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Retorno a Evelyn Waugh

publicado
DURACIÓN LECTURA: 12min.

El escritor inglés Evelyn Waugh (1903-1966) resiste el paso del tiempo. Ameno y chispeante, cáustico y malicioso, el autor de Retorno a Brideshead retrata ferozmente la sociedad británica en la que vivió. Ricachones, periodistas, aristócratas estúpidos, irresponsables niñas bien, personajes inocentes arrastrados a la destrucción por un entorno maligno. Su obra constituye una valiosa aportación a la «novel of manners», la novela de costumbres sociales de larga tradición en la literatura inglesa. Pero también presenta la crisis de la modernidad vista con un sentido de la vida profundamente religioso.

 Evelyn Waugh
 

Evelyn Arthur St John Waugh nació en Hampstead, el barrio residencial londinense, hijo de un editor y crítico literario. La editorial Chapman and Hill, en la que su padre tenía un cargo directivo, vivía por aquel entonces gracias a los derechos de Dickens. Educado en la religión anglicana, al terminar sus estudios en Oxford Evelyn fracasa como profesor de public school, como se denominan los colegios de elite ingleses. En 1927, tras ser despedido de su último cargo docente, escribe en su diario: «He intentado conseguir trabajo sin éxito, me encuentro cansado y deprimido: me parece que ha llegado el momento de convertirme en un hombre de letras». Al año siguiente ve la luz su primera novela.

Profundamente influido por el cine, Waugh rompe con la tradición narrativa decimonónica y, junto con otros escritores, inicia una revolución estilística que marcará toda la novela del siglo XX. Con un estilo aparentemente fácil, fruto en realidad de mucho esfuerzo y de numerosas correcciones, Waugh emplea un impresionismo narrativo de orígenes pictóricos y cinematográficos. «Inspira pensamientos a través de las actuaciones y de la acción -dice una carta de Waugh a un amigo-. No digas todo de modo explícito. Esta es la inestimable aportación del cine a la novela. Haz que las cosas sucedan… Por muy fuerte que sea la tentación, no presentes los personajes simplemente dibujándolos y haciéndolos hablar. Inclúyelos en una trama».

Un observador impresionista

En autores como Waugh, «una observación rápida como un relámpago -como esos cuadros en los que toda una escena es sugerida a través de cuidadosos y seleccionados puntos de color- sustituye a los cuidadosos dibujos de una cara o el inventario de una habitación, que fue el sistema usado por Balzac y otros realistas» (Enciclopedia Británica).

Junto a estos descubrimientos estilísticos, las novelas de Waugh se caracterizan por un fino trabajo artesanal. Quizás le ayudase haber aprendido en la juventud la técnica de la ebanistería. En sus argumentos puede observarse un complejo y a la vez nítido entramado de las vidas de sus personajes, que se entrecruzan como los distintos tipos de madera en una mesa taraceada, creando dibujos y colores.

El resultado de estas novedades técnicas robadas al cine y la pintura es espectacular. Brillantes imágenes, descripciones breves pero muy eficaces, diálogos que parecen traídos de la calle o capturados en el vestíbulo del hotel de cinco estrellas en el que se mueven los personajes, dibujados con poquísimos trazos. Todo ello sazonado por un sentido del humor típicamente británico que recuerda a Woodehouse, el creador de Jeeves, del que Waugh se declaraba ferviente admirador.

Sátiras creíbles

Pero las novelas de Woodehouse se limitan a un divertido juego cómico sin más trascendencia, ofreciendo tramas absurdas difícilmente trasladables a la realidad de la vida social. En cambio, un Waugh de 25 años, ya en su primera novela, Decline and Fall (Decadencia y caída), satiriza con crueldad personajes y situaciones de la vida británica, que son perfectamente creíbles por el uso de una distorsión controlada. Las estrambóticas peripecias de un alumno becado de teología que se incorpora precipitadamente a una public school, tras haber sido expulsado de Oxford por conducta deshonesta, sirven a Waugh para construir un ácido y divertido relato, con contundentes mazazos al establishment británico que, si no revientan tímpanos, es por la disparatada comicidad de las situaciones y diálogos.

Las primeras novelas de Waugh son satíricas: caricaturas deliberadamente exageradas de caracteres o personajes reales y de ambientes sociales. Pero se alzan más allá del mero entretenimiento porque tocan, aunque sea de modo incidental, problemas humanos auténticos: la relación del inocente con el ambiente malsano que lo rodea es una constante en las obras de Waugh.

Experiencias personales

Vile Bodies (Cuerpos viles), su segunda obra, titulada con una cita de San Pablo, es una descripción de la «alegre juventud» («the young, brilliant things») de los años veinte-treinta en la capital del entonces sólido Imperio británico. De esta novela podemos citar un párrafo que resume en rápidos trazos el ambiente de la movida londinense, de la que él mismo fue asiduo: «Fiestas de máscaras, fiestas salvajes, fiestas victorianas, fiestas griegas, fiestas del salvaje oeste, fiestas rusas, fiestas en las que uno tiene que disfrazarse de otra persona, fiestas prácticamente desnudos en St John’s Wood, fiestas en pisos, estudios y casas y barcos y hoteles y nigth clubs, en molinos de viento y piscinas, meriendas en el colegio donde se tomaban muffins y merengues y cangrejos de lata, invitaciones en Oxford donde se bebe jerez añejo y se fuman cigarrillos turcos, estúpidos bailes en Londres y bailes cómicos en Escocia y bailes repugnantes en París: toda esta sucesión y repetición de masas humanas… Todos estos cuerpos viles».

Pero con los años, la obra de Waugh va más allá de las divertidas sátiras de sus primeras novelas, esas demoledoras humoradas sobre las patológicas manifestaciones de la crisis de la modernidad. Como Charles Ryder, el protagonista de Brideshead Revisited (Retorno a Brideshead), Waugh puede decir: «Mi tema es la memoria». Y la memoria -una memoria filtrada por el genio del artista, memoria de una sociedad que ya está en crisis y que la Segunda Guerra Mundial acabará de destruir- es el gran tema de algunas de sus mejores obras, en las que, de un modo u otro, se encuentran experiencias personales de Waugh: la enseñanza en Decline and Fall, el ambiente de la juventud en Vile Bodies, las crisis personales en A Handful of Dust (Un puñado de polvo), el ambiente de los enviados especiales en Scoop (Noticia bomba), la crisis social producida por la guerra en Brideshead Revisited, la segunda guerra mundial vista desde el ejército británico, con todas sus tradiciones y manías, en la trilogía The Sword of Honour, y la santidad de un cristiano normal en Helena (Elena).

Conversión

Mientras escribe Cuerpos viles, Waugh atraviesa una profunda crisis personal. Su primera esposa, Evelyn Gardner (Evelyn es nombre tanto masculino como femenino), con quien se había casado civilmente, le abandonó al poco tiempo. La infidelidad de su mujer y el sucesivo divorcio (1930) llevaron a Waugh, más que a un cinismo terminal, a la convicción de que «la decadencia y la caída ya no servían para hacer chistes». Waugh experimentó el desastre de su divorcio en términos profundamente personales, como escribió a Harold Acton, su amigo de Oxford: «No pensé que fuese posible ser tan miserable y seguir viviendo».

El hundimiento de su matrimonio cristalizó en Waugh en una visión más amplia y más fructífera literariamente -aunque no por esto menos dramática- sobre su época y sobre él mismo. Por eso, como dice George Weigel en un largo artículo publicado en First Things (mayo 1993), en el proceso madurativo de la escritura de Waugh «la farsa se transformó en comedia, y la comedia se transformó, con todas sus sombras y claroscuros, en una comedia divina».

Fue en esa época, pero no a consecuencia de la crisis de su matrimonio, cuando Waugh se convirtió al catolicismo. El 29 de septiembre de 1930 fue recibido en la Iglesia católica bajo la dirección espiritual de un jesuita legendario, Martin D’Arcy. Como el propio D’Arcy escribió, la conversión de Waugh fue muy especial, y en ella no hubo nada de reacción mística a la infidelidad de su mujer o la crisis de su vida sentimental: «Nunca me habló de experiencia o de sentimientos. Vino a mí para aprender, y comprendía que lo que creía era revelación de Dios, y esto hizo que hablar con él fuese una discusión interesante, basada primariamente sobre la razón». El mismo Waugh explicó que «a través de un firme convencimiento intelectual, pero con muy poca emoción, fui admitido en la Iglesia».

«Yo reverencio a la Iglesia católica porque es verdad, no porque esté establecida o porque sea una institución». En una entrevista para la BBC, Waugh insistía en este hecho: para él, la religión no es un adorno que uno se coloca cuando ya tiene resuelta la vida: la fe es «the essence of the whole thing», la esencia de la cosa misma.

Defectos

Waugh tenía defectos antes de convertirse, y siguió teniéndolos después: un carácter agresivo, que a veces le podía llevar a actitudes odiosas o humillantes con los demás, y a salvajes cambios de humor, pasando de la exaltación a la depresión. Además, siempre tuvo problemas con la bebida. Waugh afirmó tener tal experiencia personal en su propia vida de la realidad del mal, que negarlo «era simplemente una falta de sentido común». Pero como él mismo dijo, «yo sería mucho peor si no fuese católico; sin ayuda sobrenatural a duras penas llegaría a ser un ser humano».

Una prueba de la sinceridad de Waugh cuando se convirtió al catolicismo es que estaba convencido de que nunca podría volver a casarse, a causa de su matrimonio con Evelyn Gardner. Una vez convertido, le explicaron que con gran probabilidad aquel matrimonio podía ser nulo. Waugh entonces pidió la nulidad. La causa fue vista ante el tribunal diocesano de Londres, y enviada a Roma para confirmar la nulidad. También aquí Waugh pasó una amarga experiencia, porque el juez diocesano dejó los papeles durmiendo en un cajón, hasta que un nuevo arzobispo de Londres conoció el caso de Waugh y desenterró la causa. Anulado aquel matrimonio, Waugh pudo casarse con una joven católica, Laura Herbert, que le hizo feliz y a la que, según propia confesión, fue fiel toda su vida. Tuvieron siete hijos. El mayor, Auberon, escritor y periodista como su padre, falleció el invierno pasado en Inglaterra a los 61 años de edad, en Combey Florey, la casa donde Waugh pasó los últimos años de su vida.

Retorno a Brideshead

Una de las frases más felices de Brideshead Revisited, su obra más lograda y conocida, es la que escribe el protagonista, Charles Ryder, recordando su amistad con la familia Flyte: «Mi tema es la memoria, aquel anfitrión alado que se cernía en torno a mí una mañana gris, durante la guerra». La trama de la novela es el impacto en Ryder -en muchos aspectos un trasunto de Waugh- de su relación con los miembros de una aristocrática familia en la que la religión católica pesa como una losa. Aparentemente, la novela se centra en la decadencia de la aristocracia, derrotada por el mundo moderno y por el common man, el hombre masa. En realidad, como afirma Waugh en el prólogo, el verdadero tema «es la influencia de la gracia divina en un grupo de personajes muy diferentes entre sí, aunque estrechamente relacionados».

A través de las crisis de Ryder, de la familia Flyte, y del mundo occidental, Waugh parece querer llegar a algo más profundo: la verdadera salvación está en el abandono a la voluntad divina. Escrita de un tirón, en plena guerra, durante los primeros meses de 1944, la novela fue rechazada por una parte de la crítica que la tachó de elitista, snob y pro católica.

En 1950, Waugh desconcertó de nuevo a la crítica inglesa con la obra que él más apreciaba, Helena, una biografía novelada de la emperatriz, madre de Constantino, que encontró la Vera Cruz. The Sword of Honour (Men at Arms, Officers and Gentlemen, Unconditional Surrender), la trilogía sobre la Segunda Guerra Mundial, publicada entre 1952 y 1961, es una de las mejores novelas escritas sobre esa guerra, que Waugh conoció de primera mano, gracias a la recomendación de Churchill -lector entusiasta- para que se le admitiese en varios destinos en el frente, todos ellos en unidades de elite del ejército inglés.

Muchas obras de Waugh han sido llevadas al cine o la televisión. Este año se ha estrenado una serie inglesa sobre la trilogía The Sword of Honour, que viene precedida del éxito en los años 80 del serial Brideshead Revisited producido por Granada TV, con Laurence Olivier, John Gielgud, Jeremy Irons y Claire Bloom entre sus intérpretes. Para el centenario de Waugh, en 2003, un grupo de especialistas prepara un congreso internacional, que tendrá lugar en Hertford, el college de Oxford donde estudió.


Para leer a Waugh

* Decline and Fall (1928): Decadencia y caída, Anagrama, 1986.
* Vile Bodies (1930): Cuerpos viles, Anagrama, 1990.

* Black Mischief (1932): Merienda de negros, Anagrama, 1990.

* A Handful of Dust (1934): Un puñado de polvo, Espasa-Calpe, 1998.
* Scoop (1938): Noticia bomba, Anagrama, 1997.
* Work Suspended (1942).
* Put Out More Flags (1942): Izad más banderas, Alianza, 1975 (agotada).
* Brideshead Revisited (1945): Retorno a Brideshead, Tusquets, 1993.

* The Loved One (1948): Los seres queridos, Anagrama, 1997.
* Helena (1950): Elena, Altaya, 1997.
* Men at Arms (1952).
* Officers and Gentlemen (1955).
* The Ordeal of Gilbert Pinfold (1957).
* Unconditional Surrender (1961).

Sobre la vida de Waugh

* Christopher Sykes. Evelyn Waugh: A Biography. Londres (1975)
Realizada por un escritor amigo de Waugh, es una aproximación desde el aprecio.

* Selina Hastings. Evelyn Waugh. Sinclair Stevenson. Londres (1994)
Aporta textos de la correspondencia de Waugh, pero le falta una comprensión más profunda de la personalidad del escritor.

* Martin Stannard. Evelyn Waugh. The Early Years 1903-1939. The Later Years 1939-1966. Norton. Londres (1994)
Es la biografía más completa de las que existen.

* Carlos Pujol. Siete escritores conversos. Palabra. Madrid (1994)
Incluye un capítulo dedicado a Waugh. (Ver servicio 134/94)

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