Abusos sexuales con uniforme

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El escándalo de los abusos sexuales continúa. Todos los años miles de víctimas que apenas pueden defenderse sufren violaciones y agresiones sexuales en el seno de la institución. Cuando denunciaron las agresiones, sus superiores prefirieron mirar hacia otra parte o les acusaron de mentir. Los agresores aprovecharon esta estructura de silencio y represión para perpetuar sus abusos. Ahora algunas víctimas piden que sea un organismo independiente, y no la jerarquía de la institución, la que investigue estos casos y juzgue a los abusadores.

No, no es un nuevo episodio de abusos sexuales del clero. Son agresiones sexuales cometidas en el Ejército de Estados Unidos, generalmente contra mujeres, y que están saliendo a la luz y ponen en tela de juicio la actuación de la jerarquía castrense.

La noticia dice que 17 soldados -15 mujeres y 2 hombres- han presentando una demanda contra los dos últimos secretarios de Defensa, Donald Rumsfeld y Robert Gates, acusándoles de no tomar medidas razonables para evitar los casos de violación y acoso sexual como los que han sufrido las víctimas querellantes.

No es que el Ejército ignorase este problema. Incluso publica un informe anual sobre el asunto. El de 2009 (nada menos que 536 páginas) informa que ese año hubo 3.230 denuncias por agresión sexual. Como el propio Pentágono estima que solo se denuncia uno de cada cinco casos, el número real estimado de abusos podría pasar de 16.000. Hay que tener en cuenta que el ejército está formado por 1,47 millones de militares.

Aunque el ejército ha desarrollado un programa de prevención de acoso sexual, las víctimas dicen que está siendo muy poco efectivo. Myla Haider, ex sargento y hoy una de las demandantes, declara en una rueda de prensa: “Las políticas establecidas son extremadamente ineficaces. Los casos se tratan muy mal, y no hay ninguna exigencia de responsabilidad. Los soldados que denuncian sufren represalias y no tienen medio de defenderse”.

Amenazas a las denunciantes

Si en el caso de abusos sexuales del clero algunos obispos fueron acusados de limitarse a cambiar de destino al abusador o de ponerle bajo tratamiento psicológico, en el Ejército la respuesta no ha llegado ni a ese nivel. Las denunciantes que sufrieron los abusos afirman que sus comandantes protegieron, e incluso a veces ascendieron, a los agresores. Una de las víctimas recuerda que, a pesar de su denuncia, su violador quedó impune y siguió viviendo durante meses en su mismo barracón. Otras se quejan de haber sufrido hostigamiento por parte de otras compañeros para acallar sus denuncias.

La acusación de que imperan la ley del silencio y la preocupación por defender el prestigio de la institución antes que a las víctimas se ha repetido en el caso del ejército. Anuradha Bhagwati, que fue capitán en el cuerpo de Marines, y lo dejó en 2007 después de presenciar numerosos casos de encubrimiento de abusos sexuales, declara: “Cuando los demandantes trataron de que sus agresores hicieran frente a sus responsabilidades, solo encontraron amenazas y represalias”. Se ve que la cultura de “tolerancia cero”, adoptada por los obispos americanos y que lleva a prescindir de un sacerdote culpable de un solo abuso sexual, no ha llegado todavía al Ejército. En el ámbito castrense, da la impresión de que la víctima tiene más riesgo de verse obligada a abandonar su carrera profesional que el agresor.

Tampoco estamos hablando de casos de hace varias décadas y ya prescritos a efectos judiciales, como ocurría en la mayor parte de los casos de abusos sexuales del clero. Son agresiones producidas en los últimos años, en Irak y en Afganistán, y en otras unidades que no están en zonas de guerra. Tampoco se observa una disminución del fenómeno, antes al contrario: en 2009 hubo un 11% más de denuncias que en 2008, aunque esto también puede indicar una mayor disposición a denunciar.

Geoff Morrell, portavoz del Pentágono, explica en un comunicado que “los abusos sexuales son un extendido problema social” y que el secretario de Defensa está haciendo “todo lo que puede para tratar de prevenirlo y de responder a él”. Si fuera un obispo, se le acusaría rápidamente de intentar diluir sus responsabilidades enmarcándolas en un problema de toda la sociedad. En este caso, al menos está claro que el problema de las agresiones sexuales no tiene que ver con el celibato, sino más bien con la falta de disciplina sexual y de respeto. Habrá que seguir analizando a fondo a qué se debe este escándalo de abusos sexuales. Es de esperar que el New York Times, que por ahora solo ha publicado una información no muy extensa, despliegue en este caso todo su periodismo de investigación.

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