Cómo una minoría activa cambia el consenso social

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La misma evolución de la sociedad prueba que las mayorías no son fijas. Pero la opinión pública no cambia sola. Ejemplos como el clásico de la campaña para abolir la esclavitud muestran que unos pocos muy activos pueden convencer a la mayoría. Cuatro investigadores de las Universidades de Pensilvania y Londres afirman haber hallado la proporción mínima de disidentes para que se produzca un vuelco.

Se ha visto muchas veces, dicen los autores, que “los esfuerzos de una pequeña pero comprometida minoría pueden hacer que cambien normas sociales aparentemente estables”. Aducen casos como la división de roles por sexos en el trabajo o la actitud frente al tabaco o la marihuana. A la vez, no todas las minorías logran que sus ideas se abran paso.

Para concienciar al público, la minoría necesita a los medios de comunicación, que se esfuerzan por captar la atención de la audiencia y no pueden mantenerla insistiendo indefinidamente en el mismo tema

Estas observaciones han llevado a formular la “teoría de la masa crítica”: si la minoría disidente adquiere cierto tamaño, se alcanza un punto de inflexión a partir del cual “se desencadena una cascada de cambios de conducta que aumenta rápidamente la aceptación de la postura minoritaria”.

Confabulados en acción

El estudio, publicado en Science, estima el tamaño de la masa crítica mediante un modelo experimental. Los investigadores distribuyeron los sujetos en diez grupos con diversos números de miembros, y les hicieron interactuar online repetidamente hasta que surgiera un consenso general en cada grupo. El asunto sobre el que debían definirse era etiquetar imágenes.

Obtenida una postura mayoritaria, introdujeron en cada grupo unos “confabulados”, también en número mayor o menor, que trataron de cambiarla mediante nuevas interacciones. Lo lograron en cinco grupos donde eran al menos la cuarta parte, y fracasaron en los otros, donde estaban en proporción menor. Concretamente, la minoría exitosa más pequeña era del 25%, y la mayor de las perdedoras era del 21%.

Conclusión: es necesaria y suficiente una minoría activa del 25%, aproximadamente, para cambiar el sentir general. La magnitud de la masa crítica varía ligeramente, en proporción inversa, con la longitud del historial de las interacciones que dieron lugar al consenso, o sea: hace falta una minoría más grande si la postura mayoritaria tiene más tradición. En cambio, la masa crítica no depende del tamaño de la población: un 25% basta para cambiar el consenso entre mil personas o diez millones.

Atención cíclica

Cuando se consideran los cambios de opinión pública, se piensa espontáneamente en cuestiones como la admisión de inmigrantes o el matrimonio homosexual. Pero los resultados del experimento, advierten los autores, no se aplican sin más a la vida real. Ellos trabajaron con grupos y consensos artificiales; la materia de consenso no tenía aspectos emotivos ni gran trascendencia práctica; para crear la mayoría se dieron recompensas económicas por alcanzar un acuerdo, lo que no es un modelo exacto de la tendencia humana a la conformidad que opera en los fenómenos de opinión.

La opinión pública no mantiene la atención centrada en una cuestión durante mucho tiempo, aun si es algo duradero y de gran importancia

En el conjunto de la sociedad se dan otras influencias, además de la acción de minorías comprometidas. Es lo que hace más de cuarenta años analizó el economista estadounidense Anthony Downs en un célebre artículo para The Public Interest sobre los asuntos que se presentan como urgentes y reclaman respuesta social, política, legislativa.

La tesis de Downs es que la opinión pública no mantiene la atención centrada en una cuestión durante mucho tiempo, aun si es algo duradero y de gran importancia: por ejemplo, dice, la pobreza, la malnutrición infantil o los problemas ecológicos. La atención sigue un ciclo de aumento y declive en el que Downs identifica cinco fases.

En la primera, de “precrisis”, el problema solo preocupa a una minoría. Hasta que la insistencia de activistas logra que les hagan eco los medios de comunicación, y el público empieza a interesarse: es la segunda fase, de “descubrimiento, alarma y euforia”. Se extiende la idea de que “es necesario arreglar esto”, y los dirigentes políticos se sienten obligados a pronunciarse y prometer medidas. Por el desfase entre el comienzo del problema real y el del interés público, anota Downs, no es raro que, cuando la preocupación general es máxima, la situación no sea tan mala como durante la fase de precrisis.

“Los esfuerzos de una pequeña pero comprometida minoría pueden hacer que cambien normas sociales aparentemente estables”

En la fase siguiente, la euforia cede ante la persistencia del problema y la comprobación de que no hay soluciones rápidas y de que las medidas tienen un costo elevado. Después viene el declive del interés público (cuarta fase) y, finalmente, la fase “poscrisis”, en la que el asunto queda en un “limbo”, fuera de los focos, aunque el interés por él puede experimentar “rebrotes espasmódicos”.

Sin embargo, la situación ya no es la misma, pues desde la segunda fase se han creado instituciones y puesto en marcha planes que no han resuelto el problema, pero han traído progresos. Para ilustrar esto, se puede citar, en vez de los ejemplos que menciona el artículo de Downs, uno actual: ahora que ha quedado atrás el pico de atención al cambio climático, se ve que no han disminuido las emisiones mundiales de gases con efecto invernadero, pero las fuentes de energía limpias han recibido un fuerte impulso.

Los gobiernos pueden influir mucho

El “ciclo de atención” propuesto por Downs corrobora la capacidad de una minoría activa para ganarse a la mayoría. Pero a la vez indica que la minoría necesita a los medios de comunicación para concienciar al público, que en general no tiene espontáneamente presente el problema porque lo no experimenta de modo directo. Esto, según Downs, es una causa principal del ciclo que describe: los medios se esfuerzan por captar la atención de la audiencia y no pueden mantenerla insistiendo indefinidamente en el mismo tema, tienen que alimentarla con otros nuevos.

Por tanto, un vuelco de opinión puede no bastar para que haya un vuelco en la realidad. En las transformaciones sociales influyen también las leyes y políticas, otro factor ausente en el experimento recién publicado. La opinión general puede ser catalizador o excusa: un gobierno no necesita que la mayoría esté a favor, sino que no se oponga.

En suma, la relación entre las minorías comprometidas y los cambios es compleja y difícil de determinar. Pero el estudio de la masa crítica es válido para colectivos específicos. Los autores mencionan los conectados en redes sociales. Una minoría del 25% podría conseguir, por ejemplo, que en los grupos de adolescentes dejara de ser aceptado el acoso. En apoyo de esta idea aducen también la estrategia del gobierno chino, que infiltra “confabulados” en las comunidades digitales para dirigir la conversación a los temas que le interesan y apartarla de las que no le convienen.

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