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Trabajo y paternidad

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.

¿Son compatibles trabajo y paternidad? Simone de Beauvoir pensaba que lo realmente incompatible era trabajo y maternidad. Sin embargo, Evelyne Sullerot, en un revelador y polémico estudio (Quels pères, quels fils; ver servicio 80/93), demuestra que la sociedad padece un gran déficit de paternidad. ¿Qué relación existe entre trabajo, paternidad y maternidad?

Uno de los mayores descubrimientos antropológicos realizados en el siglo XX es que tanto el hombre como la mujer han de contribuir conjuntamente a la construcción familiar y cultural del mundo. Este hallazgo se ha realizado al constatar que históricamente se dividieron los roles sociales entre masculinos y femeninos. El hombre se ocupó de la esfera pública, mientras que el peso del espacio privado recayó casi exclusivamente sobre la mujer. Los resultados son patentes: ambos ámbitos resultan perjudicados por estar incompletos. La esfera externa adolece de competitividad y economicismo, haciéndose inhabitable e inhumana: en ella faltan los recursos de la feminidad, de su preocupación prioritaria sobre las personas. Por otra parte, en la familia los hijos se ven privados de la presencia de un modelo paterno, que les integre equilibradamente en las estructuras emocionales y sociales. El padre es la figura que ayuda a descubrir su identidad a los hijos varones y afirma la feminidad de las hijas.

Familia con padre y cultura con madre

Hoy se tiende a construir una familia con padre y una cultura con madre, siendo el hombre trabajador y padre, y la mujer madre y trabajadora. Porque, ahora que abundan las familias monoparentales, se descubre que los hijos necesitan un padre y una madre, que mantengan entre sí una comunicación estable. Y también se ha constatado que las estructuras laborales y sociales están esperando el «genio» de la mujer, para hacerlas habitables, para que se acomoden a las necesidades personales en cada etapa de la vida, para que cada persona pueda dar, en cada circunstancia, lo mejor de sí misma. Es decir, el mundo del trabajo reclama la presencia de la mujer-madre, para que el mundo laboral esté en función de la persona y de la familia, y no al revés.

Ciertamente, hombre y mujer tienen recursos distintos. Ya Buytendijk se esforzó en describir sus diferencias. Julián Marías añade que éstas son relacionales. Y, aunque, según John Gray, parezca que provienen de distintos planetas (Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus), de su estudio se concluye que son dos modos recíprocos y complementarios de encarnar la misma naturaleza. Por eso, también sus diferencias son imprescindibles en todas las esferas. Y, porque sus peculiaridades son relacionales, complementarias y recíprocas, cada uno se apoya en el otro, cada uno encuentra su posibilidad en el otro.

La maternidad tiene, entre otras, una nítida función: la de proveer a la sociedad de nuevos vástagos. Ese cometido que se hace en el seno de la familia, con la cooperación de un padre, recae en gran parte sobre la mujer. Frente a ella, el hombre y la sociedad están en deuda, porque aporta más en algo que es un bien para todos. Ella soporta casi todo el peso físico y de dedicación a los hijos pequeños. Pero el padre también es necesario, pues es el único que puede hacer posible la maternidad familiar y social. Si el hombre-trabajador fuera verdaderamente padre, la madre-trabajadora podría ser felizmente una realidad. Eso requiere que el hombre no olvide que es padre, cuando trabaja. Sin embargo, este nuevo modo, creativo y fecundo, de enfocar la vida y el trabajo es un reto para nuestra sociedad.

Con frecuencia, a las mujeres se les ponen demasiadas trabas en el campo laboral para que puedan llevar a cabo su doble función social, porque se condiciona su trabajo a su posible maternidad, porque no existe la necesaria flexibilidad para hacer compatible trabajo y familia, porque no hay suficientes servicios sociales que ayuden a la crianza de los niños pequeños, porque no se facilitan reciclajes para reincorporarse al trabajo, tras hacer sacado adelante a una familia numerosa.

Se buscan padres

La maternidad agredida busca a hombres que hayan descubierto su paternidad. Paternidad que comparte las cargas del hogar y la atención de los hijos. Paternidad que apoya los planes profesionales de la madre de sus hijos. Paternidad que provee para que en su campo laboral haya otras mujeres que puedan ejercer su maternidad. Aunque suene a nuevo, la paternidad se puede ejercer cuando y mientras se trabaja, porque su primer cometido consiste en hacer posible la maternidad.

Ser un buen trabajador no es dedicar a la empresa veinte horas al día. Las empresas, para salir adelante, necesitan el impulso de personas sanas, equilibradas y felices. Y ninguna persona, ni hombre ni mujer, tiene salud física y psíquica, si no se sabe amado sin condiciones por sus personas más allegadas, si no se preocupa de ellas haciendo de su bien el fin de su existencia.

Los y las yuppies desarraigados son el gran peligro de las comunidades, pues siembran a su alrededor las neurosis, los cansancios, los sin sentidos. Un hombre, una mujer, como a veces parece que se pide, casados con su trabajo, que sólo se mueven por el afán de ganar más dinero, son seres extraños, infelices, casi inhumanos, incapaces de contribuir con su trabajo al bien de los demás, porque son incapaces de amar.

Traer hijos al mundo es una función de primerísima importancia social que aporta a la mujer muchos valores que después ella ha de dar, a través de su trabajo profesional, a toda la sociedad. O se favorece la maternidad, ejemplo universal del amor incondicionado, o se conduce a todo un país a la soledad de sus miembros, a la tristeza de no saberse incondicionalmente queridos. Pues bien, la maternidad será salvada en la medida en que haya hombres que descubran modos acertados de vivir la paternidad.

Blanca Castilla y Cortázarde la Real Academia de Doctores

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