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Un hombre con una misión en Australia

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Nombrado arzobispo de Melbourne en 1996, Mons. George Pell fue visto como un hombre de Juan Pablo II con una misión en la Iglesia en Australia. The Catholic World Report (mayo 2000) publica una semblanza y una entrevista con Mons. Pell.

Los medios de comunicación han prestado especial atención al arzobispo de Melbourne, tanto por sus realizaciones como por su disposición a contestar a las preguntas de los periodistas. La herencia que recibió en la mayor diócesis de Australia fue, según la revista, una diócesis «en continuado declive de los principales índices de salud espiritual». Poco a poco ha ido introduciendo cambios, que van remodelando el panorama de la diócesis.

En la entrevista habla del esfuerzo para conectar con los jóvenes, de la situación de la Iglesia en Australia y de la puesta en práctica del documento con las conclusiones del Sínodo sobre Oceanía, celebrado en Roma en 1998.

«Pienso que el Documento es una descripción justa y precisa de lo que ocurre en Australia, aunque un poco atenuada. (…) Nadie ha sido capaz de demostrar que ningún punto en particular es falso. Algunos dicen que hace hincapié en puntos equivocados o que es muy negativo. Pero si uno dirige un sector de un banco que está perdiendo dinero, lo primero que tiene que comprender es que realmente pierde dinero. Luego será capaz de hacer algo para evitarlo. Pero si uno está perdiendo dinero y dice que todo va a las mil maravillas, es una postura insostenible».

Pell recuerda que las cifras de la práctica dominical oscilan entre un 6-7% en algunas diócesis hasta un 24% en el mejor de los casos, y un 18% en Melbourne.

«Y mientras la erosión del catolicismo practicante continúa, sospecho que hay un creciente número de gente de buena voluntad fuera de la Iglesia dispuesta a entrar, siempre que nos ciñamos a nuestras enseñanzas básicas, incluidas las difíciles».

«Por otra parte, el estado de la Iglesia en Australia es mucho más fuerte que en algunos países europeos. (…) Todavía tenemos formidables recursos católicos, que a menudo subestimamos. Un logro crucial es que la celebración de las absoluciones colectivas en el sacramento de la Reconciliación ha cesado en Australia. No es poco. Esto muestra que la disciplina católica está sustancialmente intacta, y que se obedece al Papa y a los obispos, aunque no siempre se esté de acuerdo con ellos. Ahora tenemos la difícil tarea de explicar a un creciente porcentaje de gente la utilidad y la necesidad del Primer Rito de la Penitencia» [la confesión y absolución personal].

Pell reconoce con realismo que no hay soluciones fáciles y rápidas para revitalizar la fe. En cualquier caso, esto no llegará haciendo concesiones, sino «convenciendo a más gente de que las enseñanzas de Cristo son útiles, para esta vida y para la otra».

«La oración de la Iglesia en el Miércoles de Ceniza nos habla de participar en una ‘guerra espiritual’ y de armarnos con el arma de la autodisciplina. Este lenguaje es bastante ajeno a un porcentaje de nuestros católicos, incluso de nuestros líderes y agentes de pastotal (sacerdotes, religiosos y religiosas, profesores, etc.) No les gusta hablar en esos términos».

«Uno de los campos de los que menos se habla es la otra vida. Hablo regularmente a alumnos de sexto grado, y muchos de ellos nunca han oído hablar del Purgatorio. Pienso que creen en la otra vida, pero parecen presumir que Dios les reserva una plaza en el cielo. Así, falta el gran drama de la vida cristiana, en el que la gente tiene que escoger entre creer o no creer, escoger el bien y rechazar el mal. Si todo el mundo consigue el premio, ¿para qué esforzarse?».

Entre las deficiencias del catolicismo en Australia, Mons. Pell señala que muchos católicos desconocen lo que hace el Papa. «A menudo intelectuales fuera de la Iglesia -algunos de los cuales no tienen el don de la fe- comprenden mucho mejor lo que el Papa está tratando de hacer y lo que está ofreciendo».

En sus visitas a parroquias y escuelas, «a veces parece que la gente sabe mucho acerca del cristianismo en general, pero si les preguntases tres o cuatro creencias y obligaciones centrales del cristiano, la mayoría no sabrían qué responder. Necesitamos asegurarnos de que al acabar la escuela primaria los jóvenes comprenden que no se trata de ser vagamente religiosos o de tener sentimientos de buena voluntad hacia todos. También significa que no crean en supersticiones, en el paganismo, en New Age o en el culto a la naturaleza».

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