El británico impasible

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Centenario del nacimiento de Graham Greene
Graham Greene (1904-1991), uno de los novelistas más conocidos del siglo XX, ha perdido mucha de la popularidad que tuvo en vida. Pero cien años después de su nacimiento, buena parte de su obra sigue en pie, en especial las creaciones en que combina su vigor narrativo con ideas profundas.

Graham Greene nació el 2 de octubre de 1904 en Berkhamstead (Hertfordshire). Era el cuarto de los seis hijos de Charles Greene, rector de Berkhamstead School, y de Marion Raymond Greene. Graham tuvo una infancia feliz, de la que recordaba que nunca se sintió solo.

El destierro de este paraíso terrenal se produjo poco antes de cumplir ocho años, cuando Graham inició los estudios en la escuela dirigida por su padre. El pequeño Greene sentía, al pasar esa puerta, que abandonaba el terreno familiar de la casa paterna y cruzaba una frontera enemiga. El sentimiento se fortaleció cuando a los trece años fue a vivir como interno. «¿Acaso no era mi padre el rector? Yo era el hijo de un colaboracionista en un país ocupado. Mi hermano mayor, Raymond, era prefecto de la escuela y mayordomo… en una palabra: colaboraba con los colaboradores. Y yo estaba rodeado por las fuerzas de la resistencia y no podía unirme a ellas sin traicionar a mi padre y a mi hermano». Uno tiene la impresión de estar leyendo «El factor humano». Esta doble vinculación -alumno del colegio e hijo del rector- es una imagen de lo que han sentido muchos de sus personajes de creación literaria, donde la línea fronteriza, la doble vida del espía, la amistad y la traición, han tenido un papel importante.

El deseo de fuga del colegio tomó formas como una escapada de casa a los dieciséis años, y que concluyó con un conciliábulo familiar, en el que se decidió enviarle a un psicoanalista de Londres, Kenneth Richmond. Graham vivió aquellas semanas en la capital británica como unas vacaciones extraordinarias, en las que le dejaron en total libertad. Gracias a la ayuda de Richmond o al cambio de ocupación, Graham terminó sus años en Berkhamstead School sin más incidentes y se matriculó en Balliol, uno de los «colleges» más prestigiosos de Oxford. En sus años de universidad coincidió con Evelyn Waugh, un año mayor que Greene, pero fue mucho más tarde cuando se hicieron amigos.

Experiencia en el periodismo

Del psicoanálisis Graham Greene salió sin ninguna creencia religiosa, y no del todo curado como se vio enseguida. En otoño de 1923, durante unas vacaciones, descubrió en casa de sus padres una pistola de su hermano mayor. Para librarse del aburrimiento, Greene jugó a la ruleta rusa seis veces en aquellos meses, hasta que en Navidades decidió abandonar este peligroso excitante y marcharse de vacaciones a París. Ese miedo al aburrimiento, explica en su autobiografía, le duró toda la vida y le llevó a empresas como un duro viaje por Liberia sin ninguna experiencia previa en África, «a Tabasco durante la persecución religiosa, a una leprosería en el Congo, a la reserva Kikuyu durante la insurrección Mau-Mau, a la Malaya convulsionada y a la guerra francesa del Vietnam». De todas estas experiencias nacieron libros como «Journey without Maps» («Viaje sin mapas»), «Lawless Roads» («Caminos sin ley») y luego «El poder y la gloria», «The Quiet American» («El americano impasible»), «A Burnt-Out Case» («Un caso acabado»).

Después Greene fue a Nottingham para trabajar como redactor becario en el diario local. Fue allí donde dio los primeros pasos que le llevaron a convertirse al catolicismo, al hacerse novio de una católica, Vivien Dayrell-Browning. El padre Trollope, un ex actor de Londres que también se había convertido, le instruyó en la fe católica. Greene partía de un ateísmo dogmático: «No es que careciera de fe en Cristo: carecía de fe en Dios. En caso de que me convencieran alguna vez de la remota posibilidad de la existencia de un poder supremo, omnipotente y omnisciente, me daría cuenta de que ya nada sería imposible. Por eso luché y luché con todas mis fuerzas partiendo de la base de un ateísmo dogmático. Algo así como una lucha por la supervivencia personal».

Greene dejó el periódico de Nottingham para iniciar unos años dorados de su vida: consiguió un empleo de redactor con un buen sueldo en «The Times», se casó con Vivien y publicó su primer libro, «The Man Within» («Historia de una cobardía»). El éxito -vendió 8.000 ejemplares- se le subió a la cabeza, y decidió que había llegado el momento de abandonar la seguridad de su trabajo en el «Times», para dedicarse completamente a la escritura. Vinieron años duros, en los que no consiguió cuajar buenos libros. En esos momentos de desesperación, Greene intentó sin éxito volver al «Times». «Estábamos esperando un hijo y yo sólo tenía en el banco veinte libras. (…) Fui devuelto a la pluma, como una oveja descarriada, por el transitorio éxito popular de ‘Oriente Express’». «Stamboul Train» («Orient Express») tuvo un inesperado éxito y fue elegido por la Book Society (una especie de club del libro), lo que supuso una tirada extra de 10.000 ejemplares.

Con estructura de «thriller»

Empujado por la fortuna hacia la literatura, Greene dedicó entonces todas sus fuerzas a escribir. Con extraordinarias dotes de narrador, explica la Enciclopedia Británica, dividía sus obras en dos tipos: los «entertainments» (entretenimientos, diversiones) y las novelas. Las características de los primeros son una estructura de «thriller» con un lenguaje seco y duro, y una trama llena de suspense y de acción, «pero con mayor complejidad moral y profundidad». «A Gun for Sale» («Una pistola en venta», 1936, llevada al cine en 1942), «The Confidential Agent» («El agente confidencial») (1939, filmada en 1945) y «The Ministry of Fear» («El ministerio del miedo»), «The Third Man» («El tercer hombre»), publicado en 1949, son los títulos de esta serie. «The Third Man» era originalmente un guión de cine (dirigida por Carol Reed y con Orson Wells y Joseph Cotten, la película es un clásico del cine negro). Greene tuvo una larga relación con el séptimo arte, casi todas sus novelas fueron llevadas al cine y él mismo trabajó como guionista en numerosas películas.

Pero detrás de la estructura de «thriller» y de la técnica cinematográfica, las obras del escritor británico van más alla. «Las historias contadas por Graham Greene -escribe Charles Moeller en «Literatura del siglo XX y cristianismo»- son aparentemente profanas». Sin embargo, «más allá del drama aparente, se desarrolla otro. (…) Graham Greene, convertido al catolicismo en 1927, está obsesionado por la presencia de Satán: la gracia, la bondad, el poder de Dios están de tal modo sumergidos en el océano del mal, que Dios parece muerto, crucificado una vez más en un mundo ciego y perverso; sus cristianos están hasta tal punto fascinados por esta ‘muerte de Dios’, que son aplastados por ella; no son santos; son, a veces, menos que hombres. La impotencia aparente de Dios estalla en estas novelas con una fuerza nunca igualada hasta ahora. La tentación mayor es aquí la desesperación ante el silencio de Dios».

La primera novela seria -y una de las mejores, según sus críticos ingleses- es «Brighton Rock» («Brighton, Parque de Atracciones», 1938, llevada al cine en 1948). Greene en este libro enfrenta un humanista alegre y de buen corazón -que el escritor detesta- con un corrompido y violento joven criminal cuya trágica situación se intensifica por haber recibido una educación católica. «En 1937 -dice Greene en «Vias de fuga»- había llegado el momento de servirme de personajes católicos».

El triunfo de «El poder y la gloria»

Nació entonces la cuestión de Greene como «escritor católico», término que consideraba «detestable». «Muchas veces, después de «Brigthon Rock», me he visto obligado a declarar que no soy un escritor católico, sino un escritor en el que se da el caso de ser católico». Greene explica su situación de entonces con respecto a la Iglesia católica: «Habían pasado más de diez años desde que me había acogido la Iglesia. Entonces yo no me había sentido emotivamente implicado, únicamente intelectualmente persuadido; tenía la costumbre de practicar formalmente la religión, de ir a Misa todos los domingos, de confesarme quizá una vez al mes, y además, en mis horas libres, leía un gran número de obras teológicas -a veces con fascinación, otras con repugnancia, pero casi siempre con interés-«.

Gracias a un anticipo de un libro sobre la persecución en México, pudo viajar a Tabasco y Chiapas. En México, Greene descubrió «una cierta fe emotiva» entre las iglesias desiertas y en ruinas y en las misas secretas celebradas en Las Casas, y nació su novela más famosa: «El poder y la gloria».

«Pienso que «El poder y la gloria» es mi única novela con tesis», explica Greene en «Vías de fuga». La novela se centra en la doctrina católica según la cual la eficacia de los sacramentos no depende de la dignidad del ministro. Por esto, un cura borracho o que ha cometido pecados de la carne, puede bautizar, celebrar misa o dar la comunión, como hace el protagonista de la novela. Greene dice que la historia nació cuando le contaron el caso de un sacerdote que había vivido diez años escondido en bosques y zonas palúdicas, saliendo sólo de noche, y de otro de Chiapas que era lo que llamaban un «pater whisky». «No encontré el idealismo y la honestidad del teniente de «El poder y la gloria» entre los policías y pistoleros que conocí, me vi obligado a inventar el oficial para contraponerlo al cura fracasado: el oficial de policía idealista, que con las mejores intenciones posibles ahogaba la vida, el cura alcoholizado que seguía dispensando vida».

«El poder y la gloria» salió en Gran Bretaña en 1940, con una tirada de 3.500 ejemplares que se agotaron. El éxito vino después de la guerra, en Francia, «debido a la generosa introducción de François Mauriac». El libro tuvo un gran eco en ambientes católicos franceses por su tesis, por la complejidad (o retorcimiento) de los protagonistas, la mezcla de cuestión social con persecución religiosa, el tipo de catolicismo «engagé» que transpira. Y al triunfar en Francia, que todavía era una protagonista en la cultura mundial, «El poder y la gloria» se convirtió en un «best seller».

Un coletazo del éxito fue una denuncia de los obispos franceses a Roma. «Unos diez años después de su publicación, el cardenal arzobispo de Westminster me leyó una carta del Santo Oficio que condenaba el libro porque era ‘paradójico’ y ‘trataba circunstancias extraordinarias'». Greene, en su autobiografía, no da mayor peso al conflicto con el Santo Oficio, comentando que en realidad, la Iglesia de Roma le trató con mucha más gentileza que «uno cualquiera de los estados totalitarios, de derecha o de izquierda, con los que a menudo se la compara». Como el mismo autor dice, «el asunto se dejó caer en ese sereno olvido que la Iglesia sabiamente reserva a las cuestiones sin importancia».

No fue sólo el Santo Oficio el que se interesó por Greene. Pío XII, que leyó «El fin de la aventura», comentó a un obispo que creía que Greene pasaba un momento difícil, y que si lo pedía había que ayudarle. También años después Pablo VI le recibió en audiencia, le dijo que había leído «El poder y la gloria» y quitó importancia a la intervención del Santo Oficio.

Miguel CastellvíLa etiqueta de «escritor católico»

En 1947 su matrimonio con Vivien se había roto -Graham la abandonó, pero nunca se divorció- después de numerosas infidelidades, entre otras una con una mujer casada, Catherine Walston, que dio lugar a su novela «El fin de la aventura» («The End of the Affair», 1951). Y su vida de fe naufragaba, o al menos eso parecía a través de sus obras, hasta el punto que Evelyn Waugh le escribió muy preocupado por la posibilidad de que Greene hubiera abandonado la fe católica.

«The Heart of the Matter» («El revés de la trama», 1948) y «The End of the Affair», las novelas que siguieron a «El poder y la gloria», llevan al extremo el drama religioso de sus protagonistas. La primera tiene lugar en Sierra Leona (donde Greene trabajó como agente de los servicios secretos ingleses). Scobie, el jefe de policía, es católico practicante, pero por culpa de la compasión hacia su mujer por un lado y su amante por otro, acaba metido en un callejón sin salida en el que acepta un soborno, comete adulterio, consiente un asesinato y comete sacrilegio y suicidio. «The End of the Affair» se desarrolla en Londres durante los bombardeos alemanes y es la historia de dos amantes, Maurice Bendix, un escritor agnóstico, y Sarah, católica y mujer casada, que promete a Dios que dejará a Maurice si éste se salva de un bombardeo. El milagro se produce y ella abandona a su amante, para morir después de neumonía.

Una fama molesta

Estas dos novelas por un lado dieron gran fama a Greene, pero por otro le produjeron muchas molestias. «Nunca había recibido tantas cartas de desconocidos, probablemente la mayoría mujeres y sacerdotes. De golpe me consideraron, en Inglaterra, Europa y América, un escritor católico, el último título al que nunca habría aspirado». Greene no estaba preparado para ayudar a las personas que acudían a él: «yo no tenía ninguna misión apostólica, y las invocaciones de asistencia espiritual me exasperaban a causa de mi impotencia». Esta situación -«yo era como un hombre sin ningún conocimiento médico en un pueblo lleno de peste»- le llevó a crear la figura de Querry, un arquitecto católico cansado de la fama, que acaba de modo trágico en el Congo belga antes de la independencia, y que es el personaje central de «A Burnt-Out Case».

«Esta novela -le escribió Waugh- deja comprender claramente que estás exasperado con la reputación que te ha sobrevenido, sin buscarla, de escritor ‘católico’. (…) Espero que se trate sólo de esto, y que las conclusiones desesperadas de Morin y Querry sean puramente narrativas».

Greene, que apreciaba mucho a Waugh, le contestó que sólo en parte algunas cosas de Querry -y de Fowler, el periodista inglés de «The Quiet American»- eran suyas: «Supongo que los puntos en los que el escritor se encuentra de acuerdo con el personaje dan lo que tiene de fuerza y de calor a la expresión», pero al mismo tiempo no se podía «sacar una analogía en toda la línea, y no necesariamente hasta la conclusión de la línea».

El intercambio epistolar concluyó con una nueva carta de Greene en la que preguntaba si se puede prohibir a un católico pintar el retrato de un ex católico. «No hay duda de que si hay algún realismo en el personaje, debe brotar del hecho de que el autor ha experimentado alguno de los mismos estados de ánimo de Querry, pero sin duda no necesariamente con la misma intensidad… si las personas son tan impetuosas como para considerar este libro como una abjuración, no puedo hacer nada. Quizá se sorprenderán cuando me vean en misa. Lo que me ha disgustado, en algunas críticas católicas a mi trabajo, especialmente en algunos libros escritos en Francia, es la confusión entre la misión de un escritor y la misión de un profesor de moral o de un teólogo».

Greene y Waugh estaban muy alejados. Greene se siente mucho más cerca de la fe de Unamuno en «Del sentimiento trágico de la vida», y dice que Querry hay que buscarlo entre los que Unamuno llama «aquellos en los que la razón es más fuerte que la voluntad, los que se sienten cogidos en el torno de la razón y arrastrados a la fuerza contra su voluntad, por lo que caen en la desesperación, y por causa de su desesperación, niegan, y Dios se revela en ellos, afirmándose a Sí mismo gracias a la misma negación de ellos».

En la región tragicómica

Después, Greene se alejó de los conflictos intelectuales de Scobie o Querry para ir a «la región tragicómica de La Mancha donde pensaba quedarme», y de su redescubrimento de la comedia, junto a su experiencia como agente del servicio secreto, nace «Our Man in Havana» («Nuestro hombre en La Habana», 1958, filmada en 1959), situada en Cuba poco antes de la revolución castrista y que es una tomadura de pelo del mundo de los espías y del Foreign Office. Antes había escrito «The Quiet American» (1956), quizá una de sus novelas más logradas, sobre un desencantado periodista británico y un agente de la CIA en el Vietnam durante los últimos años de la colonia francesa. «Las últimas cuatro novelas de Greene -«The Honorary Consul» (1973), «The Human Factor» (1978, filmada en 1979), «Monsignor Quixote» (1982) y «The Tenth Man» (1985)- representan un declinar con respecto al nivel de sus mejores obras», sentencia la Británica. En el caso de «The Honorary Consul», además, resulta especialmente desagradable la figura del ex sacerdote jefe de los guerrilleros.

Sobre los libros de Greene, que algunos han calificado de «spiritual thrillers», la mayor crítica que se les puede hacer es que las crisis de sus personajes son, muchas veces, artificiales. Desde otro punto de vista, George Orwell señaló -en una crítica a «The Hearth of the Matter»- el peligro del «malditismo» y el concepto de Scobie como «el pecador santificado». Greene, dice Orwell, «parece aceptar la idea, que ha estado flotando en torno desde Baudelaire, de que hay algo más bien ‘distingué’ en ser condenado; el infierno es una especie de ‘night club’ de clase alta cuya entrada está reservada sólo a los católicos», afirma Orwell.

No juzguéis

Recordemos, por último, la conclusión de Charles Moeller a sus comentarios sobre las novelas de Greene en «Literatura del siglo XX y cristianismo». La obra de Greene, dice Moeller, «no es otra cosa más que un comentario de las palabras divinas: «no juzguéis». No juzguéis el mundo que os parece abandonado por Dios: está habitado por Dios. No juzguéis a la humanidad que, aparentemente, ha matado a Dios: ha sido salvada por Dios. No juzguéis el fracaso de Dios, pisoteado en instituciones que se entregan a Satán, escarnecido en la debilidad de los sacramentos: el poder y la gloria de Dios están allí presentes».

Greene nunca ganó el premio Nobel de Literatura. Unos lo atribuyen a que se le consideraba un escritor demasiado popular, otros al rumor de que había puesto los cuernos a un importante miembro del comité de selección. Cuando, ya anciano y enfermo, en una de sus últimas entrevistas le preguntaron si lo lamentaba, respondió que ahora sólo le interesaba un premio. Algunos piensan que con esto daba la bienvenida al olvido de la muerte; otros, que se refería al cielo. Una ambigüedad típica de Greene.

____________________Miguel Castellví: mcv@pressva-vis.va

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