacen falta más ensayos clínicos para valorar el uso terapéutico del cannabis

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Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 92/13

Aunque algunos países ya han aprobado el uso de la marihuana para fines médicos, todavía no hay acuerdo en la comunidad científica sobre sus posibilidades terapéuticas, las condiciones en que se ha de administrar o sus efectos adversos en ciertos pacientes. Para analizar estas cuestiones, el Aula de Farmacia Práctica de la Universidad de Navarra organizó el pasado 14 de noviembre una mesa redonda en la que participaron expertos del ámbito sanitario, y otros profesionales que se centraron en el debate jurídico y social.

Fue en los años sesenta del siglo pasado cuando se identificaron el THC y el cannabidiol, principios activos del cannabis a los que se atribuye sus efectos sobre el cerebro. Años más tarde, al estudiar los distintos receptores de cannabinoides en el cerebro, se vio que se encuentran en zonas que están implicadas en el movimiento, en la memoria a corto plazo, en el apetito, la sedación y en las zonas relacionadas en el dolor. Por lo tanto, se han podido comprender mejor sus posibilidades terapéuticas en el tratamiento de algunos dolores, o para aumentar el apetito y mitigar los espasmos de la esclerosis múltiples, entre otras.

De todos modos, entre los expertos sigue abierto el debate sobre los fines médicos de la marihuana. Lo que no ayuda a esclarecer las cosas es el activismo de “algunos sectores de la población [que] aprovechan este debate sobre el uso terapéutico para defender la legalización para su uso lúdico y recreativo”, lamentó Berta Lasheras, profesora de Farmacología de la Universidad de Navarra.

No hay que confundir el uso terapéutico del cannabis con fumarse un porro

De dónde se extrae y cómo se consume
La doctora Marisol Aymerich, investigadora del área de Neurociencias del Centro de Investigación Médica Aplicada, explicó que “existen muchos trabajos sobre el posible efecto del cannabis pero es difícil compararlos porque muchos se basan en apreciaciones subjetivas de las personas que lo utilizan y no controlan la manera ni la variedad de la planta ni la forma de administrarlo, con lo cual no se sabe la cantidad de THC que esa persona está tomando”.

De qué planta está sacado, cómo se ha extraído y cómo se piensa administrar son preguntas vitales porque van a determinar los niveles de THC o de otros cannabinoides en sangre. Existen muchas variedades de planta de cannabis y, según qué clase sea, el contenido de THC será mayor o menor, y eso varía el efecto que tiene.

“La forma de consumo va a determinar muchísimo el uso terapéutico del cannabis”, afirmó Aymerich. No es lo mismo inhalado que ingerido oralmente, o el cannabis extraído de una resina, o en hojas secas o en forma de aceite. Lo que marca la diferencia es la cantidad de THC que queda disponible en sangre y que va a actuar sobre el cerebro.

Por ejemplo: el cannabis que se fuma tiene una cantidad baja de THC, pero el efecto es rápido porque pasa con mayor velocidad a la sangre. En cambio, en la resina, las concentraciones de THC son más altas y aún más cuando se consume en forma de aceite. Por otra parte, el consumo oral precisa de dosis mayores porque de esta manera llega menor cantidad a la sangre. Para Aymerich, la cuestión sobre cómo administrar adecuadamente el cannabis para fines terapéuticos es “una pregunta vital para la que en estos momentos aún no hay respuesta”.

Con el pretexto del uso terapéutico, algunos colectivos intentan conseguir la legalización de la marihuana para uso recreativo

Ya existen fármacos alternativos
Carlos Centeno, director de la Unidad de Medicina Paliativa y Control de Síntomas de la Clínica Universidad de Navarra, coincide con otros expertos respecto a qué casos el cannabis tiene un efecto positivo: para evitar náuseas en pacientes de quimioterapia, para los espasmos musculares de la esclerosis múltiple, para aumentar el apetito en los casos de anorexias causadas por trastornos como el sida, o en pacientes de cáncer (pero nunca en adolescentes), contra el dolor generalizado y para la fibromialgia.

Pero “para que el uso se considere medicinal y esté legalizado tiene que pasar por la Agencia Española de Medicamentos, como cualquier otro fármaco”, apuntó Lasheras. En este proceso son necesarios muchos ensayos clínicos, en distintas fases y países y comprobar que todos dan el mismo resultado.

De momento, la literatura científica permite sacar algunas conclusiones: donde están más claros los beneficios del cannabis es en pacientes de esclerosis múltiple. Los estudios sobre su uso para paliar las náuseas y los vómitos son los más abundantes y se ha comprobado claramente su efecto positivo en los casos producidos por la quimioterapia, pero no se han estudiado cuando son provocados por otras causas. De todas formas, existen otros fármacos con la misma función y con menos efectos secundarios.

Los estudios sobre el efecto en el apetito son pocos: no se sabe a ciencia cierta si hay una relación directa con el consumo de cannabis, o si se trata más bien de que mejora al paciente en general y la sensación de bienestar le lleva a tener más ganas de comer. En cualquier caso, su efecto es poco relevante en comparación con otros fármacos que ya están comercializados.

En cuanto al dolor por cáncer, se ha comprobado un efecto beneficioso moderado, pero equivalente a fármacos ya existentes con la misma función.

La conclusión de la doctora Aymerich fue que hacen falta más datos y más ensayos objetivos. No hay que perder de vista que el uso terapéutico del cannabis también tiene efectos secundarios como mareos, vómitos e infecciones urinarias, aunque no afecta a la memoria, algo que sí sucede con el consumo lúdico, al tratarse de dosis más altas. Estos efectos secundarios son distintos de los que aparecen en consumidores sanos.

Aymerich señaló, además, los grupos de población para los que el uso terapéutico del cannabis está contraindicado: los adolescentes; personas con trastornos psiquiátricos; personas con enfermedades cardiovasculares graves; y pacientes con hepatitis C.

La cuestión sobre cómo administrar adecuadamente el cannabis para fines terapéuticos es una pregunta vital para la que todavía no hay respuesta

Mensajes confusos
En la mesa redonda también participaron profesionales de otros ámbitos, que analizaron el uso terapéutico del cannabis desde una perspectiva jurídica y social.

Alfonso Arana, director de la Fundación Proyecto Hombre Navarra, señaló que el 11% de las personas que piden tratamiento en esta institución es por abuso del cannabis. En el 2012, de las más de 500 personas que reciben ayuda, el 38% lo hace por consumo de alcohol y el 40% por consumo de cocaína. Las personas con problemas por abuso de cannabis han aumentado en los últimos años. “Nos preocupa que se cree confusiones con los mensajes. Una de las confusiones es entre el uso lúdico o el terapéutico. Ha habido mensajes confusos sobre el supuesto uso terapéutico del porro. Creemos que se ha dado un manejo intencionado de estos mensajes para conseguir una supuesta normalización”, afirma Arana, que contó cómo han percibido esto en las personas que acuden a Proyecto Hombre.

En esta misma línea, el fiscal Jaime Goyena citó el caso de la cocaína en España: después del pico de tráfico y consumo de esta droga, no solo se endurecieron las medidas por parte de la justicia, sino que los medios de la comunicación y la sociedad estaban concienciados del problema: “Había un mensaje unívoco: ‘la cocaína mata’. Ahora existen mensajes contradictorios sobre algunas sustancias, entonces es fácil que los adolescentes opten por lo más cómodo”. Berta Lasheras, profesora de Farmacología de la Universidad de Navarra, apoyó esta idea y añadió: “Creo que se ha trivializado el consumo lúdico de drogas. Hay que hacer que el mensaje sea claro y luego que cada cual, con su libertad, elija. Pero la educación es la clave de la prevención”.

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