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China: privatizaciones encubiertas

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Lo que, en la mente de los planificadores chinos, debía ser sólo un experimento restringido de mercado bursátil, se está convirtiendo inesperadamente en una privatización de hecho. Según informaciones procedentes de Hong Kong, el Estado chino está perdiendo el control de importantes empresas que cotizan en las bolsas de Shanghai y Shenzhen o en la de Hong Kong.

Al abrir, hace cuatro años, mercados de valores en las zonas económicas especiales y permitir la salida a bolsa de algunas empresas, el gobierno chino tomó precauciones legales para retener la mayoría de la propiedad. Se crearon diversos tipos de acciones, según que pudieran pertenecer a inversores chinos o extranjeros, particulares o institucionales, e intercambiarse en los mercados nacionales o en el exterior; y se impusieron limitaciones a la transmisión de títulos. Pese a estas medidas, en algunos casos la mayoría ha pasado a manos ajenas.

Las pérdidas de control estatal están produciéndose principalmente de dos modos. En unos casos, organismos oficiales necesitados de liquidez, a los que, al principio del experimento, se adjudicaron títulos, venden sus participaciones al mejor postor, sin respetar las limitaciones legales. En otras ocasiones, esos propietarios pierden la mayoría al no poder suscribir ampliaciones de capital. Así ha ocurrido recientemente con la petroquímica Shandong, en la que, tras una emisión de acciones, la participación del Estado ha bajado del 51 al 38 por ciento.

El incumplimiento de las previsiones del gobierno parece deberse, en no pocos casos, a la actitud de los poderes regionales, que desean más autonomía y obedecen cada vez menos a Pekín. Esto mismo está causando también problemas financieros al Estado, pues las provincias ya no son diligentes a la hora de recaudar impuestos para la Administración central.

De momento, el gobierno no está aparentemente dispuesto a imponer sus criterios a toda costa. Por otra parte, se declara resuelto a proseguir -aunque no sin ambigüedades- los intentos de crear una economía «socialista» de mercado. Unas cuatro mil empresas estatales han sido ya transformadas en sociedades anónimas. En noviembre pasado, el Partido decidió iniciar un experimento por el que el Estado cedería el control de cien grandes empresas, para hacer lo mismo después, si todo saliera bien, con otras 11.000. En esta operación, el Estado conservará la propiedad, pero todo lo relativo a la dirección empresarial quedará en manos de los consejos de administración.

Con esto se pretende que los directivos se responsabilicen efectivamente de la marcha de las empresas, pues hasta ahora, sin autonomía, no se preocupan bastante de la cuenta de resultados. Actualmente, más de un tercio de las compañías estatales chinas tienen pérdidas, y otro tercio apenas equilibran ingresos y gastos. El Partido ha dicho que cerrará las empresas que no den beneficios.

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