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También hay conversiones desde el Islam

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No es verdad que sea casi imposible que un musulmán se convierta al cristianismo. Un misionero francés ha recogido la historia de una serie de conversiones de este tipo, en un libro del que da cuenta Roberto Beretta en Avvenire (Milán, 26-III-96).

Jean-Marie Gaudeul, 59 años, misionero de los Padres Blancos en Tanzania durante siete años y ex profesor del Instituto Pontificio de estudios árabes e islámicos en Roma, ahora profesor en el Instituto Católico de París y miembro del Secretariado para las relaciones con el Islam, es autor de un libro recién traducido en Italia (Vienen del Islam llamados por Cristo) en el que sale al paso de numerosos tópicos en materia de conversiones.

Es falso, por ejemplo, que la expansión del Islam -tanto en África como en Europa- sea tan «arrolladora» e inexorable como la describen los medios de comunicación; (…) en realidad, «el número de los convertidos es pequeño», en un sentido y en el otro, y «el dinamismo misionero del cristianismo no es inferior al del Islam».

Es igualmente falso el prejuicio de que sea casi imposible para un musulmán convertirse al cristianismo. «En realidad, conversiones ha habido siempre», de modo que también hoy cada año hay varios millares de bautismos de musulmanes en países africanos y algunos centenares en países del Medio Oriente y del mundo árabe. En Francia, a falta de datos precisos, se estiman entre 200 y 300 el número de los que pasan del Corán al Evangelio, tanto jóvenes como mayores (aunque la mayoría está entre los 18 y los 35 años), mujeres y hombres. No hay nada de triunfalismo en esto, ni un malentendido sentido de «superioridad» o de «victoria» de una religión sobre otra; según el P. Gaudeul, estas conversiones en un sentido y en otro son un signo de buena salud para ambas religiones, en cuanto que indican la libertad de elección de los creyentes y muestran cómo «aquellos que permanecen lo hacen por convicción y no por necesidad».

Luego el misionero francés recoge más de un centenar de casos de musulmanes convertidos a las diversas confesiones cristianas. (…) Prefiere analizar testimonios ya publicados o que afectan a personas fallecidas. (…) El motivo es que cierto número de convertidos al cristianismo están en peligro y todos han debido sufrir la exclusión.

(…) Las historias son tan increíbles como los caminos de Dios, que a menudo se sirve del testimonio de los hombres. El argelino Jean Adda Boudaoud, inmigrante en Francia, sin trabajo y alcoholizado, en 1977 descubre el cristianismo en la sonrisa de una asistente social (después sería su mujer), que literalmente le cambia la vida. Por su parte, el marroquí Jean Mohammed Abd-el-Jalid, que en el París de los años treinta había ido a estudiar en la Sorbona el mejor modo de refutar el cristianismo, conoce a Jacques Maritain y no sólo se convence de las razones católicas sino que se hace franciscano. Más o menos lo mismo le ocurre a Mehemet Ali Mulla-Zade, que morirá en 1959 como Monseñor Paul Mulla; joven cretense de brillante inteligencia, se divertía poniendo en apuros al profesor de religión en el liceo. Pero después conoce al filósofo Blondel y de ahí inicia su marcha de aproximación al Evangelio; se bautizará a principios de este siglo, siendo su padrino el pensador francés.

(…) A veces se requiere heroísmo para dar el salto irrevocable de la mezquita a la iglesia. El nigeriano Victor Mamoudou Arouna encontró dificultades en su familia cuando -en torno a 1965- comenzó a manifestar su voluntad de cambiar de religión. «Se negaban a comer conmigo. ‘Cuando hayamos terminado, comerás lo que quede’, me decían». Sólo más tarde, el padre, vista su insistencia, le permitió realizar su decisión.

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