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Sequía de geriatras

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Poder llegar a una edad muy avanzada es siempre una buena noticia, y más si se hace en condiciones de vida satisfactorias. Solo que, además de buenos hábitos y alimentación saludable, es necesario que haya quien provea los cuidados médicos y atenciones especiales para acompañar al que envejece. Aquí el geriatra es el gran protagonista, pero a lo que se ve, el escenario cada día se le ensancha más y más, y no se basta para abarcarlo…

El diario The New York Times (NYT) nos ofrece el titular exacto: “Mientras la población envejece, ¿dónde están los geriatras?”. El reportaje abunda en el ya preocupante déficit de esos profesionales en EE.UU.: a día de hoy están en ejercicio unos 7.000, cuando los mayores de 65 años suman unos 18 millones de personas. Pero en 2030, cuando sean 31 millones, se necesitará el apoyo de 6.250 geriatras adicionales, o sea, graduar cada año a otros 450 especialistas, según los cálculos de la American Geriatrics Society.

En España, entretanto, la cifra de los que sobrepasan los 75 años era en 2014 de 4,3 millones de personas, y en 2029 será de 5,7 millones. Sin embargo, el número de los especialistas en geriatría no es el suficiente: apenas 1.100 en una población de adultos mayores que pasa de 8 millones, según explica a Aceprensa el Dr. José Antonio López Trigo, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG).

En España urge la formación de especialistas en ramas relacionadas con las edades avanzadas

La cifra no muestra, sin embargo, el problema del desequilibrio existente entre los territorios. Según un informe de 2013, mientras en la Comunidad de Madrid ejercían 110 especialistas, en la Comunidad Valenciana apenas había 20 para una población de 800.000 mayores de 65 años.

En tal sentido, “la media estadística no puede ser representativa en este caso, porque saldría que a los mayores de Andalucía, País Vasco o Galicia les está atendiendo un número de geriatras que no es real –señala el presidente de la SEGG–, y así será mientras tengamos 18 sistemas de salud distintos en nuestro país”.

Según la geografía, así las patologías

El panorama parece repetirse en otros países de Europa. Bélgica tampoco cuenta con los geriatras suficientes. El Centre Fédéral d’Expertise des Soins de Santé afirma que son necesarios al menos 20 nuevos profesionales cada año, pero entre 2010 y 2018 apenas pudo incorporar 28 al sistema sanitario.

Su vecino mayor, Alemania, que advierte su propio déficit, ha llegado incluso a desarrollar un programa de reclutamiento de enfermeros geriátricos en Vietnam, aunque reconoce lo necesario de hacer “cambios fundamentales” para acelerar la captación, porque habría unas 500.000 plazas vacantes de enfermería en todas las especialidades.

¿“Importar” será la solución? En modo alguno: “En Alemania –explica el Dr. López Trigo– no se han preocupado por formar a las personas como se debe, antes que ir a otros ámbitos a buscar gente ya formada. Pero la patología de un adulto mayor en Vietnam no tiene nada que ver con la de un alemán. Por ejemplo, los médicos que se forman en Japón tienen que ser muy hábiles en el manejo de patologías cardiovasculares, y fundamentalmente de las cerebrovasculares, pues allí ocurren muchos ictus y eventos de este tipo. Los que se forman en España deben manejar patologías neurodegenerativas como las demencias, y también las degenerativas óseas. Pero si uno importa médicos que han sido formados en un área que no van a ejercer, mal vamos”.

El geriatra también cura

Salta a la vista, pues, que la geriatría no despierta demasiado entusiasmo entre los graduados de medicina. ¿Razones para la apatía? Algunas son comunes a varios países, y otras divergen. En EE.UU., los futuros médicos no suelen estar durante su formación en demasiado contacto con los mayores; no conocen sus necesidades especiales. 

Una persona mayor de 65 años no tiene que ser, automáticamente, objeto de atención geriátrica

“Una parte de la connotación negativa del envejecimiento es la concepción de que no puedes curar las enfermedades de las personas mayores”, dice el Dr. Kenneth Brummel-Smith, del Florida State University College of Medicine. “Pero un buen geriatra puede devolverle a su paciente su estado funcional”, añade.

Sus criterios coinciden con los del Dr. López Trigo: “Cuando se nos forma como médicos, durante 6 años, tenemos un año completo de pediatría, que me parece fenomenal, pero no se nos forma en geriatría. En las facultades donde sí se imparte, unas cinco en todo el país, con mucha suerte es un cuatrimestre. La desproporción se aprecia en que, en mis estudios, hice cuatro años de cirugía… para no operar a nadie. Pero el 70% de quienes acuden a una consulta médica son mayores de 65 o 70 años”.

Especialidad vs. bolsillo

Y está, cómo olvidarlo, el factor económico, la consideración de “qué-especialidad-me-es-más-rentable”. En un sistema de salud pública como el español no pesa demasiado: “Si quitamos las guardias, [la remuneración de los especialistas] es igual”, explica el presidente de la SEGG, aunque precisa que no ocurre lo mismo “en la medicina privada, donde sí gana más un cirujano, un dermatólogo, un oftalmólogo”.

En el caso estadounidense, sin embargo, el dinero sí es un buen argumento. El NYT observa que los estudiantes valoran aspectos como el tiempo que hay que dedicar al examen y seguimiento de los mayores, que suele ser más prolongado, lo que disminuye el número de posibles consultas diarias y, con ello, la retribución económica.

Según la Medical Group Management Association, el salario medio de un geriatra en clínicas privadas fue, en 2014, de 220.000 dólares, menos de la mitad de lo que percibió un cardiólogo. En comparación con un internista, la diferencia anual puede ser de 20.000 dólares menos, pese a que el geriatra requiere de uno o dos años extra de formación. 

¿Basta con el médico de cabecera?

Para quitar hierro al déficit de geriatras, algunos entienden que el problema no es tal. Así, en el blog American Health Scares, el Dr. Richard Young sostiene que la inmensa mayoría de los ancianos estadounidenses ya disfrutan de la suficiente atención médica a cargo de sus doctores de familia, lo que es más visible en áreas rurales, donde el profesional atiende “tanto a la embarazada como a la bisabuela”.

Young afirma que no hay estudio que demuestre diferencia alguna entre los cuidados brindados por estos médicos y la que pueden dar los especialistas en geriatría. Pero su tesis es, para el Dr. López Trigo, un sinsentido.

“Estamos hablando de medicina especializada. No solo de atender a pacientes mayores, sino a pacientes mayores complejos. Es lo que hace el geriatra, que no debe atender al mayor de 65 años con una calidad de vida fenomenal, que no tiene patologías y que vive en el seno de una familia, pero sí al que muestra un deterioro funcional, al que toma una cantidad importante de medicamentos y tiene un problema cognitivo. No podemos meter a todas las personas mayores en el mismo saco, porque hay mucha más heterogeneidad entre ellas que entre cualquier otro grupo de población”.

España: muchos ancianos, pocas plazas

La fórmula para “enamorar” a los renuentes y cerrar la brecha en la especialidad tiene, por supuesto, matices según el sitio. En EE.UU., The Wall Street Journal reporta sobre un programa conjunto entre cuatro centros líderes en cuidados para adultos mayores, el cual, más que formar propiamente geriatras, prepara a los docentes de medicina. Lo esperado es que, vueltos a sus facultades, transmitan el conocimiento adquirido, sin que importe demasiado la especialidad concreta de su audiencia.

“El 70% de quienes acuden a una consulta médica son mayores de 65 o 70 años”

El problema en España, entretanto, es otro: las pocas plazas disponibles para los geriatras. “Se ofertan muy pocas, unas 72 al año, que se cubren”, explica el Dr. López Trigo, quien estima que deberían incrementarse los puestos en todas las ramas relacionadas con las edades avanzadas, como la oncología.

“Hemos calculado –añade– que para garantizar una asistencia especializada, con un nivel hospitalario bien cubierto, necesitaríamos multiplicar por un punto y medio el número de geriatras que tenemos. Un 150% más. Pero claro, la cuestión no es solo formarlos, sino garantizarles una salida laboral; de lo contrario, no querrán formarse. Y quien tiene que crear las plazas [el sistema sanitario de cada comunidad autónoma], no las crea”.

Si, según proyecciones citadas por el CSIC, España será en 2050 el país más envejecido del mundo, con más del 30% de su población por encima de los 65 años, los responsables políticos tendrán que crear las condiciones para enmendar lo que, ya hoy, funciona a media máquina.


 

Para la OMS, una cuestión de discriminación

En su Informe Mundial sobre Envejecimiento y Salud 2015, la OMS alerta sobre la discriminación contra las personas mayores. Según el texto, se consideran discriminatorias las actitudes negativas de los trabajadores de la salud hacia los adultos mayores, el rechazo a consultarles qué tipo de atención prefieren, y el desaconsejarles o restringirles el acceso a intervenciones médicas alternativas. 

La diversidad de patologías según el origen geográfico puede desaconsejar la importación de especialistas de otros sitios

“Las actitudes discriminatorias contra los ancianos están muy difundidas en muchas sociedades, y a veces se ven reforzadas en el proceso de formación de los médicos. Muy raramente los estudiantes de medicina reciben formación para gestionar las prioridades y los problemas de salud múltiples y complejos de los mayores (…). Los libros de texto se enfocan casi exclusivamente en los problemas del envejecimiento, y minusvaloran los éxitos, lo que ofrece a los estudiantes unos criterios estrechos sobre ese proceso”.

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