“El padre que decide no vacunar tiene que ser muy consciente de los riesgos a los que somete a su hijo”

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Con la reciente vuelta al escenario epidemiológico de EE.UU. y Europa de enfermedades como el sarampión, los focos apuntan, como los principales responsables de esta situación, a los activistas antivacunas. Aun no estando de acuerdo con las posturas de estos, al Dr. Roi Piñeiro, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital General de Villalba, en Madrid, no le gusta ese calificativo.

“Me parece un término peyorativo –cuenta a Aceprensa–. A lo mejor puedes tener reticencias respecto a una vacuna en concreto, no respecto a todas; por eso prefiero hablar de vacunofóbicos, porque en el fondo es como un miedo con una base que puede ser racional, pero que da lugar a una conducta irracional. Por eso hay que hablar y convencer”.

“Uno de cada 1.000 casos de sarampión puede derivar en una encefalitis, y uno de cada 3.000 fallece”

El experto, autor de ¿Eres vacunofóbico? Dime, te escucho, ha estudiado estos medicamentos y tiene claro qué no haría: cuestionar su utilidad. “Dudar es lógico –señala en el prólogo de su libro–, pero parece que podemos plantearnos todo en la vida, salvo las vacunas. ¿Por qué yo no me lo planteo? Porque me dedico a mejorar la salud de nuestros niños. Porque he visto enfermedades que no quiero volver a ver”.

¿Cuál es la situación en España frente a ese repunte del sarampión en varios países?

– Ha habido brotes en País Vasco, Navarra, Madrid, pero la situación en España es buena, porque las tasas de vacunación de la primera dosis de sarampión están en el 95-96%, y de segunda dosis en un 92-93%. Quedan porcentajes de población sin vacunar, que pueden hacer que el brote de una epidemia afecte a esos grupos, porque el sarampión es una de las enfermedades más contagiosas y con la mayor tasa de ataque.

Si aparece un caso y todos los que están alrededor están bien vacunados, el riesgo de que se produzca una epidemia es muy bajo. Pero si aparece en una población en la que los niños, por el motivo que sea, están sin vacunar, cada afectado lo transmitirá a 9 de cada diez con los que tenga contacto. Y cada caso contagiará a otros nueve niños.

¿Cuáles son las principales vacunas que se aplican en España?

– Tenemos varias: contra la difteria, el tétanos, la tosferina, el Haemophilus influenzae, la hepatitis B, la poliomielitis, el neumococo, el virus del papiloma humano… En la web de la Asociación Española de Pediatría, por ejemplo, se muestran todas: las que están financiadas, las que no, las recomendadas por las sociedades científicas… Son numerosas.

Males que no han desaparecido

“Obligar a vacunar asegura unas tasas, pero no genera confianza en las vacunas, que es lo que la población debe tener”

Sobre dos de las mencionadas: la tosferina y la difteria, un activista antivacunas español señala que “remiten solas”, sin necesidad de vacunación, tal como supuestamente pasó con un brote en España, a mediados del siglo XX…

– Para empezar: de difteria hemos tenido un caso recientemente en Olot, Cataluña, el primero en los últimos 30 años en España. No es una enfermedad que esté erradicada en el mundo, y mientras no sea así, no podemos decir que aquí lo esté. El mundo está globalizado y en cualquier momento el que se sienta a tu lado en el autobús, si no está vacunado, es una posible fuente de contagio.

En cuanto a la tosferina, nada más lejos de la realidad. Seguimos teniendo casos y brotes importantes; no está erradicada. De hecho, la tendencia es vacunar también a las embarazadas para que los dos primeros meses en que los niños no reciben ninguna inmunización, puedan estar protegidos porque la madre está vacunada. La tosferina puede ser muy grave en los niños pequeños, si bien en adultos y adolescentes se puede comportar como un catarro de larga evolución, pero que pueden transmitir.

¿Descartado entonces que remitan solas?

– Desde el punto de vista de la evidencia científica, no existen epidemias que remitan solas: si desaparecen es porque ya no queda nadie a quien contagiar. Los microorganismos tienen el mismo interés que nosotros en sobrevivir. Son seres vivos, y la forma que tienen de sobrevivir es contagiar a seres vivos, sea animales o seres humanos. No van a desaparecer solas. Si se consigue erradicar una enfermedad, es gracias a las vacunas, como en el caso de la viruela. Y estamos cerca de conseguirlo con la poliomielitis.

La mentira tiene patas cortas, pero corre

“Los microorganismos tienen el mismo interés que nosotros en sobrevivir, y la forma que tienen de hacerlo es contagiar a seres vivos”

¿Cuáles serían los bulos más comunes sobre las vacunas con los que se ha encontrado?

– Hay muchos. Uno que a veces se ha potenciado desde los medios de comunicación, indica que pueden producir autismo. Surge a partir de una publicación en The Lancet, de un cirujano británico, Andrew Wakefield, que en 1998 dio a conocer un estudio en que “demostraba” una relación entre la administración de la triple vírica, que protege frente al sarampión, la paperas y la rubéola, y el desarrollo de autismo.

Cuando salió a la luz, fue un jarro de agua fría para pediatras, preventivistas y vacunólogos. Pero se comenzaron a hacer otros estudios similares, y no consiguieron esos mismos resultados. Al cabo del tiempo se invitó a Wakefield a que entregara los datos de su estudio, y al ser juzgado por el Tribunal Superior de Justicia del Reino Unido se vio que se había inventado todos los datos y que había hecho pruebas a niños sin el consentimiento de las familias, con el objetivo de que la vacuna existente desapareciera, porque él estaba creando otra vacuna, y había intereses económicos claros.

A este señor se le retiró la posibilidad de ejercer la medicina. Está más que demostrado que las vacunas no pueden desarrollar autismo. De hecho, esta enfermedad se empieza a generar en el segundo trimestre de la gestación, donde no hay ninguna vacuna. No tiene sentido hacer esa relación.

Lo que sí ha habido es un aumento en el diagnóstico de los casos de autismo, pero porque ha habido una mejoría en cuanto a los criterios diagnósticos. Relacionarlos con las vacunas sería como vincular que hay más casos de niños autistas con el hecho de que el Real Madrid haya ganado más Copas de Europa en los últimos años. Nada que ver. Puede haber solo una relación temporal, porque las vacunas se administran todas en la infancia. Pasa con el autismo como con cualquier enfermedad de pediatría. Hay que demostrar una relación causal, y es lo que no se ha establecido.

¿Algún otro bulo importante?

– El del mercurio de las vacunas, que “puede ser tóxico”. Las vacunas comercializadas en España no llevan mercurio hace más de diez años,  si bien tampoco se ha demostrado que el que contengan las vacunas sea tóxico. De hecho, comiendo pescado tomamos más mercurio que el que puede incluir una vacuna. Lo que sí llevan estos fármacos es aluminio, que también genera temor en muchas familias, pero tampoco tiene relación con ningún daño. De hecho, el aluminio es el tercer oligoelemento más abundante en la naturaleza, y está presente en múltiples alimentos. Incluso en la leche materna, donde tiene concentraciones superiores a la de las vacunas. No debemos temerlo en las dosis presentes en estas.

¿Prenden estas falsedades?

– Sí, sí. Pero el tema no es solo que prendan en España, sino que estamos muy cerca de Francia, Italia y Alemania, donde estos movimientos están creciendo de forma exponencial, muy rápidamente, y de alguna manera no estamos “vacunados” frente a ellos. Si no frenamos con una información adecuada este tipo de mensajes, en unos años estaremos igual que esos países.

Por ejemplo, en Francia hay un 40% de la población que cree que las vacunas no son seguras. En Italia, son el 25%. Las tasas de vacunación han caído por debajo de lo que se considera oportuno para proteger a la población, y no queda otro remedio que aplicar medidas obligatorias que, por suerte, en España no son necesarias ahora mismo, y ojalá nunca lo sean. Obligar a vacunar asegura unas tasas, pero no genera confianza en las vacunas, que es lo que la población debe tener.

Como digo, ahora mismo la vacunación en España no es obligatoria, aunque ha habido recientemente algunos colegios, como por ejemplo en Castilla y León, que están exigiendo que el niño esté vacunado para asistir.

Yo no estoy ni a favor ni en contra de la obligatoriedad, pero al final, es el niño el que pierde si no está vacunado. Se puede hacer algo más, como hablar con los padres y tratar de convencerlos.

¿Mejor infectarse que inyectarse?

Cada niño infectado por sarampión puede contagiar a otros nueve

Otro argumento de los antivacunas es que es mejor que la persona se infecte de un virus y quede inmunizada naturalmente. ¿Es preferible esto?

– La inmunización que se adquiere tras pasar una infección es superior a la que puede ofrecer una vacuna. Esa base es real. Pero para conseguir esta inmunización, primero tienes que pasar la enfermedad. Si alguien prefiere pasar el sarampión para quedar más inmunizado, es una opción personal, pero antes su familia tiene que saber del sarampión tanto como los médicos, para que luego no se lleven las manos a la cabeza si hay complicaciones, y sabemos que uno de cada 300 sarampiones se complica, así como que uno de cada 1.000 puede derivar en una encefalitis, que es una enfermedad muy grave, y que uno de cada 3.000 fallece. Esta información la tienen que saber los padres. Además, cuando el niño es muy pequeño, suele padecer neumonías bacterianas después de pasar el sarampión.

Yo soy capaz de aceptar esa decisión, pero ellos tienen que ser coherentes. Si me monto en el coche, no me pongo el cinturón y tengo un accidente, luego no tendría sentido decir: “Ah, es que nadie me dijo nada de que con esto me podría proteger”. El padre que decide no vacunar tiene que ser muy consciente de los riesgos a los que está sometiendo a su propio hijo.

También hay padres que denuncian que, tras haberle puesto una vacuna a un hijo, este ha caído en estado de crisis, o ha fallecido. ¿Qué se le puede decir a una persona que entiende que ha sufrido esta afectación?

– Lo primero es que hay que respetar siempre la decisión de no vacunar. Si creen que ha existido esa relación, hay que investigar todo lo que se pueda, para determinar si es real. Yo estoy a favor, si llegáramos a obligar a vacunar, de que se haga un fondo de compensación para familias que puedan haber sido dañadas.

En segundo lugar hay que saber que las vacunas no son 100% seguras. No hay nada en esta vida que lo sea. Al más sano le puede dar una reacción alérgica, y de hecho se sabe que de cada millón de dosis de vacunas que se administra, una puede dar lugar a una reacción de este tipo, que puede ser muy grave. Por eso, muchas veces cuando se pone una vacuna en un centro de salud, se pide a la familia que se quede un tiempo antes de regresar a casa, para si surge algo así, poder tratarlo cuanto antes.

Ahora bien, no son 100% seguras, pero sí muy seguras. Antes de que una vacuna sea comercializada, habrá pasado muchísimos ensayos clínicos. Hay pocos productos que sean tan seguros, sobre todo porque además los estamos inoculando en niños que están sanos. De ahí un poco el miedo: si mi hijo está enfermo y toma un medicamento, puedo tener menos reparos, pero si está sano, y es para prevenir una enfermedad de la que a lo mejor ni siquiera he oído hablar, a lo mejor me resisto.

A estas familias, hay que respetarlas. Sí que sería valorable, si un niño ha tenido reacciones a una vacuna, no ponerle ninguna más, pero es muy importante que la población sepa que el riesgo es mínimo. Si tengo fobia a montar en un avión, porque he tenido un accidente al que he sobrevivido, tengo un motivo para ese temor, pero ello no debería capacitarme para decirle al resto del mundo que nunca más se suba a un avión. Sería un error. Si una familia ha tenido una mala experiencia con las vacunas, hay que estar junto a ella y analizar qué ha ocurrido, pero eso no debe generar un sentimiento de pensar que a mi hijo le va a pasar lo mismo.

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