Religión institucionalizada, religión comprometida

Fuente: Time
publicado
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En una época en que las instituciones en general (salvo quizá algunas caritativas) son vistas con sospecha, la espiritualidad tiende también a “desinstitucionalizarse”, emigrando al territorio movedizo de las experiencias personales. Según la última encuesta del Pew, uno de cada cinco norteamericanos se declara “sin religión”, y de ellos casi el 40% se describe como “espiritual pero no religioso” (ver Aceprensa, 15-10-2012). Esta forma de religiosidad ha ido ganando adeptos al tiempo que cada vez son menos los que confiesan un credo en concreto.

Para Wolpe, este fenómeno es en parte lógico: “Las instituciones pueden ser lentas (…), y quizás frustran nuestros deseos reclamándonos someternos a la voluntad de otros. Pero son el único mecanismo que conoce el hombre para perpetuar ideas o movimientos”. Y añade: “La espiritualidad es una emoción; la religión implica obligación. La espiritualidad tranquiliza; la religión moviliza. La espiritualidad está satisfecha consigo misma; la religión está insatisfecha con el mundo”. Un ejemplo de esto es la cantidad de iniciativas caritativas nacidas en el seno de organizaciones religiosas.

Además de la función “social” de la religión, el compromiso con un credo tiene sus beneficios en el plano individual, ya que es más coherente con la idea de que existe algo por encima de nosotros mismos: la religión pone al hombre entre la espada de sus creencias y la pared de su actuación, mientras que la espiritualidad puede encerrarlo en la propia subjetividad: “para saber si tus actos son buenos, una ventana es más útil que un espejo”.

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