Los populismos no descansan en América Latina

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Esa vieja costumbre de renovar populismos que tiene América Latina no conoce vacaciones. La versión siglo XXI de esa moda se encuadra en el eje bolivariano que comanda el presidente venezolano Hugo Chávez, el boliviano Evo Morales, el nicaragüense Daniel Ortega y el ecuatoriano Rafael Correa. En Ecuador, justamente, el referendo del pasado 7 de mayo, impulsado por el gobierno de Correa, confirma una tendencia populista, que se asienta en esos países.

Correa, que ganó las elecciones de 2006 y asumió la presidencia en enero de 2007, ha dado al país una estabilidad política pocas veces vista en la historia ecuatoriana y ha implementado sus reformas a través de las urnas. Pero la manía de concentrar poder y de inmiscuirse en las instituciones no se ha detenido desde que llegó a la presidencia. Las constantes críticas a una oposición desmembrada y sin peso, y la postura del “están conmigo o contra mí” han dividido a la sociedad en dos, como lo están la venezolana y la boliviana.

En la consulta popular del 7 de mayo, que ha generado enormes problemas con las irregularidades registradas en el 60% de las urnas, se presentó al pueblo 10 preguntas, cinco relativas a cambios constitucionales y otras cinco vinculadas a futuras legislaciones. El referendo, por el cual el presidente hizo campaña y utilizó medios estatales para lograr la aprobación, busca sobre todo reformar la Justicia y regular la prensa. Se incluye también la eliminación de los juegos de azar, de los casinos y de las corridas de toros.

Progresismos de rigor

Correa cree que la Justicia está llena de “corruptos” y que con los cambios se depuraría. Desde el principio, el presidente no ha dejado de inmiscuirse en el poder judicial, y las reformas no harían más que acentuar esa tendencia, según la oposición, que lo mismo opina respecto a la regulación de los medios de comunicación: el oficialismo busca acallar a la prensa opositora o independiente. Se sabe de las demandas que el presidente ha entablado a los diarios La Hora y El Universo.

Con este referendo, Correa puede redondear esa morbosa tendencia a hacer girar la Constitución y el país en torno a la figura del presidente. En poco más de cuatro años, el jefe del Estado echó manos a su poder popular para instaurar una Asamblea Nacional Constituyente en 2007 y reformar la Constitución en 2008. La nueva carta magna, idealista y ambigua, cuenta con los progresismos de rigor: abre las puertas al aborto y a las uniones entre personas del mismo sexo, “reconoce a las familias en sus diferentes formas”, a decir de la letra constitucional. Deja entrever, también, que el Estado es el único responsable de la educación de los niños y se brinda a la naturaleza los mismos derechos que a los seres humanos.

La flamante Constitución obligó a unas nuevas elecciones generales en 2009, donde se ratificó en el cargo al presidente Correa. Una revuelta policial en septiembre de 2010, que el gobierno tildó de “golpe de Estado”, fue lo más dramático que vivió el mandatario desde aquellos comicios. El incidente aumentó la popularidad de Correa, pero volvió a resurgir el temor de una vuelta a los tiempos inestables anteriores, cuando entre 1996 y 2007 hubo ocho presidentes. Pese a que hoy su gestión es aprobada por un 65% de los ecuatorianos, con el referendo del día 7 buscaba relegitimar su figura. El episodio de la rebelión policial representó “una ruptura en el proceso de acumulación de legitimidad con los triunfos sucesivos en las elecciones anteriores”, dijo Hernán Reyes, politólogo de la Universidad Andina.

Acomodarse para 2012

Mientras tanto, Hugo Chávez, el mentor de la línea bolivariana y del “socialismo del siglo XXI”, ha preferido, últimamente, guardarse. Las elecciones presidenciales de diciembre del año que viene y los problemas económicos (Venezuela sufre la peor inflación de Sudamérica con una tasa del 24%), han hecho que Hugo Chávez se moviera con más sigilo que en el pasado. Según los analistas, no es casualidad que el presidente venezolano suspendiera un viaje por Brasil y Ecuador por una lesión de rodilla. Quiere menos exposición y más concentración en los asuntos domésticos.

“Chávez sabe que su rostro internacional se ha venido deteriorando y desprestigiando en los últimos años, por lo que la reducción de su ofensiva verbal fuera de sus fronteras va en pos de recuperar esa imagen perdida”, señaló al diario El País de Madrid, Rocío San Miguel, analista política venezolana. Chávez habla ahora menos de Libia y critica poco a Estados Unidos, y no ha dicho ni mu de las elecciones peruanas. Prefiere cultivar la renovada amistad con Colombia –con la que había roto relaciones diplomáticos, al igual que hizo en su momento Ecuador–, pese a que un reciente informe británico lo vincula con las FARC, la guerrilla colombiana.

El mandatario está preocupado por las cuestiones locales, que son bastantes últimamente: racionamiento eléctrico en 19 de 23 estados debido a los permanentes apagones –un problema bastante ridículo en uno de los mayores productores de petróleo–, y una economía que, junto a Haití, fue la única que sufrió una contracción en 2010 en América Latina. Además, su carácter ya lo debe guiar hacia las elecciones del año próximo, más cuando la oposición realizará unas primarias en febrero para presentar un candidato único. De ser reelegido Chávez llegaría hasta 2018 y completaría 19 años en el poder.

No obstante, la concentración de poder –en diciembre obtuvo la ley habilitante que le permite gobernar por decreto durante 18 meses–, los ataques a la prensa –incluidos cierres de radios y canales de televisión– y las críticas por no luchar contra el narcotráfico, son situaciones que continúan alimentando el populismo, el mismo que hace pensar que la democracia no es solo votar.

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