El Papa destituye a un obispo en Paraguay

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Actualizado el 1 de octubre de 2014

El 25 de septiembre la Santa Sede anunció la destitución del obispo de Ciudad del Este (Paraguay), Mons. Rogelio Livieres Plano, nombrando en su lugar a un administrador apostólico. El comunicado decía que la “ardua decisión” había sido tomada “por serias razones pastorales” y “obedece al bien mayor de la unidad de la Iglesia de Ciudad del Este y de la comunión episcopal en Paraguay”.

El comunicado aseguraba que la decisión había sido tomada después de un cuidadoso examen de las conclusiones de las visitas apostólicas efectuadas por la Congregación para los Obispos y la Congregación para el Clero, visitas realizadas el pasado julio en la diócesis. La visita fue dirigida por el Card. Santos Abril.

El Papa espera que la diócesis “acoja la decisión de la Santa Sede con espíritu de obediencia, docilidad y sin desavenencias”. Por otra parte, invitaba a toda la Iglesia de Paraguay “a un serio proceso de reconciliación y superación de cualquier sectarismo y discordia”.

Otros obispos acusan a Livieres de “falta de unidad eclesial”, y él replica que se intenta imponer una uniformidad en torno a un modelo que ha fracasado

Un problema de relaciones en el episcopado

El comunicado no daba más detalles concretos de los motivos de la remoción de Mons. Livieres, miembro del Opus Dei.

El principal enfoque de la prensa internacional al dar la noticia fue presentar la medida como si fuera una consecuencia de que Livieres hubiera acogido en la diócesis y nombrado vicario general al sacerdote argentino Carlos Urrutigoity, que empezó su sacerdocio con la Fraternidad S. Pío X (lefebvrianos), y luego trabajó durante años en Wisconsin y Pennsylvania, donde había sido acusado de molestias sexuales.

Sin embargo, el portavoz del Vaticano, P. Lombardi, dijo al Catholic News Service (27-09-2014) que la destitución de Livieres no estaba relacionada con un mal manejo de acusaciones sobre abuso sexual. “Hubo serios problemas con la gestión de la diócesis, la educación del clero y sus relaciones con otros obispos”, afirmó Lombardi. Sin entrar en detalles, mencionó diferencias con otros obispos sobre los seminarios y aludió a las declaraciones de Livieres en una entrevista por televisión en la que caracterizó como homosexual al arzobispo de Asunción, Mons. Pastor Cuquejo.

Esta y otras cuestiones fueron respondidas punto por punto en el documento publicado en la web de la diócesis de Ciudad del Este con motivo de la visita apostólica.

Según este documento, las acusaciones contra Carlos Urrutigoity se deben a una campaña de difamaciones, pues “la única acusación presentada contra el Padre Urrutigoity ante el fuero penal americano (en nombre de una persona adulta llamada Michael Prorock) fue desestimada in limine (de entrada) por las investigaciones independientes de dos fiscales en Pennsylvania”.

En los tribunales de la Iglesia, “la Congregación para la Doctrina de la Fe negó la posibilidad de abrir un proceso canónico penal por la misma razón: no había ninguna acusación de pedofilia”.

Reconoce posibles “errores humanos” por su parte, pero considera que ha sido víctima de una “persecución ideológica”

Aunque la denuncia fracasó en el ámbito penal –sigue diciendo el documento–, en el ámbito civil la diócesis de Scranton (Pennsylvania) prefirió en 2004 llegar a un acuerdo en la demanda contra Urrutigoity y otro sacerdote, pues los 400.000 dólares de indemnización eran bastante menos que lo que le costaría la defensa.

El pasado 28 de marzo la diócesis de Scranton publicó un comunicado sobre el estatus de Carlos Urrutigoity, que sirvió en la diócesis de 1998 a 2004. En él se decía que el anterior obispo Joseph Martino expresó serías reservas sobre la idoneidad sacerdotal de Urrutigoity, a pesar de lo cual este fue incardinado en la diócesis de Ciudad del Este en 2008.

Livieres ha aclarado que para recibir en su diócesis a Urrutigoity obtuvo “el consentimiento y los decretos de excardinación de su obispo de origen” (Martino). “Incluso pedí y obtuve el visto bueno del Nuncio Apostólico, quien me lo dio por escrito en carta fechada el 17 de mayo de 2008”.

Las explicaciones del propio Urrutigoity pueden encontrarse en la entrevista que concedió a religiondigital.com.

En cualquier caso, según ha aclarado el portavoz vaticano P. Lombardi al New York Times (25-09-2014), “el problema importante eran las relaciones dentro del episcopado y en la Iglesia local, que eran muy difíciles”. Las acusaciones contra Urrutigoity “no eran algo central, aunque se ha hablado de ellas”.

Teología de la Liberación

El conflicto entre Livieres y otros miembros del episcopado paraguayo era de dominio público desde hace varios años.

En el citado documento de la diócesis se dice que “la acusación de que [Livieres] ‘rompía con la comunión eclesial’ comenzó antes incluso de que pusiera un pie en la diócesis”. “La Conferencia Episcopal escribió a san Juan Pablo II expresando su vivo desacuerdo con el nombramiento del nuevo hermano que ni siquiera había estado en la terna de los candidatos, siendo ‘impuesto’ por Roma”. El nuevo obispo rompía con el modelo dominante, pues, hasta entonces se habían nombrado como obispos “solo candidatos embebidos en una formación difusa en los derivados ideológicos de la Teología de la Liberación”.

Según Lombardi, el problema importante eran las relaciones dentro del episcopado y en la Iglesia local, y no el mal manejo de acusaciones de abusos sexuales

Otros obispos acusan a Livieres de mantener una postura terca, de hacer acusaciones contra otros y de provocar divisiones. Cuando el arzobispo de Asunción, Mons. Pastor Cuquejo, dijo que habría que reabrir las investigaciones sobre Urrutigoity, Livieres señaló la incongruencia de alegar escándalo y solicitar investigaciones cuando Cuquejo era homosexual.

A diferencia de otros obispos, Livieres se opuso públicamente a Fernando Lugo, obispo que renunció a su condición sacerdotal para presentarse a presidente de la República como candidato de la izquierda. Después de ser elegido presidente, fue destituido en 2012 en un proceso político. En el ínterin se descubrió que tenía dos hijos con distintas mujeres, y después surgieron otras demandas de paternidad.

Un seminario exitoso

Cuando Livieres tomó posesión en 2004, la diócesis contaba con 70 sacerdotes entre diocesanos y religiosos y 10 seminaristas, para una población de un millón de habitantes. Los seminaristas se formaban en el único seminario nacional. Ante la escasez de clero y la desconfianza en el tipo de formación del único seminario nacional, Livieres optó por crear el propio seminario diocesano, para formar a sus sacerdotes de acuerdo con las ideas de la nueva evangelización. Hoy tiene unos doscientos seminaristas, y desde 2004 ha ordenado a 60 sacerdotes. Sus detractores le acusan de haber acortado el tiempo de la formación de sacerdotes.

También ha sido acusado Livieres de malversar donaciones (300.000 dólares) otorgadas por la empresa binacional Italpú. La diócesis responde que ese dinero se empleó íntegramente en la manutención del seminario. Una acusación por este tema ante los tribunales civiles dio la razón al obispo, reconociendo que ningún dinero había ido a bolsillos particulares.

Acepta la decisión

El obispo Livieres ha aceptado su cese, aunque en una carta al cardenal Marc Ouellet, prefecto para la Congregación de los Obispos, considera que es una medida “infundada y arbitraria”, fruto de un “anómalo proceso”. Reconoce posibles “errores humanos” por su parte, pero considera que ha sido víctima de una “persecución ideológica”. Livieres destaca que “no recibí en ningún momento un informe escrito sobre la visita apostólica y, por consiguiente, tampoco he podido responder debidamente a él. A pesar de tanto discurso sobre diálogo, misericordia, apertura, descentralización y respeto por la autoridad de las Iglesias locales, tampoco he tenido oportunidad de hablar con el Papa Francisco, ni siquiera para aclararle alguna duda o preocupación”.

A propósito del reproche que se le hace de falta de unidad con otros obispos, Livieres replica que “se busca imponer una unidad basada, no en la ley divina, sino en acuerdos humanos y el mantenimiento del statu quo”. De modo que “a esta uniformidad ideológica se la impone con el eufemismo de ‘colegialidad’”.

El problema de Iglesia en Paraguay, advierte Livieres, no es “un problema de sacristía que se resuelve cambiando al sacristán”. “El verdadero problema es la crisis de fe y de vida moral que una mala formación del clero ha ido perpetuando, junto con la negligencia de los pastores”.

Livieres dice en su carta que acepta la decisión de la Santa Sede. Asegura que el pueblo fiel de Ciudad del Este “expresó abierta y públicamente su apoyo a la labor apostólica que hemos venido realizando”. En cualquier caso, “no hay que temer rebeldía alguna. Los fieles han sido formados en la disciplina de la Iglesia y saben obedecer a las autoridades legítimas”.

El P. Lombardi, director de la sala de prensa de la Santa Sede, ha comentado a los informadores que el tono de la carta de Livieres “hace más fácil comprender por qué había un problema”.

El procedimiento ha despertado también perplejidad en algunos vaticanistas. Así Marco Tosatti se pregunta “por qué no han sido convocados los obispos a Roma –como se ha hecho otras veces– para lavar ante Pedro los trapos sucios y los religiosos, que quizá en Paraguay no son pocos”.

Ciudad del Este es, por su población y desarrollo económico, la segunda ciudad de Paraguay. La capital tiene 312.000 habitantes y hay otros 800.000 en todo el territorio.

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