La “tecnología ponible”, ¿libertad o agobio?

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Exceptuando algunas aplicaciones con un fin de novedad y espectáculo, los diseños de estas prendas con tecnología incorporada facilitan el desarrollo de la actividad a ciertos grupos de personas más expuestas, como los deportistas o los soldados, o más vulnerables, como bebés o ancianos (1). Es el caso del MIT, que desarrolla el proyectoThings that think a través de la International Fashion Machines, del Media Lab, según explica Alejandra Camberos. “Diseña telas electrónicas para uso civil y militar (…) que pueden curar las heridas de los soldados, nutrirlos, hidratarlos, suministrarles medicamentos y transmitir los datos de sus condiciones físicas a un centro de operaciones. (…) Algunos fabricantes están diseñando trajes para esquiar que incorporan receptores GPS y GSM, así como sistemas de alarma”.

Sin embargo, ya surgen algunas incertidumbres entre sus usuarios: problemas de privacidad, seguridad pública, dificultad para manejar tanta información y el deterioro de las relaciones personales ante la abundancia de dispositivos (2). ¿De verdad quiere el ser humano estar tan informado, o solo se pone a disposición de un interés empresarial? El abandono del lanzamiento al mercado de innovaciones como las gafas interactivas de Google (solo se vendieron unos pocos prototipos experimentales para desarrolladores de aplicaciones, y sigue aplazada desde hace dos años y medio su comercialización –prevista por Luxottica para finales de 2015–) sugiere que no todo acopio de información se siente como un avance.

Estas limitaciones recuerdan a las que se achacan al neuromarketing, método de investigación de los sentimientos que permite conocer a los clientes y optimizar el proceso de información de nuestro cerebro. Uno de sus expertos, C.R. Madan (3), lo define como “el uso de técnicas de neuroimagen y neurociencia computacional aplicadas a un proceso de comportamiento para alcanzar un objetivo comercial”. El autor señala la capacidad de esta técnica para medir la respuesta del consumidor de forma mucho más científica, profundizando en su atención, estado emocional y sentimientos, así como por la capacidad de detectar desórdenes clínicos como el consumo compulsivo. Además, facilitaría el proceso de decisión del consumidor al conocer un tipo de información que no se puede obtener por otros métodos.

La “tecnología ponible” puede aportar mucha información sobre la actividad y el estado del cuerpo

Por otro lado,este campo de estudio válido para entender la ciencia del comportamiento del consumidor puede producir daños sociales. En primer lugar, el neuromarketing podría amenazar la autonomía individual e incitar al consumidor a hacer algo que no le conviene (4). Por ejemplo, esto podría sucederle al consumidor más vulnerable, como los niños y las personas con desórdenes psicológicos, susceptibles de ser manipulados para hacer la compra imposible de resistir, así como también crear ansiedad, miedo o desconfianza. En segundo lugar, permitiría diseñar un tipo de publicidad que produzca unos efectos psíquicos que conduzcan al consumidor a determinadas preferencias de producto. En tercer lugar, se echa en falta una regulación del consentimiento informado y la privacidad de los participantes.

Registro de actividades

Sin duda, la “tecnología ponible” puede aportar mucha información sobre la actividad y el estado del cuerpo; lo que está menos claro es si esa información se traduce en más libertad o en más agobio. Intentó medirlo el experimento llevado a cabo con 200 mujeres que llevaban el activity tracker (registro de actividades) Fitbit, con el que puedes medir no solo pasos, minutos y distancias recorridas, calorías quemadas, escaleras subidas, sino también el ritmo cardíaco continuo, la monitorización del sueño, seguimiento por GPS…

El aparato había tenido un profundo impacto en sus decisiones sobre la dieta, aumento de ejercicio y velocidad de movimiento, lo que procuraba satisfacción, orgullo, motivación. Sin embargo, entre los sentimientos que mostraban en relación con el uso de esta tecnología figuraban sentirse culpable, desnuda, malgastando las actividades que hacían, menos motivadas para el ejercicio, y lo que es más peligroso, bajo presión para alcanzar sus objetivos, controladas en sus rutinas diarias.

También la firma Athos quiere lanzar ropa de entrenamiento que permita conocer la actividad muscular, el ritmo del corazón y la respiración en tiempo real, lo que puede impulsar a los usuarios a dar lo mejor de sí mismos. Esta tecnología portátil, biónica e incorporada en el cuerpo, basada en conocer datos, es entendida como el paso hacia un estado más evolucionado que corre el peligro de cambiar lo que significa ser humano (5). En esa nueva redefinición del ser humano de base exclusivamente física y de sus capacidades biológicas, ¿qué papel jugarían Hawking (con una esclerosis lateral amiotrófica), Beethoven (quien compuso sus tres últimas sinfonías completamente sordo) o Kierkegaard (jorobado y acomplejado)? ¿Habrían sido descartados o alguien habría apostado por ellos?

En otra línea, se apuntan las consecuencias del transhumanismo: que lo mental use de lo corporal para sacar provecho en aras del bienestar sensible o afectivo (6). “Nuestro cuerpo puede ser usado como un meta-objeto de seducción (que seduce hacia este mundo)”. Con esta frase comienza la pieza Digital Skins Body Atmosphere. En el 2050 la alta costura se volverá biológica, tendremos piel digital, llevaremos vestidos de nube para la noche hechos con gas, joyería de nanopartículas, cremas cosméticas electrodinámicas, vestidos de éter, ojos eléctricos holográficos, venas que emiten luz e incluso podremos consumir moda en pastillas (7).

Tras conocer los pros y los contras de esta tendencia, podríamos concluir lo que apunta Iron Man cuando le destruyen su traje al final de la película: “Como robot, vives experiencias que jamás habrías imaginado…Mi armadura era una crisálida. Ahora soy todo un hombre”. O bien, podríamos entrever en estas iniciativas una serie de expectativas para atraer inversores, como sucedió con las previsiones de los años 60: el mito del progreso indefinido de la ciencia echado por tierra en la postmodernidad. Una reflexión ya realizada en el documental All Watched over by machines of loving graceEl escritor y productor de la BBC Adam Curtis lamenta que el ser humano haya reducido su libertad a expresar unos sentimientos por Internet, renunciando a dar una visión propia. Y apunta curiosamente que algunas de las máquinas que nos controlan hayan sido diseñadas por los hippies que prometían una revolución que mejoraría el mundo (8).

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Notas

(1) http://www.transhumanismo.org/articulos/gente_virtual.htm

(2) http://www.elpais.com.uy/informacion/moda-y-tecnologia-los-dispositivos-se-cuelan-en-la-ropa.html

(3) Madan, C. R. (2010). Neuromarketing: the next step in market research? Eureka, 1 (1), 34-42.

(4) Fisher, C.E., Ching, L., & Klitzman, R. (2010). Defining Neuromarketing: Practices and Professional Challenges. Harvard Review Psychiatry, 18 (4), 230-237.

(5) De Duus, R. & Cooray, M. How we discovered the dark side of wearable fitness trackers (19-06-2015).

(6) Aceprensa. En busca del superhombre postmoderno. Transhumanismo: una utopía peligrosa. 1 de abril de 2015, nº 26.

(7) Autores: la diseñadora de moda Nancy Tilbury, artistas visuals, diseño de Philips, Director: Clive Van Heerden en el área de Living Skins con Design for Need Expert Amanda Sleet.

(8) Daily motion. Tercer episodio del documental All Watched over by machines of loving grace, The Monkey in the Machine (6-06-2011).

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