El mundo en que vivimos… y en el que queremos vivir

publicado
DURACIÓN LECTURA: 6min.

Preparando paquetes de alimentos para afectados por la pandemia en Kiev, 2020 // Drop of Light

 

“¿Cuál es el mundo en el que queremos vivir?”, se preguntaba Anna Claire Pache en el panel que dio inicio a BeToCare, un evento que reunió en Roma a más de 150 personas comprometidas en 70 organizaciones sociales de 30 países. “¿Y qué vida queremos vivir en este mundo?”, continuó preguntándose esta profesora en Innovación Social de la ESSEC Business School en París.

Entre el “¿qué?” y el “¿cómo?” implícitos en aquellas preguntas, laten experiencias, proyectos, ilusiones, y una visión del mundo que podría sintetizarse en tres mensajes:

  • Un mundo inclusivo es aquel en el que todos somos protagonistas
  • El cambio social empieza por el personal
  • Una nueva sensibilidad social pide una nueva formación

Un mundo inclusivo

El propósito de ser inclusivo está presente en toda organización que aspire a participar en el escenario público. Nadie duda hoy de su valor ni deja de reconocer los errores del pasado que llevaron a naturalizar conductas discriminatorias. Para ser inclusivas las organizaciones adoptan protocolos y promueven actividades que contribuyan a que sus colaboradores incorporen una nueva sensibilidad que se traduzca en apertura a todos.

Podría decirse que ese es un primer nivel de inclusión, manifestado en conductas externas. El siguiente es más profundo, parte de convicciones, es más ambicioso y se manifiesta en dar protagonismo a los a veces mal llamados “beneficiarios”. Favorecer ese protagonismo presupone creer en la dignidad y el valor de toda persona y en su capacidad de superar los propios límites. La apertura, actitud intrínseca al ser inclusivo, significa finalmente abrirse al misterio del otro y creer en su don.

Convencido de que “todas las personas se merecen tener una segunda oportunidad”, el abogado argentino Eduardo Oderigo creó en 2009 la Fundación Espartanos que se dedica a enseñar rugby en las cárceles como solución para que los presos que salen en libertad no reincidan. La disciplina de ese deporte, junto con otras actividades que acompañan la propuesta, demostró una eficacia tal que el porcentaje de reincidencia en exconvictos que pasaron por el programa es del 5%, contra un 65% de aquellos que no tuvieron esa oportunidad.

Entre las lecciones de la pandemia está la convicción de que todos somos vulnerables, todos nos necesitamos

Para formar parte de Espartanos, las personas privadas de su libertad deben firmar un compromiso en el que acuerdan respetar una serie de normas de conducta, y se espera de ellas un espíritu de superación en el deporte, en la educación y en la espiritualidad. Creen en ellos… y más: están convencidos de lo mucho que tienen para dar a otros. Prueba de ello es el excelente resultado que supuso la contratación de exconvictos que pasaron por el programa Espartanos, para reducir los niveles de conflictividad que, debido a la pandemia, aumentó en los refugios o paradores que existen en la ciudad de Buenos Aires para personas sin vivienda. La presencia de personas que habían atravesado un período de encierro esforzándose por aprender a convivir y a transformarse, influyó de manera decisiva en quienes atravesaban situaciones similares.

Del cambio personal al cambio social

Marta Pedrajas, miembro del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, considera la necesidad de un nuevo contrato social. Un contrato requiere de partes y voluntades que se unan en un compromiso, la creación de una cultura del consumo responsable requiere del compromiso entre productores y consumidores, por ejemplo. Llegar a ese mundo ideal de acuerdos entre partes, de políticas a gran escala, requiere un compromiso previo mucho más asequible, “doméstico” podría decirse. El cambio social pide un cambio personal, una nueva comprensión del mundo y de la propia posición en él. Entre las lecciones que dejó la pandemia, hay una que guía este proceso planetario. Se trata de una convicción que empieza en el interior de cada persona: todos somos vulnerables, todos nos necesitamos.

De esta certeza se deriva un concepto que ha venido a dominar los ámbitos dedicados al marketing y la innovación: la co-creación. “Para involucrarse y cuidar, primero hay que ser”, anunciaba la invitación a participar en BeToCare. Parafraseándola, podría decirse que para co-crear con otros, primero hay que ser… ¿Ser qué? Ser mejores.

Se pueden destacar dos actitudes que hacen mejores a las personas y consecuentemente a las organizaciones: la escucha y la apertura. Escuchar al contexto para responder a las reales necesidades del entorno, y abrirse a trabajar con otros huyendo de la autorreferencialidad y la autosuficiencia.

Incorporar criterios profesionales es una tarea pendiente en el trabajo de muchas organizaciones sociales

La escucha y la apertura aplicada a los jóvenes, porque son ellos los protagonistas del cambio social, es decisivo para comprender lo que el mundo pide, y lo que ellos tienen para dar. De la escucha honesta- escuchar para aprender- deberían derivarse decisiones al interior de las organizaciones que apuesten por nuevos liderazgos afines a las nuevas sensibilidades.

Hacer bien el bien

“Nos dedicamos a cuidar la dignidad de las personas”, expresó el prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz, en la conferencia que dio en el marco de BeToCare, y explicó que allí radica la importancia del trabajo bien hecho.

Incorporar criterios profesionales es una tarea pendiente en el trabajo de muchas organizaciones sociales. Entre otras cosas significa estudiar, investigar, medir el impacto y principalmente formar. Una formación que distinga públicos: es importante formar a aquellas personas que se incorporan a una organización, pero también cuidar el desarrollo profesional de quienes llevan tiempo comprometidos. En este sentido es de destacar el trabajo que desarrolla Potenciar Solidario, una fundación argentina que acompaña a más de 300 organizaciones sociales del país, ofreciéndoles programas gratuitos a través de los que brindan formación, soporte y acompañamiento para la gestión, la comunicación, el voluntariado y el desarrollo de fondos.

Agustina Urdapilleta es coordinadora del área Potenciar ONG de la fundación y explica que además de ofrecer formación a través de un portal, acompañan a las organizaciones en la puesta en práctica de lo que enseñan. Detecta que en general las ONG, “trabajan con mucha fuerza y dedicación en lo que es específico de cada una –educación, prevención de la desnutrición, adicciones–, pero habitualmente les falta una mirada integral que les permita crecer de forma sustentable y finalmente hacer bien el bien, como nos gusta decir en la fundación”.

En esa promoción de la sensibilidad social, necesaria para el cambio que pide el mundo, es decisiva la valentía de pasar de la reflexión abstracta a la experiencia personal, al roce, al embarrarse para aprender a convivir con todos.

Alejandra Costas, que dirige uno hogar para gente sin vivienda en la ciudad de La Paz (Bolivia), asegura: “No es lo mismo dar de comer a los pobres que comer con ellos. El compromiso cristiano va más allá que un acto de caridad: es poder tener la capacidad de sentarte con tu hermano a compartir tu vida, a compartir tu tiempo.”

“¿Cuál es el mundo en el que queremos vivir?, y ¿cómo queremos vivir en ese mundo?”. Preguntas que lanzaba al público la profesora experta en innovación social. Otras dos preguntas podrían ser el puntapié de una respuesta comprometida a nivel personal, con el hoy y ahora: ¿Cómo es el mundo en que vivo? ¿Cómo quiero vivir?

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.