Tony Blair, cristiano y socialista

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El líder laborista británico, Tony Blair, anglicano practicante, explicó la inspiración cristiana de sus ideas políticas en un artículo publicado en The Sunday Telegraph (7-IV-96). Sus declaraciones dieron pie a comentarios y réplicas.

Blair advierte en primer lugar que no pretende ninguna sanción religiosa para sus posturas políticas, ni cree que éstas sean las únicas posibles para un creyente. Sus creencias religiosas, dice, son personales; pero, lógicamente, influyen en su pensamiento político.

«Primero, mi forma de entender los valores cristianos -explica Blair- me llevó a oponerme al estrecho concepto del interés propio representado por el conservadurismo, especialmente en su versión moderna, más derechista». Los tories, añade, sostienen una concepción individualista que no presta suficiente atención a la comunidad y a la relación del individuo con la comunidad. «Esta es la razón fundamental por la que me sitúo en la izquierda y no en la derecha. La cuestión clave es que el cristianismo no se reduce a una relación entre el individuo y Dios, por importante que esto sea. La relación tiene que ser también con el mundo exterior.

«En segundo lugar, el cristianismo contribuyó a inspirar mi rechazo del marxismo. Por más sutilezas que se le añadan, el marxismo era esencialmente determinista». Pero la política, prosigue Blair, trata de las personas, dotadas de voluntad libre y responsabilidad individual. El marxismo acaba sacrificando al individuo en aras de la colectividad, cuando lo cierto es que sólo nos abrimos al bien común desde nuestro sentido de responsabilidad personal.

Por eso, según Blair, la izquierda perdió el norte cuando adoptó el marxismo, cuando «sus valores fundamentales quedaron separados del socialismo ético, en el que está incluido el socialismo cristiano». Blair propone, pues, redescubrir la primitiva idea socialdemócrata de que «la mejora de las condiciones sociales no sustituye sino que realza la responsabilidad personal».

¿No es eso muy parecido al thatcherismo? Responde Blair: «Lo que me distingue de los conservadores es mi convicción de que es más fácil que las personas actúen bien y mejoren si la sociedad les ofrece oportunidades para ello, si fomenta la cohesión y las trata como iguales en dignidad». Esto, dice Blair, le sitúa entre los extremos tory y marxista.

Esta idea de la responsabilidad personal tiene importantes consecuencias para un político, dice Blair: «Significa que uno ve a su alrededor la necesidad de un cambio y acepta su deber de hacer algo. La fe cristiana implica que uno no puede desentenderse del mundo que le rodea».

Blair recuerda luego la polémica que hace años suscitó Margaret Thatcher cuando citó en un discurso político unas palabras de San Pablo: «Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma» (2 Tes 3,10). Con la frase, Thatcher argumentaba a favor de reducir los subsidios sociales. Blair ofrece su propia interpretación del versículo: «Todos estamos obligados a trabajar para nuestro sustento y en favor del bien común. Para participar en los beneficios, tenemos que dar, al igual que recibir. San Pablo se refería al trabajo en la Iglesia primitiva, pero su mensaje sigue siendo actual. Si cada uno no asume su responsabilidad personal, la comunidad resulta perjudicada».

En este contexto, Blair se atreve a hablar del pecado. Dice que parece una palabra anticuada, pero expresa un concepto simple e importante. «En términos teológicos, es alejamiento de Dios. En términos corrientes, es el reconocimiento del bien y del mal. Es el rechazo de un ethos puramente libertario. Aquí hay un asunto que tendrá cada vez más importancia en política. No me refiero al ‘pecado’ en el sentido de moralidad personal; pero en el mundo moderno hay un deseo de recuperar y restaurar un sentido de los valores, de normas de conducta comunes».

Blair, que se define «cristiano ecuménico» (dice no entender que haya polémicas agrias entre católicos y protestantes), concluye resumiendo así la idea cristiana que inspira su política: «Con respecto a la condición humana, el cristianismo es optimista, pero no ingenuo. Puede decir dónde está el bien, pero conoce la capacidad para hacer el mal. Creo que el esfuerzo incesante por hacer lo primero y evitar lo segundo es el fin de la existencia humana. Por medio de ello se logra el progreso».

Matthew D’Ancona, el periodista que tomó las declaraciones de Blair publicadas en forma de artículo, las comenta en el Telegraph del mismo día. Primero, destaca que Blair no intenta usar la religión como baza política. «Pese a su firme fe cristiana (…), el líder laborista nunca ha pretendido hacer creer que los ases modernizadores que saca de la manga provengan de la mano divina. (…) Aun así, no se puede entender a Blair el político sin conocer a Blair el creyente». Su principal inspiración intelectual viene de John Macmurray, un filósofo socialista y cristiano, poco leído hoy, cuyas obras conoció cuando estudiaba en Oxford.

«Si los laboristas ganan las elecciones, casi con seguridad el gobierno de Blair incluirá más cristianos practicantes que el de Major». A continuación, D’Ancona cita varias figuras destacadas del entorno de Blair en el partido que podrían formar parte del gabinete laborista.

Junto a eso, «es más importante la influencia retórica que ha tenido el cristianismo en el nuevo laborismo. En las nociones cristianas de solidaridad, buena vecindad y deber, Blair ha hallado un lenguaje familiar, con el que espera inspirar y transmitir confianza a los electores. (…) El objetivo de Blair es que votar al laborismo se asocie con lo moralmente respetable, más que con la revolución; con la honestidad ética, más que con el radicalismo ideológico».

D’Ancona hace algunas críticas a la postura de Blair. Considera injustificada la opinión de que los conservadores no tienen concepto de comunidad. También cree que Blair no consigue distinguir netamente sus ideas de las conservadoras. «La insistencia del líder laborista en la responsabilidad personal suena más auténticamente tory que socialista. (…) Como Thatcher, Blair habla más de responsabilidades que de derechos». En suma, según el comentarista, Blair trata de «colonizar un territorio ético que el partido conservador abandonó estúpidamente».

Por otra parte, un destacado clérigo anglicano, George Austin, archidiácono de York, elogió el artículo de Blair. En cambio, algunos políticos conservadores respondieron con críticas. Pese a las matizaciones del líder laborista, el parlamentario conservador David Wilshire, de la Asociación Metodista de la Cámara de los Comunes, interpreta el artículo como un intento de «emplear el cristianismo para justificar su ideología». Ann Widdecombe, número dos del Ministerio del Interior, católica practicante proveniente del anglicanismo, considera arriesgadas las intervenciones como la que tuvo Blair: «Aunque valoro en mucho las orientaciones de la Iglesia acerca de una amplia gama de temas, creo que le sería perjudicial que se la viera meterse en política partidista y alinearse con una postura determinada».

(Se puede encontrar más información sobre Tony Blair en el servicio 150/95 y en las páginas de Aceprensa en Internet.)

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