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La revolución familiar en China

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Los acelerados cambios que está experimentando China en las últimas décadas han afectado también a la vida familiar. El periodista Robert Marquand ha dedicado una serie de artículos a este fenómeno en el diario estadounidense «Christian Science Monitor» (15, 16 y 20 de diciembre de 2005).

En el primer artículo, Marquand explica los factores que han hecho posible la revolución familiar en China. Considera, en primer lugar, que gracias al menor poder de la burocracia ahora es más fácil casarse. «Los formularios oficiales para tramitar el matrimonio ya no contienen incómodas preguntas sobre antecedentes familiares o afiliación al Partido Comunista. Y las parejas ya no tienen que pedir permiso a su jefe de unidad laboral para poder casarse».

Otro factor decisivo ha sido el de dejar en manos de los novios la elección del cónyuge. Hoy no hace falta el consentimiento paterno, y prácticas como el acuerdo entre familias han caído en completo desuso. Según los últimos datos del «China Daily» citados por Marquand, hasta hace pocos años sólo 2 de cada 10 chinos podían elegir a su pareja; hoy, 9 de cada 10 elige o tiene pensado hacerlo.

En tercer lugar, si antes lo habitual era que el noviazgo desembocara en el matrimonio, ahora la mentalidad que impera es conocer al mayor número de gente posible, sin compromiso. Esta tendencia viene potenciada por las nuevas tecnologías que ofrecen oportunidades de encuentro, y por el desequilibrio de sexos (entre 2020 y 2050, China podría llegar a tener 40 millones de hombres solteros incapaces de encontrar esposa).

En cuarto lugar, la independencia económica de los jóvenes ha puesto en entredicho uno de los valores familiares con más tradición en China: la autoridad de los padres. Como explica Dong Zhiying, investigador en la Academia China de Ciencias Sociales, «en el pasado, las personas mayores de la familia eran muy dominantes. Y los jóvenes no tenían más remedio que respetarlas. La autoridad de los padres descansaba en el dinero y en el poder; si no les respetabas, perdías su favor». Hoy, en cambio, «los jóvenes ya no necesitan a los mayores. Pueden salir adelante con sus cualidades: ir a la universidad, ser independientes, y tomar sus propias decisiones».

La posibilidad de iniciar la convivencia fuera del hogar paterno, combinada con la política del hijo único, ha invertido el orden de la dependencia en la familia: ya no son los jóvenes quienes dependen de los mayores, sino al revés. Esto plantea el problema, tan extendido en las sociedades occidentales, de la atención a los mayores.

De la familia extensa a la nuclear

En el segundo artículo, Marquand se detiene a examinar el panorama sociológico actual que ofrece la familia en China. Quizá el rasgo más característico de todos sea el paso de un sistema de familia extensa, que organizaba la convivencia de hasta cuatro generaciones en el mismo hogar, al de la familia nuclear, formado exclusivamente por los cónyuges y sus hijos. En 2000, el 60% de las familias que residían en zonas urbanas albergaban únicamente a dos generaciones.

Otro cambio importante se refiere al número de hijos, fruto de la implantación -a finales de los 70- de la política del hijo único. Esta política demográfica ha dado lugar, especialmente en las grandes ciudades, a padres hiperprotectores que concentran sus expectativas en el único hijo: «Tanto los padres ricos como los pobres gastan, e incluso derrochan el dinero, en clases particulares y actividades extraescolares para sus hijos», apunta Marquand.

Asimismo, se aprecia la subida del índice de divorcios -que se ha triplicado en las dos últimas décadas- y de otros fenómenos como la cohabitación, la maternidad en solitario o la soltería. También existe una mayor aceptación social de la homosexualidad, pero sin reconocimiento jurídico de las parejas homosexuales.

En el tercer artículo, Marquand destaca el protagonismo que ha tenido la mujer como motor de cambio en el panorama familiar. «En las zonas urbanas de China, las esposas y las hijas están reivindicando un nuevo estatus y más peso en la familia. Su poder adquisitivo está creciendo; en la calle, hay un nuevo discurso sobre el amor y la ayuda mutua; y, en fin, las mujeres chinas son un bien escaso. Todo esto las está revalorizando».

En efecto, como explica más adelante, la prohibición de tener más de un hijo no sólo ha provocado un descenso notable de la natalidad en China, sino también un desequilibrio nunca visto en la proporción de sexos: el año pasado nacieron 119 niños por cada 100 niñas, cuando la proporción natural es de 105 por 100. Esta circunstancia ha colocado a la mujer en una posición privilegiada a la hora de escoger pareja, lo que ha influido también en el divorcio. Marquand cita como ejemplo el caso de la ciudad de Guandong, donde el 74% de los divorcios que tuvieron lugar durante el año pasado fueron iniciados por mujeres.

Por otra parte, el ascenso social de la mujer ha supuesto «un énfasis mayor en el amor dentro del matrimonio -manifestado en la idea de la ayuda mutua- y un retroceso del individualismo», concluye Marquand.

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