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Islam en Cuba: un cóctel “light” con algunas gotas ácidas

publicado
DURACIÓN LECTURA: 8min.

Un reportaje sobre un grupo de fieles musulmanes rezando arrodillados en pleno Paseo del Prado de La Habana (ver abajo), despierta la sonrisa del que sabe con qué gelatinosa seriedad suelen algunos tomarse las creencias religiosas en ese rincón del Caribe.

No es que el islam haya llegado a la isla de la mano de algún Simbad precolombino, como fantaseó recientemente el presidente turco; ni que lo hayan llevado a principios del siglo XX los emigrantes libaneses y sirios, pues eran mayormente cristianos maronitas. Pero hoy está allí: arribó con los jóvenes de países musulmanes que volaron a Cuba a estudiar una carrera universitaria, y también ganó sus primeros adeptos en algunos nacionales que obtuvieron el Corán por diferentes vías, formaron sus propios grupos y se acercaron a diplomáticos o visitantes del mundo árabe para pedir asistencia en la nueva fe.

A día de hoy, las cifras de seguidores del Profeta son vacilantes. Algunas fuentes hablan de 4.000 fieles, y otras, de hasta 10.000, aunque no todos son cubanos –hay estudiantes de diversos países que participan de las celebraciones–. Una asociación, la denominada Liga Islámica de Cuba (LIC) se erigió en 2007 en interlocutora con el gobierno del Partido Comunista, y es el canal autorizado a través del cual los creyentes e instituciones de otras latitudes pueden hacer llegar ayuda económica y asesoría espiritual a sus correligionarios de la Isla.

Sin embargo, como muchas otras realidades que singularizan a Cuba, la del islam no está exenta de una mezcla en la que convergen una idiosincrasia muy particular, una crisis económica que empuja a creer “en lo que sea”, una pugna por atraer el favor de los donantes y, quizás el más preocupante y desconocido: la presencia de simpatizantes del extremismo islámico.

El gobierno trata de evitar que un único país musulmán apadrine el islam en Cuba

Mezcolanza espiritual y de costumbres

Culturalmente, el islam es una realidad exótica para los cubanos, anclados –generalmente sin ser conscientes de ello, debido al esfuerzo gubernamental por desterrar a la religión de los espacios públicos– en una tradición judeocristiana que pervive en costumbres, leyes, manifestaciones artísticas, etc., y que está fuertemente influenciada por la religiosidad africana, dada la enorme masa de esclavos subsaharianos que arribaron desde el siglo XVI.

En tal “potaje cultural”, no resulta extraño que, preguntado al azar sobre su credo, cualquier transeúnte responda sin vacilar: “Soy católico”, aunque en casa tenga un altar dedicado a las deidades yorubas de Nigeria.

De esa mezcolanza espiritual y de costumbres no escapan, por supuesto, los seguidores de Mahoma. Una muestra sería que, en su más estricta interpretación, las reglas islámicas prohíben las bebidas alcohólicas, y sin embargo, el fundador de la LIC, Pedro Lazo (el “imán Yahya”) reconoce que “el cubano siempre ha tenido cierta tendencia hacia ellas (…) En general, la ingestión de alcohol se deja a la consideración del creyente”. Algo parecido ocurre con la carne de cerdo, muy apreciada en una cocina con fuertes ecos españoles. El imán se encoge de hombros: “Tiene el problema de que es muy sabrosa; justo como todas las cosas que son malas”. Pero no se atreve a prohibirla.

Más allá de los hábitos alimentarios, está el choque entre los modos de relación social occidentales e islámicos, que en Cuba se resolvería en fusión. A este redactor le resultó hilarante observar al embajador iraní en La Habana caminando desesperadamente hacia atrás para evitar el beso de una periodista cubana. No tendrá este problema el fisioterapeuta criollo entrevistado por CNN, que, converso como casi todos los musulmanes isleños, toda su vida saludó con un beso a sus compañeras, y confiesa que seguirá haciéndolo.

En cuanto a observancias, también se aprecia cierta permeabilidad. Al imán Yahya, que todos los viernes convierte el portal de su casa en sitio de oración, le tiene sin cuidado que acudan por igual sunnitas y chiitas –con notables diferencias doctrinales–, “siempre que haya respeto”. Como tampoco le causa extrañeza a uno de los pilares de la Liga, la doctora Marta Linares (“Fátima”), la confluencia de “algunos [fieles] que militan dentro de las filas del Partido Comunista y la Unión de Jóvenes Comunistas”, algo que les provocaría un síncope a los ortodoxos del Reino de Saud.

Algunos fieles de la comunidad islámica pertenecen al Partido y a la Juventud Comunista

Turcos y sauditas proponen, y Cuba dispone…

Pese a que funciona con normalidad desde 2007, la LIC no tiene una web oficial. Para enterarse de las actividades de la organización, el curioso debe visitar su improvisada página de Facebook, donde aparecen imágenes de dirigentes de la comunidad repartiendo bolsas de alimentos donados por instituciones como la Diyanet (la Secretaría de Religiones de Turquía).

Debe quedar constancia de que la asistencia llega y se entrega debidamente. De ahí la repetición de imágenes de este tipo, que pretenden mostrar “transparencia” ante los donantes, pero que sugieren una segunda consideración: en un país con graves deficiencias productivas, que importa la mayor parte de lo que consume (y que no alcanza), el asegurarse periódicamente una “jaba” (bolsa) de suministros supone una extraordinaria fuerza de atracción, por lo que algunas “conversiones” pueden tener un motivo muy poco místico.

Añádasele, en tal sentido, el apoyo financiero que personas e instituciones sauditas han ofrecido no solo para distribuir el Corán y otros materiales impresos, sino para que grupos selectos de fieles peregrinen a La Meca. El refrán “quien paga, manda” tiene aquí su versión de “quien paga, adoctrina”, algo que se deja ver sutilmente en otros marcos, más oficiales, que trascienden la humilde sala de oración del imán Yahya.

En esta dinámica de “ganar corazones” se hallan los intentos de Turquía y Arabia Saudita de erigir dos mezquitas en la Isla. El presidente Erdoğan, en reciente visita a Cuba, manifestó interés por incrementar el comercio bilateral y las inversiones, y dejó caer de pasada su plan para construir una mezquita en la capital, sin colaboración de nadie más porque “nuestra arquitectura es diferente de la saud&iacute”;. Los del reino wahabita, que han concedido un préstamo blando por 40 millones de dólares a La Habana, también pretenden levantar la suya.

Por supuesto, al gobierno cubano le importan menos los estilos arquitectónicos que las variantes doctrinales que quieren tomar plaza allí, y por eso ha buscado previamente involucrar en el proyecto a varios países musulmanes, de manera que nadie reclame para sí el “monopolio” del islam cubano. Hasta el momento, sin embargo, más allá de informaciones contradictorias en la prensa, el asunto de “quién-construye-qué-cuándo” continúa envuelto en el misterio.

Los musulmanes en Cuba no escapan a la mezcolanza espiritual y de costumbres

¿Yihadistas “en embrión”?

Desde luego, el mar de contradicciones internas que es el mundo islámico no podía dejar de reproducirse en Cuba. La LIC y su islam “descafeinado” –en opinión de musulmanes más ortodoxos– recibe críticas de algunos de sus correligionarios tanto por motivos doctrinales como por presuntamente servir de instrumento de control del gobierno sobre la comunidad musulmana para que no se salga del “carrilito”.

El propio imán Yahya ha estado en la diana de las críticas de otros grupos islámicos por insertar en sus sermones contenidos políticos que sintonizan con la línea ideológica del Partido Comunista. Es harto conocido que agentes de seguridad se infiltran en las parroquias católicas e iglesias protestantes para verificar que la prédica no sea demasiado “áspera”, y no hay que desestimar que ocurra lo mismo entre la masa de seguidores de Mahoma. Pero si, de inicio, el predicador es “confiable” y no se pierde en complicados temas “terrenales”, pues mayor tranquilidad para las autoridades.

De igual modo, la división toma cuerpo en el patrocinio que los “moderados” de la LIC y los más “radicales”, nucleados en el grupo denominado Ahlu Sunna Wal Jamaah (Pueblo del Corán y la Tradición), reciben de instituciones y donantes particulares sauditas. El año pasado, tal como sucedió con la delegación de la LIC, también los “radicales” cubanos recibieron apoyo económico para que un puñado de sus miembros realizaran su peregrinación a La Meca.

Uno de estos últimos, que se hace llamar Abu Dujanah y reside en La Habana, fue entrevistado por el portal no oficial de noticias Cubanet, y llegó a justificar las acciones del Estado Islámico: “El ISIS guerrea por gobernar las tierras desde Marruecos hasta China y conformar el Gran Califato. Por ganar las tierras, las enormes riquezas y recursos naturales que le pertenecen. Quieren y pretenden lo que es suyo y por eso lucharán hasta la muerte. Nosotros como musulmanes no podemos decir libremente que estamos con el ISIS, pues nos traería problemas con el régimen. Pero tampoco podemos decir que estamos en contra del ISIS, pues sería contradecir nuestros preceptos como musulmanes”.

Con casi total certeza, tras repasar el artículo de Cubanet, el aparato de inteligencia cubano estará tras la pista de estos “yihadistas en embrión”, máxime cuando las actuales circunstancias apuntan a un futuro despliegue empresarial y turístico estadounidense en la Isla, por lo que será prioritario preservar el tradicional ambiente de seguridad.

Sí, el islam ha llegado. Y con él, algunos previsibles dolores de cabeza.

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