Se pide levantar el embargo contra Irak

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A cinco años del final de la guerra del Golfo, Irak está pagando cara su invasión de Kuwait. Sadam Husein sigue en el poder, pero la población sufre el ahogo económico de un embargo interminable. A pesar del empobrecimiento general de los iraquíes, el Consejo de Seguridad de la ONU ha decidido ampliar el embargo durante otros dos meses. Por su parte, Sadam Husein ha aceptado negociar una resolución de la ONU que permite a Irak vender parte de su petróleo bajo condiciones, cosa a la que hasta ahora se negaba por considerarlo un atentado contra la soberanía del país.

Ante los escasos frutos políticos del embargo, diversas voces y periodistas han pedido el final de la sanción internacional. El diario Le Monde (19-I-96) recogía un artículo firmado por siete intelectuales en el que mantienen que el embargo, en lugar de debilitar a Sadam Husein, está castigando al pueblo iraquí.

La FAO describió la situación precaria de Irak en un informe publicado el pasado noviembre. En él decía que, en el último lustro, han muerto 560.000 niños iraquíes a consecuencia del embargo. Pero esa cifra contrasta con los datos del Fondo de Población de la ONU, que revelan un descenso general de la mortalidad infantil en Irak. Lo que nadie duda es que la situación ha empeorado gravemente, que la población civil lleva cinco años abrumada por el bloqueo internacional y que Sadam Husein no parece que salga mal parado a causa de la estrategia internacional (ver servicio 152/95). Tal vez por eso, Francia, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, ha decidido enviar a Irak una delegación que redacte un informe sobre las consecuencias del embargo.

Tan sólo recientemente el dictador iraquí ha accedido a tratar con las Naciones Unidas sobre la resolución -propuesta por Estados Unidos-, que permite a Irak vender hasta 2.000 millones de dólares en petróleo durante los próximos seis meses. Las particulares condiciones de esta resolución merman mucho los beneficios que podría sacar Irak con estas ventas.

Antes de la guerra, Irak obtenía de sus exportaciones petroleras lo que serían en la actualidad unos 10.000 millones de dólares por semestre; en cambio, la resolución de la ONU permite sólo vender una quinta parte de ese volumen. Además, se exige que un 30% de los fondos se destinen a compensar a Kuwait y a otras víctimas de la agresión iraquí; y que otro 5% cubra el coste de las inspecciones de armamento realizadas por la ONU y del uso del oleoducto turco. Después de tanta resta, sólo 1.300 millones se invertirían en comprar comida, medicinas y otros bienes esenciales para la población. De lo que resulta un promedio de sólo 10,8 dólares mensuales por cada uno de los 20 millones de iraquíes.

«La comunidad internacional no puede asumir la responsabilidad de diezmar a la población joven iraquí -opina el periodista de El País Hermann Tertsch-, ni aun en el supuesto de que el embargo estuviera minando las estructuras del régimen de Sadam Husein (…). Si alguien tiene mucha prisa por acabar con Sadam Husein -lo que no parece ser el caso-, debe declarar la guerra al régimen de Bagdad, asumir los costes, enfrentarse a su ejército y no cejar hasta su derrocamiento por las armas. Mantener esta interminable agonía del embargo general es librar una cruenta guerra contra el torturado pueblo iraquí, sus ancianos y sus niños».

Cuando, a partir de diciembre de 1991, Polonia vivía bajo la ley marcial decretada por Jaruzelski -continúa Terstch-, Occidente ayudaba a aquel país y nadie pidió el embargo total, aunque la mayoría de la comunidad internacional no deseaba que Jaruzelski continuase en el poder, como sucede ahora con Sadam Husein.

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