Política es un libro breve, ameno, que trata de forma sencilla e inteligente las principales dificultades y paradojas de la acción política, algo inevitable si se quiere paz en una sociedad inevitablemente propensa a abusos de todo tipo. “La política –dice el autor, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Cambridge– no puede consistir en largos periodos de indiferencia salpicados de breves arrebatos de furia”. Pero es eso lo que ocurre en las democracias: indiferencia y desentendiniento que de pronto se convierten en una utopía desinformada, como son las diversas formas de populismo.
La excusa para la irrupción populista, que tiene mucho de real, es la perpetuación de la injusticia, en forma de desigualdad, combinada con un mayor conocimiento de casos de corrupción, que ha habido casi siempre. O bien el difícil equilibrio entre qué se ha de dar a la igualdad limitando la libertad, sobre el que habla el libro. El espectáculo de la desigualdad en algunos países democráticos, de quienes tienen mucho menos que la media (por más que, comparados con la mayoría de los países, tienen mucho) lleva a imaginar esas “soluciones” populistas. Runciman cita concretamente el régimen de Chávez en Venezuela.
Esa es la orientación, por confesión propia, que está en el origen y el desarrollo de Podemos, en España. Pero estos nuevos políticos, candidatos a la “casta” del futuro, por mucho que procedan de una facultad de ciencias políticas se olvidan de dos realidades: nada menos que la naturaleza y la historia. Sin necesidad de seguir en todo a Hobbes y a Maquiavelo, ampliamente citados en el libro de Runciman, hay que reconocer que la naturaleza humana –cada ser humano–, capaz del bien, se inclina bastante al mal.
Runciman no dice –nadie o casi nadie lo dice– que la única salida positiva a estos problemas políticos no está principalmente en la mejora de la estructura y los reglamentos de las instituciones –que también–, sino en la suma de muchos comportamientos individuales honrados y eficaces, principalmente entre quienes tienen la representación popular, pero también en el pueblo que les vota.
En otras palabras, sin el predominio de la virtud –en sus dos sentidos, que se resumen en hacer bien el bien– la política no funciona. Runciman muestra la importancia de la política y los desafíos que se presentan en el seno de nuestras sociedades democráticas.