Christopher West: “La Iglesia sólo está empezando a entrar en la riqueza de la teología del cuerpo que Juan Pablo II nos ha dejado”

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Christopher West, “Made for More” en Auckland, Nueva Zelanda (foto: All the Daisies Photography)

“Si encuentro en mí mismo un deseo que nada de este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para otro mundo.” – C.S. Lewis. Esta sugerente cita del conocido escritor británico abría el evento Made for More, una introducción a la teología del cuerpo a cargo de Christopher West, fundador del Instituto de la Teología del Cuerpo, y el cantante Mike Magione. Un show con el que recorren el mundo y que pasó por el auditorio Herrera Oria de Madrid el 21 de septiembre, como parte de la inauguración de curso del Soul College. Las entradas se agotaron semanas antes del evento, por lo que se retransmitió online para aquellos que no pudieron asistir.

A través de imágenes, vídeos, música en directo y una presentación que era más una performance que una clase, West y Magione trataron de llegar al corazón del público para iniciarlo en la teología del cuerpo de Juan Pablo II. Cuando aún era un joven sacerdote, Karol Wojtyla tuvo una revelación paseando entre las esculturas griegas de las termas de Diocleciano en Roma: ese esfuerzo por plasmar la perfección desnuda del cuerpo humano era una búsqueda de aquella belleza encarnada que fue una realidad cuando Dios se hizo hombre. Este descubrimiento de lo que el cuerpo tenía que decir teológicamente tomaría forma primero en su libro Amor y responsabilidad y, finalmente, en la catequesis papal de la teología del cuerpo.

Partiendo de la experiencia que tuvo Juan Pablo II con esas esculturas, West explicó en la presentación que los anhelos más profundos del ser humano se pueden descubrir en tantas otras manifestaciones artísticas, desde las canciones de Bruce Springsteen o U2, hasta el “I dreamed a dream” de Los Miserables o en el “Shallow” de Lady Gaga y Bradley Cooper. Hablamos con él sobre la teología del cuerpo, el papel de los artistas y la responsabilidad de la Iglesia a la hora de transmitir una moral sexual que no siempre ha sido bien explicada.

– ¿Es la teología del cuerpo la revolución sexual católica?

– Depende de lo que entendamos por revolución. Es revolucionaria en el sentido de que nos lleva al corazón de nuestra humanidad y nos ayuda a reorientarnos. Mucha gente piensa que el catolicismo enseña que debemos reprimir, rechazar o apagar nuestros deseos sexuales. Esa no es nuestra fe. La fe católica nos invita, con la gracia de Dios, a redirigir nuestros deseos hacia lo que realmente deseamos, que no es otra cosa que el amor en su sentido más pleno, rico y gratificante.

– ¿Y qué dice la teología del cuerpo al respecto?

– Lo que aprendemos en la teología del cuerpo es, entre otras cosas, que nuestra capacidad como varón y mujer de entrar en comunión íntima y, como resultado, de generar hijos e hijas, es un eco en el mundo creado del misterio de Dios, que es en sí mismo una comunión eterna de amor que da vida. Esa llamada a la comunión y a la generación es una llamada a vivir a imagen de Dios. Eso es lo que hace que nuestros cuerpos no sean sólo biológicos, sino teológicos. Nuestros cuerpos cuentan una historia divina.

La teología del cuerpo cambiará el mundo porque nos muestra que el cristianismo no es una dieta de inanición, sino una invitación a un banquete de bodas

– La teología del cuerpo del papa Juan Pablo II se impartió como una catequesis en sus audiencias de los miércoles entre 1979 y 1984. ¿Llegó a entenderse entonces o se está empezando a valorar ahora?

– En 2008, tuve una conversación con el cardenal Dziwisz [secretario de Juan Pablo II] en la que me dijo que el Papa sabía, cuando impartía estas audiencias de los miércoles, que en realidad no estaban destinadas al público de la plaza de San Pedro. Pero buscaba un vehículo para transmitir esta enseñanza, sabiendo que habría gente en la Iglesia que la asumiría, la estudiaría y la traduciría en categorías y lenguaje, imágenes y arte que comunicaran el mensaje a un público más amplio. Y aquí estamos, 40 años después, y la Iglesia sólo está empezando a entrar en la riqueza de lo que Juan Pablo II nos ha dejado.

– ¿Por qué crees que la reflexión sobre la teología del cuerpo de Juan Pablo II está en auge ahora? ¿Hay algo en particular de este momento histórico que la haga tan atractiva?

– Sí. En el mundo moderno hay un ataque violento contra la creación del ser humano como varón y mujer. Para un tiempo así se nos ha dado la teología del cuerpo de Juan Pablo II. Cuando sentimos la enfermedad, es cuando buscamos la cura.

– ¿Y qué tiene la teología del cuerpo de revolucionario?

– Todos tenemos un hambre muy, muy profunda que intentamos satisfacer de un modo u otro. Mucha gente crece pensando que el cristianismo presenta un “planteamiento de inanición”. La idea básica que a menudo recibimos es: esa hambre es mala, reprímela y sigue estas reglas. En cierto modo, así me educaron a mí. Entonces, en mi adolescencia, cuando el hambre realmente se manifestó, me decanté rápidamente por lo que yo llamo el “planteamiento de comida rápida”, que es la promesa de gratificación inmediata de esa hambre que ofrece la sociedad actual. Y, si la elección es entre la inanición y la comida rápida, bueno, vamos a escoger la comida rápida. Por eso creo que tanta gente ha abandonado la Iglesia en los últimos 60 o 70 años.

Es cierto que la comida rápida sabe bien al tragar, pero, al final, te va a sentar mal y vas a pensar que tiene que haber mejor comida que esta. La teología del cuerpo cambiará el mundo porque nos muestra que el cristianismo no es una dieta de inanición. Es una invitación a un banquete de bodas, a un banquete que realmente se corresponde con nuestra hambre. Si la elección es entre el banquete y la comida rápida, gana el banquete. ¿Qué dice Jesús? Dice: salid a las calles principales e invitad a todos al banquete de bodas.

– En este sentido, ¿qué responsabilidad tiene la Iglesia católica en la deformación de la correcta comprensión de la sexualidad?

– Permítanme decirlo así. La enseñanza católica ha sido a menudo interpretada con una música equivocada. ¿Y qué impacta más en el corazón humano, la letra o la melodía? La melodía impacta más en el corazón. Y cuando la enseñanza de la Iglesia se presenta en tono de reproche, de humillación o de condena, no atrae a nadie. Entonces, podríamos pensar que la solución es cambiar la enseñanza. Pues bien, eso sólo causa otros problemas. Lo que hace Juan Pablo II no es cambiar la enseñanza, sino la música, poner a la letra la banda sonora adecuada. Y la auténtica banda sonora de la fe católica es el Cantar de los Cantares, la gran poesía de amor erótico de la Biblia.

¿Por qué han amado los santos el Cantar de los Cantares? ¿Por qué han escrito más comentarios sobre esta bella, romántica y erótica poesía amorosa que sobre cualquier otro libro de la Biblia? Porque han comprendido que ésta es la auténtica banda sonora de nuestra fe. Si eres profesor de baile y todo lo que haces es decirle a la gente: “no pongas el pie ahí, no te muevas de esa manera”, ¿quién quiere recibir esas clases? Pero si pones la música, y es hermosa, la gente, por su propia voluntad, querrá bailar al ritmo de ella. Eso es lo que hace Juan Pablo II. Está diciendo: escucha esta hermosa música y ven a bailar al compás.

Tendemos a pensar en el cuerpo como una prisión de la que escapar para llegar a Dios, pero el cristianismo representa el movimiento contrario

– Esto de la música me trae a la memoria que Juan Pablo II dijo que la Iglesia necesita desesperadamente artistas. ¿Qué crees que quiso decir exactamente con eso?

– Bueno, tenemos un artista en plantilla en el Instituto de Teología del Cuerpo y resulta que está sentado aquí mismo, así que quizá deberíamos dirigir esa pregunta a Mike Mangione.

Mike: Yo diría que los artistas tienen la capacidad de poner en imágenes, historias, melodías y colores lo que a las palabras por sí solas les cuesta transmitir. Y creo que muchos de nosotros necesitamos ver la bondad y la belleza ejemplificadas. Así que su responsabilidad es abrirse y verse a sí mismos creando con el Creador, convirtiéndose en co-creadores para revelar lo que las palabras por sí solas no pueden decir; quitarse de en medio para que el Señor pueda trabajar a través de él o ella. Y la belleza del arte es que el Espíritu Santo tiene la libertad de trabajar a través de ese artista para encontrarse con las personas que experimentan su arte, específicamente en el punto en el que se encuentran en su vida.

Incluso cuando el arte es oscuro expresa ese grito: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Es ese vacío, ese dolor. Una vez vi un gran documental sobre Glenn Gould, que era pianista, y muy sincero respecto a su ateísmo. En una de las entrevistas del documental, una mujer dice: «Recuerdo la primera vez que le vi tocar. Fue como si viera a Dios por primera vez». Dijo que era tan hermoso, que fue como ver el cielo en la tierra. Ese es el poder del arte.

– Esa idea del cielo en la tierra tiene un significado literal para los cristianos en la persona de Jesucristo, Dios hecho hombre. Por lo tanto, podríamos decir que la teología del cuerpo ha estado en el corazón del Nuevo Testamento y de la Iglesia desde el principio…

– La Encarnación es el corazón de la Iglesia. Encarnación: dar carne al espíritu, hacer visible lo invisible, éste es el misterio cristiano. En este sentido, el cristianismo es siempre una teología del cuerpo. La obra de Juan Pablo II no hace más que iluminar lo que el cristianismo es y ha sido siempre: hacer visible lo invisible a través del cuerpo de Cristo.

– Así que, Juan Pablo II no fue un revolucionario que lo descubrió, sólo encendió la luz.

– Correcto. Aunque aporta un lenguaje nuevo para expresarlo. Es algo siempre antiguo y siempre nuevo.

– Entonces, ¿en qué momento se olvidó la Iglesia de esto? ¿Qué contaminaciones ha sufrido el mensaje cristiano?

– Bueno, no creo que «la Iglesia» propiamente dicha lo haya olvidado nunca, pero mucha gente en la Iglesia ha olvidado la importancia del cuerpo humano para su propia fe. En el mundo moderno, René Descartes nos dio la sentencia «pienso, luego existo», y Juan Pablo II dice que es el padre del racionalismo moderno. Racionalismo significa aquí poner nuestra identidad en el pensamiento, lo que convierte al cuerpo en algo en lo que pensamos, algo que diseccionamos, pero que ya no somos nosotros. Es el comienzo de lo que Juan Pablo II llama un nuevo maniqueísmo. Tendemos a pensar en el cuerpo como una prisión de la que queremos escapar para llegar a Dios, pero el cristianismo representa exactamente el movimiento contrario. El cristianismo significa abrir el cuerpo como templo para que Dios entre en él, para que pueda llegar a nosotros. No necesitamos escapar del cuerpo para llegar a Dios. El cristianismo comienza cuando una mujer aprendió a abrir su cuerpo a la morada de Dios en su interior. Esto es la Encarnación.

– Así pues, la Iglesia nunca ha desdeñado el cuerpo, como a menudo se ha dicho…

– No, la auténtica enseñanza de la Iglesia siempre ha condenado sin fisuras toda tendencia a degradar el cuerpo y el mundo físico. El amor sexual comprometido, no lo olvidemos, es uno de los sacramentos de la Iglesia católica: se llama matrimonio. Pero algunas personas, muchas personas, dentro de la Iglesia han aceptado el planteamiento maniqueo como si fuera la enseñanza de la Iglesia. Es una distinción importante. Y Juan Pablo II dice que la Iglesia ha dado por fin, en el Concilio Vaticano II, la respuesta largamente esperada a esa huida del cuerpo, insistiendo en que Cristo, el Verbo hecho carne, revela plenamente al hombre a sí mismo y deja clara su vocación suprema.

Sin embargo, el mundo sigue abrazando esa ruptura cartesiana de mente y cuerpo. Y hoy, «pienso, luego existo» se ha transformado en «pienso, luego soy cualquier cosa que pienso que soy». Hay personas que se identifican como animales, y esa es la progresión lógica. Si un hombre puede decir: “oh, no me identifico con mi cuerpo como hombre, voy a ser una mujer”, entonces, ¿por qué no puedo decir que voy a ser un gato? En Estados Unidos, hay escuelas donde la administración ha puesto un cajón de arena en los baños para los niños que se identifican como gatos. ¿Y esto es honrar su libertad? ¿Su individualidad? No, es institucionalizar una ruptura terrible entre el cuerpo y el alma. Y, cuando hacemos esto, no hay fin a la locura que sobreviene. Hemos perdido de vista la verdad de nuestra humanidad cuando nos desligamos de nuestros cuerpos.

– ¿Qué puede decir la teología del cuerpo en relación con la revolución sexual, la guerra de sexos y la ideología de género?

– La teología del cuerpo es una respuesta muy bien pensada y convincente a toda esa crisis. Estamos en una guerra sin tregua contra el significado de la diferencia sexual en el mundo moderno. Y para un momento como éste nos ha sido dada la teología del cuerpo de Juan Pablo II. Es el antídoto teológico, pero aún no se ha inyectado realmente en el torrente sanguíneo de la Iglesia. Cuando lo haga, veremos la nueva primavera del cristianismo que Juan Pablo II presagió.

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