Cuando el consumo de un producto es adictivo, está al alcance de cualquiera y a menudo es gratuito, no es extraño que se “normalice”. Pero eso no quiere decir que sea inocuo. En la era de Internet, la pornografía ha invadido no solo los ordenadores sino también las mentes de muchos. Lo cual está teniendo unos costes en términos de salud mental, tensiones en las parejas y depreciación de la sexualidad. Una versión de este artículo se publicó en el
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