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Se abre un mercado mundial para la educación

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Hasta ahora la educación era un producto nacional. Pero en la era de la economía global, también la educación y la formación entran en el comercio internacional. Así se ha visto en el primer Mercado Mundial de la Educación, que ha tenido lugar en Vancouver (Canadá) del 24 al 27 de mayo, donde la estrella ha sido la enseñanza a distancia. A la forma tradicional de transmisión del saber -un profesor ante una clase- vienen a agregarse la televisión educativa, los cursos en Internet, la tutoría a distancia y otras técnicas innovadoras.

Empieza a haber un mercado mundial para la educación. Así lo atestigua el hecho de que este World Education Market haya sido organizado por Reed Midem, que tiene en su haber otros salones comerciales como el Mercado Internacional de Programas de Televisión en Cannes. El objetivo es «favorecer el desarrollo de las transacciones comerciales» en el campo de los contenidos, de los servicios y del know-how educativo.

Unos tres mil profesionales, venidos de 56 países y que representaban a 458 organismos públicos y privados, han estado presentes en Vancouver. Su heterogeneidad reflejaba los múltiples operadores interesados en el mercado de la educación: editores de productos multimedia, operadores de telecomunicaciones, empresas audiovisuales, creadores de cursos en Internet, empresas de informática, universidades y ministerios de educación…; en suma, todos aquellos que creen que pueden aportar algo en la transmisión de saberes.

Entre los servicios ofrecidos había desde sistemas de enseñanza a distancia a la instalación de universidades en el extranjero, pasando por cursos en Internet, sistemas de formación continua para cuadros o productos multimedia para la enseñanza. Pero, sin duda, el tema estrella ha sido la enseñanza a distancia, con técnicas que auguran un cambio notable sobre todo en la enseñanza universitaria. Se acabaron las clases atestadas a horas fijas, con estudiantes que toman apuntes de cursos magistrales y van a ver al profesor en días determinados. El estudiante a distancia podrá inscribirse en cursos de su país o del extranjero; seguirá su formación en casa, a su ritmo, a través de la pantalla del ordenador; en cualquier momento podrá interrogar a su tutor; consultará libros de bibliotecas virtuales elaboradas para uso pedagógico. También el papel del profesor se redefinirá: se le podrá exigir que cree recursos multimedia y que haga una labor de tutoría on line. Algunas de estas cosas son ya realidades (cfr. servicio 67/00); otras, promesas.

Como en tantos otros aspectos de la tecnología moderna, también en el sector educativo hay más posibilidades técnicas que proyectos pedagógicos. Estados Unidos y Canadá son los que parecen más adelantados en la oferta de cursos a distancia. Las universidades temen verse desbancadas por empresas privadas que multiplican en Internet los cursos on line.

En los coloquios de Vancouver sobre la evolución de los sistemas educativos ha salido a relucir con frecuencia el papel regulador del Estado en este mercado que se abre: ¿deberá garantizar la calidad de los contenidos, asegurar un acceso universal al saber, preservar las identidades culturales? Lo que cada vez parece más superado es la pretensión de que la educación es algo que corresponde al Estado. Más bien se impone la idea de una colaboración entre los sectores público y privado para crear nuevos sistemas de aprendizaje. Por ejemplo, un grupo de editores, de universidades, de archivos de imágenes y de operadores de telecomunicaciones, reunidos en el proyecto Eurodelphes, va a probar en las clases de diez centros escolares alemanes, italianos y franceses un programa multimedia de historia contemporánea. En este nuevo panorama de la formación, no habrá fronteras para todo el que tenga algo que aportar.

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