Los silencios en la prevención del sida

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Análisis

El informe ONUSIDA de 2005 confirma que el incremento mundial del sida sigue su curso devastador. Algunas cuestiones me han llamado la atención en relación con este informe.

«Detener el sida. Mantener la promesa» es el lema que se escogió para la campaña mundial 2005 de lucha contra el sida. «Mantener la promesa» se refiere a la necesidad de cumplir con todos los puntos que se acordaron en la Declaración de Compromiso sobre el VIH/SIDA firmada en junio de 2001 por la Asamblea General de las Naciones Unidas (www.un.org/ga/aids). En el documento preparatorio de esta campaña de 2005 se hace, de hecho, un resumen del Compromiso. Curiosamente, su punto 52, que dice: «… animando al comportamiento sexual responsable, incluyendo la abstinencia y la fidelidad; expandiendo el acceso a productos esenciales, incluyendo los preservativos masculinos y femeninos…», ha sido «resumido» de la siguiente manera: «… animando al comportamiento sexual responsable, expandiendo el acceso a preservativos masculinos y femeninos…» (www.unaids.org).

A pesar de que el Compromiso de 2001 afirmaba que la abstinencia y la fidelidad deben formar parte de todo programa integral de prevención del SIDA, estas palabras solamente figuran en 3 ó 4 ocasiones en el centenar de páginas del informe ONUSIDA 2005 y se mencionan para señalar inconvenientes de su aplicación en algunos países. Sin embargo, al referirse al éxito logrado, por el retraso de la edad de inicio de las relaciones sexuales y por la reducción del número de parejas sexuales, en el descenso del sida en Uganda o su vecina Kenia, afirman que «en ambos países, es probable que los cambios comportamentales hayan contribuido a estas tendencias». Dejando al lector con la duda sobre de qué «cambio del comportamiento» estamos hablando exactamente.

De hecho, se comprueba que los casos de VIH/SIDA no suelen disminuir a menos que se hayan adoptado también los comportamientos «A» (retraso del inicio de relaciones sexuales) y «B» (fidelidad) de la estrategia «ABC» de prevención del SIDA (cfr. Aceprensa 154/04).

Me llama la atención que entre sus aproximadamente 300 citas bibliográficas no se haya considerado pertinente citar a ninguno de los autores como Green, Low-Beer, Stoneburner o Hearst que han publicado estudios recientes sobre la eficacia de los componentes «A» y «B» de la estrategia «ABC» de prevención de SIDA o estudios cuestionando la eficacia global de las campañas centradas únicamente en los preservativos. Tampoco se hace ninguna mención al consenso internacional publicado en «The Lancet» en 2004 sobre la estrategia «ABC» de prevención del sida (Halperin, 2004).

Para ser realistas

Las campañas publicitarias que se han llevado a cabo en España (como la de 2004: «por ti y por todos, úsalo»), que asumen la promiscuidad sin decir nada en contra, son un ejemplo de medida preventiva no integral. Según datos oficiales, la mayoría de los españoles desconoce que evitar la promiscuidad es crucial para evitar el sida. Desde el punto de vista científico y de la eficacia de la Salud Pública es un error, o un prejuicio, no hacer campañas claras y contundentes desaconsejando la promiscuidad por miedo a ser «moralizantes». Tampoco parecía «realista», aparentemente, plantear programas de educación sanitaria para prevenir el tabaquismo hace años cuando, en muchos grupos de edad, más del 75% de la población fumaba.

En salud pública se pueden dar recomendaciones utilizando canales poblacionales o canales personales cuando los primeros pudieran favorecer efectos indeseables. Por ejemplo, a pesar de haberse encontrado evidencias científicas de que el consumo moderado de alcohol es beneficioso para algunos varones, se recomienda no anunciar a la población que «el alcohol es bueno para la salud» porque podríamos asistir a problemas colaterales debido a su consumo inadecuado o abusivo, como un aumento de los accidentes de tráfico en jóvenes, del alcoholismo o de cirrosis. Por el contrario, se recomienda que su efecto beneficioso se transmita mediante un canal de comunicación personal, del profesional sanitario al paciente concreto.

En el caso del sida asistimos al fenómeno curioso de que se está dando el mismo mensaje a la persona que comercia con el sexo o al usuario de drogas que al joven de 13 años que no ha tenido todavía relaciones sexuales. La falsa idea de seguridad y la sensación de invulnerabilidad propia de la juventud incitan a muchos a dejar la «evitación del riesgo» poniéndose «a riesgo» de infectarse. Evidentemente, cuando se plantea este enfoque no es suficiente con incluirlo en documentos oficiales para dar la impresión de ser respetuosamente pluralista y más «integral».

Tampoco tiene sentido aceptar la idea en público pero afirmando que en la práctica «no es una opción realista». Se trata de que los instrumentos y recursos de la salud pública, de la educación sanitaria, de la publicidad y de los programas educativos hagan el esfuerzo real de transmitir este mensaje sin prejuicios ideológicos y de manera eficaz a la población de jóvenes que se beneficiarían más de la «evitación» del riesgo que de la «reducción» del riesgo.

Parece que existe un autentico prejuicio o «pánico» en pronunciar las palabras «retraso del inicio de relaciones sexuales» o «fidelidad». Se intenta camuflar sus logros y se evita hacer un esfuerzo real para aplicarlos en la práctica. Probablemente no consigamos revertir la pandemia de sida hasta que la abstinencia y la fidelidad formen genuinamente parte de todos los programas llamados «integrales» de prevención del sida.

Jokin de Irala____________________El autor es doctor en Medicina y en Salud Pública, y profesor de la Universidad de Navarra. Una versión más amplia de este artículo apareció en «Diario de Navarra» (1-12-2005).

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