Susanna Tamaro: “La misión de la literatura es inquietar”

publicado
DURACIÓN LECTURA: 10min.

Una faceta menos conocida de la escritora italiana Susanna Tamaro es la de autora de libros para niños. Con ocasión de su última obra, Salta, Bart! (1), Cesare Cavalleri, director de la revista cultural Studi Cattolici, le ha hecho una entrevista de la que publicamos un amplio extracto (2).

– “Salta, Bart!” es un libro de iniciación, que da también un poco de miedo. Es un libro que denuncia la omnipresencia de la tecnología, pero no en términos de ecologismo tonto, ya que de la tecnología no podemos prescindir. Bart, el protagonista, es controlado continuamente por sus padres, a través de las pantallas en las que aparece, le dicen todo el tiempo qué es lo que tiene que hacer, y él pone en práctica el programa, es obediente… Finalmente, con la ayuda de una simpática gallina que Bart ha salvado del matadero, encuentra la libertad, el sabor de la verdadera realidad, no la virtual. Hay un aspecto que me llamó la atención, y es cuando Bart tiene miedo de no amar a sus padres.

– Es un miedo muy infantil, que viene de la fragilidad de no sentirse a la altura de las expectativas de los padres. El libro lo escribí hace un año, y pensé que hacía referencia a un futuro lejano, pero ayer vi en los periódicos que han inventado una nueva “app” que permite, por medio de un brazalete colocado en el tobillo del niño, saber los latidos del corazón, el ritmo de la respiración… Es una invención de campo de concentración, en el que la atención de los padres es sustituida por el control fisiológico. Es una mutación antropológica aterradora. No se trata de estar en contra de la tecnología, ya que todos la usamos felizmente, pero el problema es si la usamos o si somos usados. Los niños de hoy, si no tienen padres conscientes que les enseñen a usar la tecnología, llegan a ser devorados por ella, porque el niño no tiene capacidad de autocontrol, y se puede convertir en esclavo del futuro.

“Si los niños se aburren, empiezan a preguntarse, se estimula la creatividad”

Bart es un niño bueno, sus padres no le privan de nada, pero le transmiten su obsesión narcisista: los niños, hoy, deben sobresalir en todo, tienen que ser genios, pero no se atiende a la persona, que se forja a través de la relación con los otros, incluyendo las dificultades que deben ser capaces de abordar por sí solos, sin que sus padres le allanen constantemente el camino. Estos son los orcos modernos.

– También falta el contacto físico…

– Claro, Bart desea y recibe el pollito tamagotchi, pero es muy diferente de la gallina que el destino le hace encontrar.

El niño, un ser nuevo

– Has hablado de una cosa que te quería preguntar: “destino” ¿qué entiendes por “destino”?

– En otro libro para niños he escrito que el destino es el camino que debes recorrer para encontrarte a ti mismo. El destino es descubrir cuáles son, a través de mis acciones, mis opciones. Es descubrir poco a poco, a través de errores y dificultades, que hay un proyecto para ti. Y de esto no habla nadie. Haber abolido la idea de destino es el golpe de genio de la contemporaneidad. El destino ha sido sustituido por una causalidad desenraizada, sin horizontes. Si somos sólo canicas lanzadas al azar, se coge de vez en cuando lo que nos llega. Pero el niño, si le das el estímulo adecuado, entra enseguida en resonancia, porque el ser humano está ahí, es aquello más profundo que siente dentro de sí

– Pero, ¿quién es un niño, en tu opinión?

– Es una misteriosa criatura en evolución. Los padres necesitan entender que el niño no es una proyección de sí mismos, una réplica: es un ser completamente nuevo, que tienes que ayudar a desarrollarse de la mejor manera posible hacia aquello que es.

– ¿Y una niña?

– El discurso es análogo: la niña tiene que encontrar su feminidad, debe enfrentarse con su mundo. Hoy, para las niñas, es una tragedia. El discurso de la feminidad es absolutamente necesario, porque las niñas están sometidas a un lavado de cerebro tan fuerte sobre su identidad física, que ahora ya a los siete, ocho años piensan sólo en su físico. Las ves anoréxicas, a los once años se maquillan, y esto es una manipulación, una violencia terrible para su feminidad. Los niños son más propensos a la perversión del videojuego; para los chicos, el videojuego violento es una droga de la que no les sacas. La niña está menos interesada en la tecnología, pero sufre esta otra manipulación que es la distorsión de su feminidad: la competitividad con las otras niñas, el turbador fenómeno del “matonismo” femenino… Por supuesto, la tecnología tiene que ver, pero el asunto no es ¿qué es la tecnología?; el asunto es qué es el hombre y qué queremos que llegue a ser. Escribiendo para niños, éstas son las cosas que intento trasmitir.

“Los padres necesitan entender que el niño no es una proyección de sí mismos, una réplica: es un ser completamente nuevo”

La dificultad de escribir para niños

– Tus libros para niños, ¿cómo se sitúan en tu actividad de escritora?

– La dificultad de escribir para niños es que tienes que tener la madurez del adulto, pero al mismo tiempo tienes que saber cómo entrar en un mundo paralelo, de chifladura, de cosas que pueden suceder, manteniendo una actitud infantil de asombro y mezclar las dos cosas, consiguiendo hablar de los orcos.

– “Salta, Bart!” no es un libro fácil, como lenguaje: ya en la primera página se habla de “domótica”…

– Sí, porque no se trata de rebajarse al nivel de los niños, sino de enseñarles también las palabras. Por error mi libro había ido a parar a manos de un editor que no sabía que mis libros no se tocan, y me hizo unas correcciones escalofriantes, había quitado todas las cosas más bellas. El niño, si no entiende, debe esforzarse por entender..

– Por otra parte, el libro también se lo puede leer su padre, y hay diccionarios, impresos y en línea…

– Todos los libros importantes son difíciles, de lo contrario no serían literatura, serían consumo.

– Como lectora, de niña, ¿cuáles fueron tus referencias?

– De niña no era una gran lectora de cuentos de hadas, prefería los libros que hablan de cosas concretas, de la naturaleza. De todos modos, mi maestro fue Andersen.

Religiosidad natural

– Pero hay un punto delicado: en los cuentos de hadas siempre hay una parte de magia, de fuerzas ocultas. También en tu libro hay un sabio chino muy simpático, con sus aforismos y sus artes marciales, pero es portador de una espiritualidad que no está realmente abierta a lo auténtico sobrenatural, en definitiva, para decirlo claramente, que no es religiosa. ¿Lo consideras realmente necesario en un libro para niños?

– Para los niños, es la cosa que más sienten y sobre la que puedes apoyarte inmediatamente. Es una religiosidad natural, vinculado a los eventos de la naturaleza, que los niños son capaces de comprender con mayor facilidad, les reverbera dentro. En el primer peldaño está la sensibilidad por la naturaleza, la tierra, los animales…

– ¿Podrá haber después un segundo peldaño?

– Es el misterio, pero es difícil. Justo el otro día una catequista me comentó que ahora la dificultad es que los niños ya no tienen el sentido de lo sagrado. No tienen contacto con la naturaleza, es más, le tienen miedo. Un niño de siete u ocho años, en el campo, mientras comía vio una mosca y se puso a llorar. Se hace una tragedia porque una ortiga ha rozado la pierna de una niña… La naturaleza es percibida como un mundo hostil con el que no se sabe cómo relacionarse.

“Los niños de hoy, si no tienen padres conscientes que les enseñen a usar la tecnología, llegan a ser devorados por ella”

Cuando éramos niños, teníamos el silencio, hasta el aburrimiento, y un cierto respeto por la autoridad: por ejemplo, nunca se nos hubiera pasado por la cabeza correr y gritar en la iglesia; en la iglesia se entra en otra dimensión, sacra.

– Para ti la naturaleza, desde el punto de vista existencial, ha sido y es determinante.

– Por supuesto, viniendo de una familia atea, para mí la naturaleza era el vínculo con lo sagrado, y es el lazo que habría que usar ahora con los niños.

– ¿Qué libros clásicos recomendarías a los niños?

–“Pinocho”: un libro indispensable, una profecía aterradora, que nunca se relee demasiado. Y luego, sin duda, Andersen.

Preguntas que hagan pensar

– En cuanto a lo políticamente correcto, ahora está la cuestión de género, que se inculca en la escuela desde la infancia.

– Es una cosa tremenda, mortífera, y sin embargo se deja pasar tranquilamente. Los libros de texto están impregnados de un multiculturalismo tonto, no del verdadero, porque si tú destruyes la idea de persona, introducida por el cristianismo, ¿qué queda? Tolerancia, sí, pero yo tolero que mi perro haga destrozos, porque soy superior al perro. Hay que dejar que los niños tengan dentro algunas preguntas que los inquieten, porque la misión de la literatura es la de inquietar, no la de escribir historias de entretenimiento.

– En el libro hay un paso muy útil y profundo, el tema de la “cola”: dices que cada uno de nosotros tiene una simbólica cola, y es necesario adivinar de cuál animal es la cola, para establecer relaciones eficaces.

– Es una fantasía mía, que gusta mucho a los niños. En relación al carácter, a cada uno de nosotros nos compete una cola, y hay que tratar de entender qué tipo de la cola es. Es un juego que muchos buenas maestras hacen en la escuela, porque un libro tan difícil puede ser leído en la escuela, y los niños juegan a descubrir las diversas “colas” de los personajes. Hoy no hay ningún respeto por los niños, no se comprende que los niños tienen un alma que debe ser protegida: ahora se les hace ver un gran número de homicidios, de violencias, de groserías, y se construye una especie de cinismo infantil.

A mí me pasó con uno de mis nietos, que no ha tenido ninguna formación religiosa y que ha crecido con los videojuegos, zombies y otros horrores de este tipo. Una tarde le leí algunas páginas del Apocalipsis: estaba encantado. Le hablé del Juicio, del Cielo y del Infierno, y me dijo: “Yo no quiero ir al infierno, ¿qué tengo que hacer?”. Le hablé del bien y del mal, y se dio cuenta de que tenía que elegir. Se quedó absorto y como era un Sábado Santo, y la televisión transmitía imágenes de la celebración, pidió que nos calláramos, quería pensar.

– En tus libros para niños también hay monstruos…

– Me he dado cuenta de que los libros sin monstruos tienen menos difusión. Los niños tienen una cierta necesidad de temores externos, ya que por dentro están llenos de miedos muy diferentes, inseguridades, miedos de la vida social. Un amigo neurólogo me explicó los daños que la electrónica hace en los niños abandonados a sí mismos, daños cerebrales, no morales: pulveriza la capacidad del cerebro para establecer conexiones, y les acostumbra a querer todo e inmediatamente, a sólo un clic de distancia.

– Danos una sugerencia sobre el tema del silencio, tan vinculado al sentido del misterio.

– Es esencial. Los niños necesitan silencio y aburrimiento. Si se aburren, empiezan a preguntarse, se estimula la creatividad.

_____________________

NOTAS

(1) “Salta, Bart!”. Ediciones Giunti Junior, Florencia (2014), 236 págs.

(2) Studi Cattolici nº. 646 (diciembre 2014).

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.