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La red y el hábito del buen leer

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.

“Antes era un buceador en el mar de las palabras. Ahora sobrevuelo la superficie como en un Jet Ski”. Quien escribe es Nicholas Carr, ex director de la Harvard Bussiness Review, en The Atlantic, una de las revistas más leídas por la élite progresista nortamericana. Provocativamente titulado “¿Está Google volviéndonos tontos?”, sus reflexiones han dado mucho que hablar.

“Tengo la sensación -dice Carr- de que Internet está entumeciendo mi capacidad de concentración y de observación. Mi mente se está acostumbrando a recoger información tal y como la distribuye la red: un flujo de minúsculas partículas que se mueven a gran velocidad”. El temor de Carr no se refiere a los contenidos de la web. Va más allá. Su preocupación reside en que la web puede estar dañando nuestros mecanismos mentales. Le inquieta el modo de leer propio del internauta, la manera y los criterios de seleccionar, de memorizar. Y más aún, el efecto demoledor que podría tener sobre la capacidad de concentración.

“Antes yo no pensaba cómo pensaba, pero sentía que mi conocimiento se fortalecía al leer. Sumergirme en un libro o en un artículo de fondo resultaba fácil. Mi mente podía seguir la narración o los giros del argumento, y podía gastar horas recorriendo los vericuetos de la prosa”. Así recuerda Carr los felices tiempos anteriores a la glaciación Internet. “Aquello me resulta cada vez más extraño. Ahora mi concentración comienza a dispersarse después de dos o tres páginas. Me pongo inquieto, pierdo el hilo, comienzo a buscar cosas que hacer”. La lectura pierde parte de su sereno encanto: “Siento que mi cerebro va a la deriva, que tengo que arrastrarlo para que vuelva al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en una lucha”.

El autor no pretende encender alarmas gratuitas e incendiarias, sino alertar sobre una dolencia que reclama soluciones. Sostiene que se trata de algo generalizado y de hecho se apoya en entrevistas a otros intelectuales internautas que comparten su turbación ante el fenómeno. Así, Bruce Friedman, editor de un blog especializado en medicina, dice que también él ha notado cómo Internet está alterando sus hábitos mentales: “Tengo ahora casi totalmente perdida la capacidad de leer y asimilar un artículo largo en la web o en forma impresa”. Carr recoge el relato personal de este patólogo de la Michigan Medical School, que afirmaba también que ahora es capaz de escanear breves pasajes de texto en múltiples fuentes de Internet, pero “ya no puedo leer Guerra y paz”. “He perdido la capacidad de hacerlo -admitía Friedman-. Incluso una entrada en el blog de más de tres o cuatro párrafos es demasiado para asimilarlo”.

Base científica

Carr reconoce que no hay una base científica sólida en la que apoyar sus afirmaciones, que solo pretende describir sus sensaciones y expresar sus miedos. No obstante, alude a algunos estudios, como el realizado por académicos de la University College London. Como parte de un programa de cinco años de investigación, los investigadores examinaron el comportamiento de los visitantes a dos populares sitios de investigación: la British Library y otra biblioteca virtual auspiciada por el Ministerio de Educación británico. Ambos ofrecen acceso on line a artículos de revistas, libros electrónicos, etc. Según explica el autor, “descubrieron que las personas que utilizan las webs revelan una forma de actividad superficial, saltan de una fuente a otra, y rara vez regresan a una fuente ya visitada”. Los usuarios no solían leer más de una o dos páginas de un artículo o un libro antes de “rebotar” a otro sitio.

Nicholas Carr cita también las opiniones de Maryanne Wolf, psicóloga de la Tufts University de Boston. A Wolf le preocupa que el estilo de lectura promovido por la red ponga la eficiencia y la inmediatez por encima de todo. “Esto puede debilitar nuestra capacidad para el tipo de lectura profunda que surgió con la tecnología anterior, la imprenta”. Para Wolf, lo que está en peligro es nuestra capacidad de abstracción, nuestra capacidad para interpretar el texto, para ejercitar las valiosas conexiones mentales que trabajan cuando leemos profundamente y sin distracción.

Adaptación tecnológica

Pero no todo son valoraciones pesimistas en el artículo del Atlantic. Carr fundamenta en la opinión de otros expertos para decir que la enorme plasticidad del cerebro puede llevar a que este se adapte a las características del nuevo modo de leer que conlleva el uso de las nuevas tecnologías. En esta línea, se refiere a cómo algunos medios escritos se contagian de la lógica de lectura on line y fundamentan sus estrategias en estos nuevos modos de leer: “En marzo de este año, The New York Times decidió dedicar la segunda y tercera páginas de cada edición a unos breves resúmenes de sus artículos de interior. El ejecutor de este rediseño, Tom Bodkin, explicó que esos ‘atajos’ darían a los lectores una rápida ‘degustación’ de las noticias del día, ahorrándoles el ‘menos eficiente’ método de hojear las páginas”.

La opinión expresada por Carr en el Atlantic ha recibido importantes apoyos en el mundo intelectual. Por ejemplo, el pulitzer Leonard Pitts escribía recientemente en el Miami Herald que “al leer el artículo he descubierto que no soy solo yo quien está perdiendo el hábito de la lectura. A menudo logro solo digerir textos en pequeños bloques. Comienzo un texto de más páginas y enseguida me asalta un deseo irrefrenable de echar un vistazo a mi correo electrónico. Es todo así de disperso”. Pitts contaba un expresivo testimonio al respecto: “Hace unos días me pidieron que reseñara un libro. Tenía poquísimo tiempo para leerlo. Ha sido una fatiga tremenda, pero me impuse permanecer durante horas sentado en una silla incomodísima. Lo he conseguido, pero al final tenía una sensación de vacío, de culpa por haberme alejado por tanto tiempo del mundo”.

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