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Una entrevista sobre ateísmos y creencias en la Francia actual

Fuente: La Vie
publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

Publica el semanario La Vie (31-01-2013) del grupo Le Monde, una entrevista con Philippe Portier, director de estudios en la Ecole Pratique des Hautes Etudes y responsable del grupo dedicado a sociedad, religión y laicidad.

Algunas de sus respuestas, aunque centradas en Francia, sitúan respecto de un clima cultural y social al que se dirige la nueva evangelización planteada por el Papa y los obispos católicos.

Ante la pregunta sobre si crece el número de ateos, Portier responde afirmativamente: aumenta el número de los “sin religión” en Francia y en Europa. Son los que se declaran sin ninguna “afiliación” pero, dentro de este grupo, crecen también los que se dicen “sin Dios”. En definitiva, se produce un alejamiento de la creencia en Dios.

En Francia, del 28 al 30% de la población se dice “sin Dios”. Entre los jóvenes de 18 a 30 años, la proporción se eleva al 35%. También sube el número de agnósticos, aunque Portier matiza que ese término reenvía a la filosofía de las luces y a una postura de duda respecto de lo religioso. Por eso, prefiere usar términos como posibilismo o probabilismo: personas para las que Dios podría existir… Un grupo que se desarrolla, y alcanza el 35-40% de la población.

En cuanto a los creyentes, habría un 25-30% seguro de que existe Dios. Pero los creyentes no coinciden en un mismo Dios, ni en la aceptación de las normas de una determinada confesión religiosa.

Algo semejante sucede con los que no creen en Dios. De hecho, en Europa se advierte un espiritualismo difuso, que no se identifica con el materialismo tradicional que está en el origen del ateísmo. Y en las encuestas se descubre en los ateos la idea de un hombre dotado de espíritu, más allá del propio cuerpo. Por ahí discurre un “ateísmo popular”, que desconfía de las iglesias, pero no se adhiere a los postulados del “ateísmo militante”.

Por otra parte, la sociología de la religión se plantea si confesarse ateo conduce necesariamente a una visión desprovista de todo significado religioso. Hay diversas tesis. Algunas, especialmente en Italia, afirman que los ateos producen significados religiosos. Hablan de una religión civil e, incluso, de una religión política, para describir ciertos valores promovidos por ateos al margen de una creencia en Dios. Algunos de esos valores no son negociables. No hay un relativismo absoluto. Al contrario, se absolutizan los derechos de la conciencia; o los derechos del niño y de la mujer. Su postura no se remite a elementos sobrenaturales o meta-empíricos. Pero aparecen como valores sagrados, no negociables, entre personas que se niegan a creer en Dios.

No todos los ateos comparten la idea de una “religión laica”. Pero los activistas de diversos movimientos ateos defienden un cierto modelo de “religión secular”. Concretamente, propugnan un Estado que establece las normas de la convivencia, con una escuela exclusivamente laica, que enseña también una moral secular. En cualquier caso, la religión quedaría reducida a la esfera privada. La mayoría de ateos, sin embargo, se limitan a alejarse sin más de las instituciones religiosas. Consideran que el individuo construye su propia existencia, de manera autónoma. Por eso, suelen ser favorables a las reformas relacionadas con las costumbres sociales: la anticoncepción y el aborto en los años 60 y 70; la asistencia médica a la procreación en los años 80. Hoy, la eutanasia y las uniones gay.

En esa línea, se puede afirmar que los ateos tienden a adoptar posiciones políticas de izquierda, frente a quienes se adhieren a una religión institucional. Pero no se puede afirmar de modo apodíctico, pues la postmodernidad ofrece muchas franjas de sombra e incertidumbre. La sociedad no se divide como antes entre ateos militantes y católicos sin fisuras.

Los debates públicos reflejan una cierta “guerra de culturas”: de un lado, entre los sin religión, la cultura de la autonomía del individuo; de otro, una cultura de la normatividad. Hoy, la tendencia dominante es el relativismo y el alejamiento de las normas religiosas. No significa necesariamente hostilidad hacia las iglesias, sino deseo de construir la vida como mejor le parezca a cada uno. Y algunos gobiernos van más lejos que otros en el reconocimiento de ese principio de autonomía.

Tal vez por esto, la Iglesia Católica interviene con más fuerza en los debates públicos que en el pasado. También porque obispos y sacerdotes sienten que la sociedad, especialmente entre los “probabilistas”, duda de la necesidad de “dar un bandazo” en las reglas tradicionales de la sociedad.

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