En defensa de la piratería

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Lawrence Lessig, profesor en la Stanford Law School y cofundador de Creative Commons, sostiene que las leyes de copyright han quedado anticuadas en la era digital, y propone que dejen copiar libremente y se limiten a regular el uso de las copias (The Wall Street Journal, 11 octubre 2008).

Lawrence Lessig ha censurado en otras ocasiones las normas norteamericanas sobre derechos de reproducción (cfr. Aceprensa 81/03 y 66/07), por cierto similares a las de otros países. En la actualidad forma parte del consejo directivo de la Electronic Frontier Foundation, que promueve la libertad de los usuarios de Internet. A su juicio, la lucha contra la piratería, en los términos en que está planteada, es en realidad una guerra preventiva contra la creatividad. Además, entre otros daños colaterales, provoca la criminalización de los usuarios, en especial adolescentes y jóvenes, en una reacción desproporcionada a la descarga e intercambio de objetos audiovisuales mediante Internet.

Lessig suele poner como ejemplo el recurso de los escritores y ensayistas a la cita, un procedimiento en el que no hay problemas legales parecidos: “Mientras los escritores de palabras tienen libertad para citar desde tiempo inmemorial, los ‘escritores’ de tecnología digital todavía no han obtenido este derecho. En vez de esto, los abogados [de las casas discográficas, productoras de cine, etc.] insisten en que se necesita autorización para incluir obras protegidas en cualquier obra nueva”. La “cita” de obras audiovisuales es muy frecuente en vídeos de entornos de amigos y familiares colgados en YouTube y en las distintas redes sociales. Pero esta práctica del remix amateur es duramente perseguida por los servicios jurídicos de las empresas discográficas.

Para adaptar las leyes de copyright al moderno entorno digital, Lessig propone algunos cambios fundamentales. El primero es liberalizar el remix amateur: “Necesitamos restablecer una ley de copyright que deje libre de regulación la creatividad amateur”. Bastaría establecer un sistema de compensación a los autores de las obras “citadas” para los casos en que el remix sea distribuido públicamente.

En segundo lugar, dice Lessig, habría que desregular la copia. Actualmente, “las leyes de copyright se ponen en acción siempre que se produce una copia. En la era digital, donde cada uso de una obra de creación produce una ‘copia’, ese mecanismo tiene tan poco sentido como regular la respiración. La ley tendría también que renunciar a su obsesión por la ‘copia’ y centrarse, en cambio, en los usos”.

El artículo comienza con un ejemplo que muestra las exageraciones a que puede llevar la obsesión por la copia. Una madre grabó un vídeo casero de su hijo de trece meses bailando al son de una canción de Prince. Quería enviarlo a los familiares y amigos, pero como no resulta cómodo transmitir un vídeo por correo electrónico, lo colgó en YouTube y les remitió el enlace. Algún tiempo después, Universal, propietaria de los derechos de reproducción de las grabaciones musicales de Prince, obligó a YouTube a retirar el vídeo, por considerarlo una infracción del copyright. Pero, como dice Lessig, todo el interés del vídeo está en los graciosos movimientos del niño; la canción de Prince se oye mal, y nadie usaría esa grabación para ahorrarse la compra del correspondiente disco o archivo MP3 de Prince: por tanto, no hay lucro cesante para Universal ni para el artista. Así pues, aunque el vídeo incluye una copia de la canción, el uso es claramente no comercial, por lo que no debería estar limitado por la reserva de derechos.

Otra de las propuestas de Lessig es despenalizar la circulación de copias privadas. “La guerra contra el intercambio de archivos entre particulares [P2P] es un fracaso. Después de una década de campaña, la ley no ha reducido el intercambio ni ha compensado a los artistas”. Por tanto, habría que pensar medidas para que los artistas cobren por sus obras, sin intentar detener el intercambio.

El artículo es un anticipo del nuevo libro de Lessig, titulado Remix, que salió unos días después. The Wall Street Journal publicó el texto de acuerdo con la editorial y consignando al final la reserva del copyright a favor de Lessig. Los fragmentos traducidos aquí están amparados por el derecho de cita.

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