Un partido xenófobo amenaza la armonía australiana

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Sydney. En Australia, un nuevo partido populista ha lanzado una campaña contra la inmigración que ha encontrado apoyo entre los ciudadanos en estos tiempos de paro. One Nation, partido fundado por Pauline Hanson, ha conseguido hace poco un importante éxito electoral (23% de los votos y 11 escaños) en el Estado de Queensland, lo que hace pensar que puede obtener buenos resultados en las próximas elecciones nacionales.

El programa de One Nation es impreciso en su mayor parte, pero los puntos que realmente importan son sólo tres: cese de la inmigración asiática, saldo migratorio cero y fin del trato preferencial a los aborígenes. «Corremos peligro de ser inundados de asiáticos -dijo Hanson en su primer discurso en el Parlamento federal-. El 40% de los inmigrantes que llegaron a este país entre 1984 y 1995 eran de origen asiático. Son gente con cultura y religión propias, que forma guetos y no se integra». La vehemente Hanson es una divorciada con cuatro hijos que regenta un comercio y ha hecho su carrera política al margen de los partidos tradicionales.

La prensa extranjera, especialmente en Asia, ha interpretado el éxito de Hanson como signo de un virulento brote de racismo en Australia. Más bien, Hanson ha aprovechado el descontento de los electores que se sienten olvidados por los principales partidos y les ha dado ocasión de emitir un voto de protesta contra el persistente paro (8%), la política económica eficientista que aumenta las desigualdades y los rápidos cambios sociales.

La inmigración es sólo uno de esos cambios, y Australia la ha asimilado sin grandes tensiones, aunque ha recibido, en proporción, más inmigrantes que cualquier otro país excepto Israel. Desde 1945 se han instalado aquí casi 5,6 millones de extranjeros, incluidos 570.000 refugiados. Hoy, alrededor del 23% de los 18,5 millones de habitantes de Australia han nacido fuera del país, proporción muy superior a la de Canadá (15%) o a la de Estados Unidos (9%). Los nacidos en Asia, procedentes de países tan diversos como Afganistán, China o Vietnam, son sólo el 5% de la población y, a este paso, llegarán al 7,5% hacia el 2040. Así que no hay, en realidad, mucho peligro de «inundación» asiática.

Sin embargo, es inevitable que el creciente número de asiáticos acabe por transformar la faz del país. Según previsiones oficiales, en el año 2025 los habitantes de origen «anglo-celta» serán el 62% de la población; los de origen europeo, el 15%, y los de ascendencia asiática, el 16%.

Australia, como muchas otras naciones occidentales, necesita inmigrantes para renovar su menguante población. La tasa de fecundidad australiana ha caído por debajo del nivel de reemplazo, y se espera que seguirá bajando hasta 1,6 ó 1,7 hijos por mujer. Sin inmigrantes, la población empezaría a disminuir dentro de unos treinta años. Muchos economistas y hombres de negocios sostienen que Australia necesita más población para mantener su nivel de vida. «La principal rémora de nuestra economía -dice el empresario Graham Bradley- es que actualmente hay 40.000 ó 50.000 familias jóvenes menos que hace cinco o seis años: familias que buscan vivienda, escuela y otros servicios».

Este año, Australia admitirá unos 68.000 inmigrantes, cuota en la que están de acuerdo el gobierno y la oposición. Pero un comentarista ha señalado que Singapur, con 3,5 millones de habitantes, se dispone a triplicar su cuota, y admitirá más de cien mil inmigrantes, a fin de rejuvenecer su población.

¿Qué piensan los australianos de todo esto? En general, la gente está de acuerdo con los programas oficiales que promueven la integración de los inmigrantes, pero mira con sospecha los programas que permiten a los grupos étnicos mantener su identidad con ayuda de subsidios. Hanson ha explotado con éxito esa hostilidad hacia los inmigrantes que -sea verdad o no- viven del cuento.

Como ha señalado un comentarista, el profesor universitario Robert Holton, «la inmigración es una cuestión debatida, sobre todo, porque hay paro». Y mientras no se logre reducir sustancialmente el desempleo, el mensaje de One Nation hará mella en mucha gente.

Margaret-Maria Dudley

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