En las últimas semanas se ha recrudecido la campaña de las autoridades chinas contra los disidentes. A las medidas de censura habituales, que limitan la libertad de expresión y de información, se han sumado actuaciones contra las confesiones religiosas y otras detenciones de artistas e intelectuales que han levantado protestas en Occidente. Pero a la creciente represión que el gobierno chino desarrolla en su propio territorio se une ahora otro elemento de distorsión: un ambicioso plan del Gobierno destinará más
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