Un modelo «reaccionario» para los homosexuales

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Alexander Schuller, profesor de Sociología en la Universidad Libre de Berlín, comenta en Frankfurter Allgemeine Zeitung (14 febrero 2004) las reclamaciones de un matrimonio para homosexuales.

«Todos sabemos qué es un matrimonio y para qué lo necesitamos: para asegurar en el futuro que se mantenga la sociedad. La educación, más concretamente la socialización, exige en los hombres, a diferencia de en todos los demás animales, cuidados domésticos muy prolongados. En la familia, cuando está formada por padres e hijos, aprende el niño a vivir con diferencias de poder, edad y sexo. Así tiene que desarrollar estrategias de lenguaje, cognitivas y afectivas, y formarse al mismo tiempo una imagen del mundo con la que pueda orientarse de forma segura. Por ello, las familias resultan incompletas cuando no contienen una oferta de socialización completa, aunque naturalmente existan formas de suplir esta falta».

«A la vista de esto, las comunidades de vida entre personas del mismo sexo permitidas por la ley plantean interrogantes fundamentales. ¿Qué patrimonio social o histórico, qué tradición, qué intereses de los grupos homosexuales a los que se dirigen deben proteger tales leyes? ¿Por qué limitar a dos individuos las comunidades de vida de homosexuales?» Como apunta Schuller, si los homosexuales defienden su derecho a la diferencia, no es lógico que reclamen la equiparación al matrimonio, que es una institución heterosexual. Por ejemplo, a favor de la homosexualidad «André Gide escribe que supone un progreso evolutivo respecto a la heterosexualidad. Sería una forma de sexualidad culta, que ha dejado atrás la reproducción y el instinto, con su patrimonio biológico, su carga de angustia y estrecheces». Entonces, añade Schuller, «¿por qué se eleva al rango de un patrimonio protegido por la ley un modelo reaccionario, por medio de las comunidades de vida homosexuales? ¿Por qué, si se trata de un modelo orientado hacia una visión del mundo heterosexual?».

«Probablemente la respuesta sea la siguiente: porque el legislador, desorientado, niega a los homosexuales la opción a tener una identidad propia, y porque los portavoces de éstos evitan preguntarse por su identidad histórica y social».

«Necesitamos plantearnos qué significa para nosotros hoy el matrimonio. La demografía y la economía, la psicología y la educación, presuponen hoy más que nunca un matrimonio vivo. Pero hay que definir el matrimonio de otra forma: no de forma más amplia, sino más estrecha; no de forma democrática, sino ciñéndolo a su función. El matrimonio da a los hombres lo que les falta: el otro. Convierte la diferencia anímica y antropológica entre los sexos en unidad institucional, en patria. Otorga dignidad histórica a la atracción entre hombre y mujer desprovista de sentido. Todo lo demás equivale a abandonar el matrimonio a los impulsos de la incapacidad institucional. Todo lo demás es diversión».

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