¿Demasiados chinos? Podrían ser pocos

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En un editorial, The Economist (21-XI-98) señala que el problema demográfico chino no es el exceso de población, sino el rápido envejecimiento, artificialmente provocado por la política del hijo único.

Durante años, la gente ha tenido pesadillas malthusianas a propósito del crecimiento demográfico. Aunque, en algunos países, la elevada natalidad ha causado problemas de distribución de alimentos, de medio ambiente, de escolarización y de atención sanitaria, las teorías de Malthus, en su mayor parte, han resultado ser un cuento. Pero sus sombrías predicciones han metido miedo a sucesivos gobernantes comunistas chinos, que han puesto en marcha la política demográfica más atroz que han visto los siglos. Decididos a cuadriplicar la renta china por cabeza para el año 2000, Mao y sus sucesores adoptaron el sencillo expediente de prohibir que creciera el número de cabezas. Pero el resultado va a ser que en el siglo próximo se exacerbará un tipo completamente nuevo de crisis demográfica, cuando China se convierta en el país pobre más envejecido del mundo.

Algo de lo que ha ocurrido en China ha sucedido ya en otras zonas de Asia oriental: un fenómeno que el demógrafo estadounidense Nicholas Eberstadt ha bautizado «implosión demográfica mundial». En Asia ha subido la esperanza de vida y ha bajado la fecundidad mucho más deprisa que en el mundo industrializado. Pero China está envejeciendo a un ritmo mucho más rápido que cualquier otro país pobre comparable, merced -al menos en parte- a su política del hijo único. Parece que la fecundidad ya ha caído por debajo del nivel necesario para el reemplazo de generaciones. Si eso no cambia, en el 2030 más de uno de cada cinco chinos será mayor de 60 años, y la población activa habrá empezado a disminuir, en términos absolutos. Si eso ocurre, China -a diferencia de casi todos los países- habrá envejecido antes, no después, de convertirse en una nación rica.

La principal consecuencia será una pesada carga sobre la población activa. Habrá un gran número de abuelos necesitados de ayuda familiar y económica, sin suficientes jóvenes para dársela. Como la familia sigue siendo la que principalmente se encarga de cuidar de los ancianos, las mujeres de mediana edad tendrán que atender a varios viejos, y se encontrarán impedidas de trabajar justo cuando más necesiten ahorrar para su propia vejez. Y quienes trabajen habrán de pagar la factura de la sanidad y las pensiones, entre otras cosas.

(…) La cuestión más fundamental es si el gobierno chino puede seguir diciendo a las mujeres cuántos hijos deben tener. La política del hijo único se ha suavizado marginalmente: a las familias campesinas se permite tener dos hijos, en especial si el primero es una niña; y cuando se casan dos hijos únicos, se les permite tener dos. Pero el gobierno sigue interviniendo, a una escala desconocida en el resto del mundo, en la conducta reproductiva de las personas. (…) Sin duda, a la mayoría de las familias les gustaría decidir por sí mismas cuántos hijos tener. (…

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