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¿Y si nos atreviésemos a hablar del alma?

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La doctora Laura Bossi, especialista en neurobiología, ha publicado un libro titulado Histoire naturelle de l’âme, PUF), donde sostiene que es necesario volver a la noción de alma. Comenta sus ideas en una entrevista para el semanario Le Point (28 noviembre 2003).

Al señalar que el «eclipse del alma» afecta a la sociedad actual, no quiero parecer nostálgica. Pero reanudar la reflexión sobre el concepto de alma no sería un lujo. Los debates actuales sobre el estatuto del embrión, la muerte cerebral, la donación de órganos o la eutanasia encontrarían luces al volver a enlazar con esta tradición. Pese al progreso técnico, estos debates son menos nuevos de lo que se piensa. Pues todos remiten a una cuestión central: ¿cuál es la naturaleza del individuo? (…)

Antes, un individuo era un cuerpo que albergaba un alma. Según la idea de la gran escala de los seres, se clasificaba a los individuos, en función de la potencia de su alma, en plantas, animales y hombres. En la tradición cristiana, el individuo humano posee una dignidad particular, ya que tiene un alma racional. Es libre de elegir la salvación y la promesa de la resurrección. Hoy no nos atrevemos a hablar del alma, y el individuo es difícil de delimitar. (…)

Según la definición de Richard Dawkins, los individuos son artefactos inventados por los genes para reproducirse. El individuo es convertido en una especie de zombi pilotado por sus genes. Dos veces zombi, ya que se eclipsa también ante la especie. El individuo es transitorio, la especie dura. El movimiento ecologista, por ejemplo, venera las especies, no los individuos. (…)

Es verdad que las especies se perpetúan y los genes más aún. Pero es el individuo quien evoluciona. Se termina por olvidar que, sin un individuo que nace, crece y muere, no hay ni genes ni especie. El privilegio concedido hoy a estos últimos es sorprendente. (…)

No es una casualidad que el neurobiólogo Antonio Damasio juzgase útil escribir un libro sobre el «error de Descartes», porque en los reduccionistas más radicales se encuentra el dualismo vestido con nuevos ropajes. (…) Algunos teóricos de la informática y pensadores mantienen que el espíritu de un individuo, con su comitiva de recuerdos, es, en palabras de Umberto Eco, un «programa informático» susceptible de sobrevivir a la muerte del cuerpo. (…)

Los biólogos son los herederos, a menudo sin saberlo, de tradiciones de pensamiento que me parecen inconciliables. Por un lado, la idea de que existe una unidad del mundo vivo, con las gradaciones que van de la célula primitiva y los organismos unicelulares a los seres más complejos, o incluso al «cerebro planetario»; por otro, la idea de que los cuerpos y las almas son máquinas que pertenecen a un mundo diferente del pensamiento consciente, heredero del alma eclipsada. Se ve también afianzarse un materialismo reduccionista puro y duro, pero al mismo tiempo un fuerte compromiso por la inmortalidad: inmortalidad de los genes, de los individuos, de las especies, del árbol de la vida… sin hablar de los sueños siempre presentes de inmortalidad corporal y espiritual. Eso explica que se tengan tantas dificultades para pensar en la articulación entre la vida y el espíritu, entre el individuo humano dentro de la colectividad humana.

[Respecto a la eutanasia y al suicidio, justificados a veces con la idea de que hay circunstancias en que no vale la pena vivir, dice Bossi más adelante:] Al contrario que los utilitaristas, pienso que la vida es buena en sí. La idea de una vida que no merece ser vivida me parece nefasta, peligrosa, apta para generar una nueva barbarie.

Creo que se puede distinguir bien entre el punto de vista de Séneca, del estoico que pone fin a sus días preparando su acto con toda lucidez, y el de una colectividad enfrentada a esta plaga social que es el suicidio. La mayor parte de los suicidios no son suicidios estoicos, sino actos impulsivos. La mayoría de los suicidas que sobreviven están muy felices de permanecer con vida.

El problema de la eutanasia, avatar del eugenismo, es diferente. La sociedad se encuentra aquí en posición de legislar. Ahora bien, a menudo el enfermo que desea la eutanasia lo hace porque se considera como un peso para otros. De hecho, cuando se lee la literatura de los países que han sido los primeros en legalizar la eutanasia, como Holanda, se ve que el planteamiento consiste en liberar a los familiares de la responsabilidad del enfermo para cargarla sobre los técnicos, es decir, los médicos. Se presenta la eutanasia como una victoria de la autonomía del individuo, que sería de este modo libre de decidir su suerte, pero en la práctica el paciente se ve colocado bajo la dependencia final de los técnicos del hospital. Se toca ahí una de esas contradicciones que vive nuestra sociedad, reflejo de las contradicciones del pensamiento biológico y jurídico.

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