La IA en el trabajo intelectual y creativo, ¿secretario o sustituto?

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Para empezar a escribir este artículo podría haber pedido a Chat GPT que me diera un párrafo de inicio, o dos, o que me lo escribiera entero. Y, probablemente, sería un texto muy aceptable que, con unos pocos retoques, sería difícil de identificar como escrito por una IA. Pero, más allá de las implicaciones éticas, ¿qué está en juego cuando delegamos nuestras capacidades intelectuales y creativas en herramientas de inteligencia artificial? 

En un artículo para Public Discourse, Timothy Burns, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Baylor, argumenta que las actividades que destrozan la espalda y ennegrecen los pulmones se asumen por pura necesidad, y que quienes las realizan albergan la esperanza de que sus hijos no tengan que hacerlo. Por eso, son trabajos que se delegan gustosamente en las máquinas. “Pero, ¿qué ocurre con las actividades que cultivan la mente y enriquecen el alma? —se pregunta Burns—. ¿No deberíamos pararnos antes de cederlas también a las máquinas?” 

Un ámbito en el que esto preocupa especialmente es el de la educación, en particular en la universidad. Burns pone por caso que los alumnos tengan que elaborar un discurso: “Decir a los estudiantes que dejen que la IA haga su trabajo, o parte sustancial de este, supondrá que nunca aprenderán gramática, ni cómo escribir una frase convincente y cautivadora, ni cómo ganarse a un público a través de la persuasión”. El académico explica que si una habilidad no se cultiva, se pierde, por lo que sustituir con IA la práctica de una capacidad resultará en una “desesperada dependencia” de esa tecnología. 

La escritura fue tan disruptiva como la IA

Aunque pueda parecer una locura, la invención de la escritura pudo ser tan disruptiva como la de la IA. José Ignacio Murillo, director del grupo Mente-Cerebro del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra, explica que ya los filósofos griegos se plantearon las ventajas e inconvenientes de esa nueva tecnología: “El peligro que veía Platón era que, si la gente se confiaba en la escritura, perdería la memoria”. Sin embargo, “ahora lo consideramos una técnica importantísima para la formación cultural”. Javier Bernácer, neurocientífico del ICS, añade que, de hecho, “la escritura nos ayuda a memorizar más y mejor”.

“Lo exclusivo del ser humano es la capacidad de conocer intelectualmente, la IA solo puede simularlo”

Murillo apunta a los buscadores como precedente, ya que son una forma de IA a modo de filtro que acelera y simplifica procesos de trabajo. El salto que se ha dado con la inteligencia artificial generativa es que nos ofrece productos que parecen elaborados por un ser humano: textos, imágenes, fotografías… “Nos encontramos con un resultado que parece el producto de una inteligencia y que se puede usar como tal”. Bernácer puntualiza que “lo exclusivo del ser humano es la capacidad de conocer intelectualmente: abstraer, universalizar… La IA no puede hacer esto, sino solo simularlo”. 

En la universidad, Bernácer puso a sus alumnos a experimentar con Chat GPT para resumir un texto. Algunos le indicaban a la IA que volviera a resumir el texto sin dejarse fuera ninguna idea importante. “Esta es la clave –indica el profesor–: Chat GPT no sabe qué es lo importante, solo lo está simulando”, por lo que el producto que obtenemos es defectuoso. Sólo quien tiene experiencia en abstraer de un texto las ideas fundamentales podrá determinar si lo que ha hecho la IA está bien o qué retoques necesita. 

Use it or lose it

Es aquí donde entra una máxima que se cumple en nuestro sistema nervioso: use it or lose it (usarlo o perderlo): “Si alguien delega las funciones intelectuales y creativas en un algoritmo, y no las cultiva de ninguna otra manera, se van atenuando”, explica Bernácer. Para Burns, “el consumo de IA, en vez de ampliar y hacer más profundo el pensamiento de los alumnos, atrofiará sus mentes disminuyendo la capacidad de pensar y razonar por sí mismos”. Por eso, Bernácer apunta que “usar procesos automáticos y delegar en la IA está muy bien cuando ya has desarrollado esa habilidad” previamente.

“El increíble avance de la IA pone de manifiesto que hacen falta seres humanos con mejor y mayor criterio”

Sin embargo, el reto al que se enfrentan los profesores es el de convencer a los alumnos de que es importante adquirir esas habilidades: redactar, resumir, analizar, contrastar… Y enseñar a hacerlo. Pues sólo quien domina esas cuestiones puede utilizar la IA de forma que potencie sus capacidades. “El increíble avance de la IA pone de manifiesto que hacen falta seres humanos con mejor y mayor criterio, que sepan distinguir si ese output de la IA es correcto o incorrecto –explica Bernácer–. En el mejor de los casos, los alumnos revisan [lo que les hace Chat GPT], pero en la mayoría de los casos, ni eso”.  

Por su parte, Burns alerta de que “la presunción es que [el texto elaborado por la IA] será superior a cualquier cosa que los estudiantes hayan podido redactar”, lo que contribuirá a “la homogeneidad sin alma que caracteriza a gran parte del mundo moderno”. Murillo tiene claro que hay que evitar que la tecnología diluya a la persona y buscar que el uso que hacemos de ella se pueda personalizar: “que tú seas tú mismo y que se te reconozca como quien eres; que tu aportación sea tu aportación”. 

Delegar para potenciar lo esencialmente humano

Si volvemos a echar la vista atrás, la historia nos demuestra que delegar ciertos procesos es algo que veníamos haciendo desde hace tiempo. “Tomás de Aquino tenía varios secretarios a los que les dictaba –dice Murillo–. Pudo escribir tantas obras como escribió porque a cada uno le iba dictando una cosa diferente. Esto ahora lo podemos hacer tecnológicamente”. Delegar tareas técnicas y optimizar procesos automáticos “puede ayudar a emplear nuestra capacidad intelectual mejor”, coincide Bernácer. 

La irrupción de la IA, como ya ocurrió con otras tecnologías, obliga a plantearse qué es lo esencialmente humano y qué es lo que se puede delegar en las máquinas. Murillo piensa que la clave está en los fines: “Si tuviéramos más claro qué es lo que queremos y en qué consiste el verdadero desarrollo humano, probablemente desarrollaríamos tecnologías que no lo entorpecen”, si no que lo potencian.  

Poniendo el acento en la creación artística e intelectual, que “ennoblece y embellece nuestras vidas” y que “nos ofrece una visión profunda sobre la condición humana”, Burns se pregunta: “¿Queremos realmente dejar en manos de las máquinas nuestra capacidad de pensar, inventar, descubrir y redescubrir?”.

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