El asesinato de Theo van Gogh pone a prueba la tolerancia holandesa

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Holanda, orgullosa de su proverbial tolerancia que admite prácticamente todo, se pregunta estos días qué ha podido fallar para que el cineasta Theo van Gogh haya sido asesinado por un islamista radical. Ayaan Hirsi Ali, autora del guion de Submission, el cortometraje dirigido por Van Gogh que motivó el asesinato, advierte que Holanda ha sido ciega al peligro del extremismo musulmán (NRC Handelsblad, 3 noviembre 2004). El corresponsal Craig S. Smith expone en el New York Times (10 noviembre 2004) la ira y la perplejidad de los holandeses.

Ayaan Hirsi Ali, de origen somalí, que se instaló en Holanda para evitar un matrimonio impuesto, es hoy diputada en el Parlamento de su país adoptivo. Desde hace años ha destacado por sus denuncias de la situación de inferioridad que padecen las mujeres en la cultura islámica. En Submission, emitido por la televisión holandesa el 29 de agosto pasado, presenta varias mujeres musulmanas que se lamentan ante Dios de los malos tratos que les infligen sus maridos. El cortometraje mostraba pasajes del Corán alusivos a la mujer escritos sobre los cuerpos de las actrices. Tras la emisión, Hirsi Ali y Van Gogh recibieron amenazas; ella fue puesta bajo protección policial permanente, pero él la rehusó.

En su artículo, Hirsi Ali dice que «Holanda ha perdido su inocencia» a raíz del asesinato. «Los ataques contra Estados Unidos y España se vieron como algo que podía pasar por ahí fuera, pero no aquí». Sin embargo, también Holanda está amenazada por semejante fanatismo. «El asesino no está solo –advierte Hirsi Ali–: es miembro de una red de musulmanes profundamente fascinados por su fe, que van por ahí con intenciones de matar personas inocentes. Además, el asesino pudo preparar su crimen con la aquiescencia de amigos y conocidos, gente que nunca asesinarían a nadie con sus propias manos pero a la que no importa la muerte de Theo».

Esto, añade, «hace del asesinato de Van Gogh algo muy distinto de las amenazas a políticos por parte de activistas pro derechos de los animales, o de los sobres con bala dentro enviados a la policía. Estas dos amenazas pueden ser controladas. El terrorismo islámico, en Holanda y en el extranjero, puede prosperar porque está inserto en un amplio círculo de musulmanes». Las autoridades, pues, tienen que comprender que «el islamismo radical y quienes lo apoyan se han establecido en Holanda». «Aunque hoy los extremistas son aún una minoría muy pequeña entre nuestros conciudadanos musulmanes, es enorme la influencia potencial de los extremistas dentro de este grupo».

A su vez, «la población musulmana debe darse cuenta de que sus males no vienen tanto de haber dejado que se entibie su fe en Dios, o de la discriminación, como dicen los radicales, sino que en parte son hechura propia. El trato que se da a los individuos, la situación de la mujer, la creación de guetos como las escuelas islámicas… todo contribuye a explicar el atraso de las comunidades musulmanas».

Más vale debatir

Craig S. Smith, por su parte, muestra el efecto que ha tenido el crimen en la tradicional tolerancia holandesa. El asesinato de Van Gogh ha provocado represalias contra algunos centros islámicos, respondidas a su vez con intentos de incendiar iglesias. Estos actos de vandalismo, dice Smith, «han rascado la pátina de tolerancia de la que siempre se han enorgullecido los holandeses». Ahora, «muchos holandeses dicen que la larga tradición de tolerancia ha impedido que se debatieran abiertamente las dificultades para integrar a los musulmanes».

Otros creen que de la autocensura se pasó al extremo contrario tras el asesinato de Pim Fortuyn, el político populista que se atrevió a contradecir el discurso establecido sobre la inmigración. Según Edwin Bakker, experto en terrorismo del Instituto Holandés de Relaciones Internacionales, «se ha creado un clima en el que el insulto es la norma». Ayaan Hirsi Ali, por ejemplo, llamó públicamente a Mahoma «pervertido» y «tirano»; Theo van Gogh solía referirse a los musulmanes conservadores con un epíteto alusivo al bestialismo. Smith añade: «El debate se hizo tan cáustico, que el servicio holandés de inteligencia (AIVD), en marzo pasado publicó un informe en el que advertía que el lenguaje desbocado podría estimular la radicalización de los jóvenes musulmanes del país y echar a algunos en brazos de los reclutadores de terroristas». En cambio, ahora parece más difícil ponerlos bajo mejores influencias.

La actual polémica subida de tono, dice Jean Tillie, profesor de ciencia política en la Universidad de Amsterdam, ha roto una red que conectaba a los grupos musulmanes más extremistas con los sectores más moderados de la comunidad musulmana. Por ejemplo, hace un año se disolvió un consejo asesor del municipio de Amsterdam, que servía para fomentar el diálogo entre musulmanes de todas las tendencias, y entre ellos y el ayuntamiento. Otra consecuencia del agrio debate es la que señala Farid Zaari, portavoz de la mezquita El Tawheed (Amsterdam), considerada el epicentro del extremismo islámico. Por la presión de la opinión pública, dice, la comunidad musulmana tiene menos capacidad de controlar a sus jóvenes radicales: «Si los atraemos a la mezquita, podemos cambiarles la forma de pensar; pero pocas mezquitas se atreven, porque si lo haces, te cuelgan la etiqueta».

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