San Sebastián 2021: Que un mal palmarés no te oculte un buen festival

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La “bronca” ha sido unánime y, aunque algunos y algunas, hayan achacado este enfado a un supuesto machismo que ha rechazado la opinión del Jurado por ser mayoritariamente femenino (este año el Jurado estaba compuesto por cuatro mujeres y un hombre), muchos otros han recordado que el enfado por el palmarés del Festival de San Sebastián es un clásico.

Y es que la cita donostiarra confirma –casi cada año– su gusto por premiar un cine hermético y extraño. Un cine que conquista las Conchas de Oro y de Plata pero nunca termina de conquistar al público. Sin embargo, lo importante de un Festival, llámese San Sebastián, Berlín o Cannes, no es tanto su palmarés sino la selección de películas, y hay que reconocer que esta 69 edición ha sido una edición notable que terminará convenciendo precisamente por todas aquellas películas que han quedado fuera del palmarés.

Porque se han ido de vacío –o casi– un potente drama sobre el perdón como Maixabel; o Arthur Rambo, la lúcida crítica sobre las redes sociales de Laurent Cantet; o Quién lo impide, el valioso retrato de la adolescencia dirigido por Jonás Trueba, e incluso la atmosférica y literaria Distancia de rescate. Por no hablar del silencio del Jurado ante la portentosa interpretación de Javier Bardem, en El buen patrón. La decisión de suprimir el género en la categoría de mejor interpretación no ha ayudado al actor español, que tenía que competir con otra magnífica actuación –la de Jessica Chastain en Los ojos de Tammy Faye– que sí ganó la Concha de Plata a la mejor actriz; pero la decisión del Jurado de dar ex aequo el premio a la protagonista de As in Heaven solo ha servido para sumar puntos a la polémica.

Son pocos los que dudan que cualquiera de estas películas tendrá un mayor recorrido en carteleras que las premiadas: La Concha de Oro, Blue Moon, un anodino drama rumano protagonizado por una conflictiva adolescente; el premio al mejor guion, Benediction, un parsimonioso biopic del poeta Siegfried Sassoon, o As in Heaven, un drama religioso bastante epidérmico que hizo a más de uno desear la resurrección de Dreyer.

Secciones paralelas

Como siempre –al ser San Sebastián la última cita festivalera del año– se pudieron ver en la ciudad donostiarra –dentro de la Sección Perlas– algunas de las películas premiadas en festivales anteriores, como la también controvertida (aunque por otros motivos) Palma de Oro en Cannes (Titane); el Oso de Oro de Berlín, La ruleta de la fortuna y la fantasía; el premio del Jurado de Venecia, la bizarra y narcisista Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino, o el notable western de Jane Campion, El poder del perro.

Acostumbrados, como estamos, a que el cine festivalero subraye los aspectos más sórdidos de la existencia humana –que a veces parecen dar mejor juego cinematográfico–, esta edición de San Sebastián puede presumir de haber acogido algunas películas abiertas a la esperanza, como las citadas Maixabel, Arthur Rambo o Quién lo impide, así como el duro pero realista y necesario drama sobre la enfermedad psíquica Un amor intranquilo, de Joaquim Lafosse; el drama social Mediterráneo, o Mass, una catártica reflexión sobre el perdón y la caridad cristiana, que fue una de las películas más alabadas por la crítica y el público que acudió a San Sebastián.

En resumen, una buena edición que no merece ser ocultada por un nefasto palmarés.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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