Nicanor Parra, un francotirador de la poesía

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La concesión del premio Cervantes al poeta chileno Nicanor Parra (1914) viene a borrar una injusticia casi increíble en la historia del premio. Una trayectoria literaria de más de tres cuartos de siglo y numerosos libros avalan la categoría de este auténtico francotirador de la poesía.

Quizá su forma personalísima de entender la creación no ha jugado a su favor en ciertos sectores intelectuales. Pero también su posición ideológicamente independiente le ha acarreado críticas: Parra asiste, por ejemplo, a una reunión social en Washington organizada por la mujer del presidente Nixon y Cuba cancela su nombramiento como jurado del premio Casa de las Américas. Después del golpe de 1973, Parra se queda en Chile, a diferencia de tantos otros poetas de su generación. Pero esto no quita para que sea crítico con el pinochetismo, como se revela, por ejemplo, en Chistes para desorientar a la policía (1983).

Contra la retórica y el hermetismo
Nicanor Parra es, pues, el autor inclasificable, el autor de ese epigrama memorable: “La izquierda y la derecha unidas/ jamás serán vencidas… Pero, sobre todo, es el dueño de un lugar central en la poesía latinoamericana como creador de lo que él mismo denomina la antipoesía. La publicación de Poemas y antipoemas (1954) supone una total rebelión contra la retórica romántica y el hermetismo de la vanguardia.

El fin declarado de este libro, y de los muchos que le siguen, no es tanto destruir la poesía como devolverla al lector común. Para ello, Parra se sirve de la poesía popular, que es la base sobre la que se construye el sistema antipoético. El humor, la cotidianeidad, el afán comunicativo, la llaneza expresiva y el lenguaje popular de los refranes y juegos infantiles configurarán un mundo vitalista, unido a la cultura tradicional, que le servirán como punto de partida.

En la primera mitad del siglo XX Chile había seguido una tradición dominada por tres pesos pesados, tres verdaderos titanes de la poesía hispanoamericana (Mistral, Neruda y Huidobro). Y, de pronto, Parra se mete en medio de ellos con un mensaje gamberro y desmitificador. Neruda había encumbrado su ego lírico hasta las cumbres de Machu Picchu y Huidobro había dictaminado que “el poeta es un pequeño Dios”. Parra, en un tono irreverente hacia sus mayores, descree de la autodivinización de los poetas y escribe: Durante medio siglo / la poesía fue / el paraíso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / y me instalé con mi montaña rusa. // Suban, si les parece. Claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por boca y narices.

Lenguajes de la antipoesía
Los antipoemas están hechos de lenguaje corriente, de cotidianeidad desencantada. Por espacios urbanos y decadentes se desplaza un antihéroe esperpéntico que con ironía y sarcasmo, critica la realidad circundante sin proponer nada a cambio, pues él mismo se siente incapaz de cualquier modificación. El mundo moderno es una gran cloaca: / Los restaurantes de lujo están atestados de cadáveres digestivos / Y de pájaros que vuelan peligrosamente a escasa altura. / Eso no es todo: Los hospitales están llenos de impostores, / Sin mencionar a los herederos del espíritu que establecen/ sus colonias en el ano de los recién operados.

En la antipoesía de Parra no hay lenguajes prohibidos. Todo vale, todo tiene su espacio: refranes, frases hechas, extranjerismos, el lenguaje legal, los sermones, el lenguaje bíblico, el didáctico, el de los amantes… Juntos construyen un mosaico lingüístico que da cuenta de los diferentes registros sociales, a la manera de un coro en el que cada voz canta su propia melodía. El lector es interpelado, a veces con violencia, para que abandone la lectura prejuiciosa de la poesía. Ya no vale el sentimentalismo, ni “el arco iris”o la melancolía; toman su puesto, las sillas, los tenedores, los objetos de escritorio y las neurosis que, cada día, pueblan la mente de todos los personajes de su poesía.

Alguna vez se ha denunciado la superficialidad de algunos experimentos parrianos. Ahora bien, si es cierto que en bastantes ocasiones Parra deriva hacia el chiste intrascendente, su proyecto antipoético no es banal. En realidad, su obra entera está recorrida por una angustia existencial ante la dificultad de encontrar respuestas. La insistencia en el humor no es sino un medio de denunciar las contradicciones que el poeta cree ver en la realidad. Por eso este escéptico impenitente a veces se pregunta por el sentido de la vida con más radicalidad de lo que se piensa:

Señoras y señores:
Yo voy a hacer una sola pregunta:
¿Somos hijos del sol o de la tierra?
Porque si somos tierra solamente
No veo para qué
Continuamos filmando la película:
Pido que se levante la sesión.

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