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Por qué vuelve la derecha

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La derrota del candidato socialista en las elecciones presidenciales francesas ha llevado a preguntarse por qué el centro-derecha avanza en la política europea. Desde la izquierda, unos dicen que los socialdemócratas se han acercado demasiado al centro, con lo que han decepcionado a su electorado. En cambio, otros, como el sociólogo Anthony Giddens (Le Monde, 6 mayo 2002), piensan que el problema es la insuficiente modernización de la izquierda.

Giddens señala que hace menos de tres años once de los quince países de la Unión Europea tenían gobiernos de izquierda. Tras la derrota de los socialistas holandeses, y según sean los resultados de las elecciones legislativas francesas en junio y de las alemanas en septiembre, esa cifra podría reducirse a cuatro o cinco. Al mismo tiempo asistimos a un avance de la extrema derecha.

Para explicar este cambio, Giddens se remonta a las razones que dieron la mayoría a los partidos de izquierda a partir de la mitad de los años 90. A su juicio, «la razón no fue un desplazamiento del electorado hacia la izquierda». Más bien, «los partidos socialdemócratas revisaron su concepción política a fin de atraer un electorado más amplio, abandonando parte de su bagaje ideológico que antes les había impedido el acceso al poder». Los laboristas se convirtieron en el New Labour, los socialdemócratas alemanes se pusieron a hablar del «nuevo centro».

Otros factores coyunturales fueron el cansancio de la gente ante prolongados gobiernos conservadores (Alemania, Gran Bretaña) o la desunión de la derecha frente a una izquierda que supo coaligarse (Italia).

«El retorno de la derecha es en parte la réplica idéntica de los precedentes éxitos de la izquierda». El desgaste del poder y las divisiones de la izquierda explicarían el rechazo de los partidos socialdemócratas en Italia, Dinamarca, España y Francia. Aunque, evidentemente, esta caída es también el resultado de un fracaso político.

«Numerosos comentaristas estiman que los gobiernos de izquierda están en retroceso porque se han acercado demasiado al centro. La tercera vía es así condenada». La solución sería volver a las políticas de impuestos más elevados, mayor intervención del Estado, más redistribución de la riqueza.

Giddens rechaza este análisis. «Los electores actuales no responden a las divisiones ideológicas y más del 50% de ellos, en los países de la UE, no se consideran ni de derechas ni de izquierdas. Los partidos que han conservado un programa de izquierdas tradicional obtienen menos del 10% de los votos, y ese porcentaje no cesa de bajar».

La explicación que da Giddens de los errores políticos de la izquierda «es justo la inversa: una incapacidad para modernizarse suficientemente». Sobre todo en dos aspectos: «El primero es la reforma del mercado laboral y del sistema de protección social, para hacer hincapié en la creación de empleo. El segundo es que la izquierda necesita atacar dos problemas tradicionalmente afrontados por la derecha: la delincuencia y la inmigración».

«El problema esencial de Francia, de Alemania y de Italia es la falta de empleos y el paro de larga duración». Aunque el paro haya retrocedido durante algún tiempo, «las reformas necesarias del mercado laboral no han sido emprendidas en ninguno de esos tres países. La proporción de la población activa que tiene empleo es actualmente un 76% en el Reino Unido, frente a un 65% en Francia y Alemania, mientras que en Italia es solo el 50%».

En cuanto a la lucha contra la inseguridad ciudadana, Giddens pone como ejemplo la «intención declarada de Tony Blair de ser implacable con la delincuencia y las causas de la delincuencia, lo que fue un elemento importante en el ascenso del Nuevo Laborismo».

Lo mismo sirve para la inmigración. «De nada sirve contentarse con clamar que los países de la Unión Europea necesitan inmigrantes (aunque sea verdad). Hay que desarrollar políticas implacables en materia de inmigración, pero implacables también con las causas de la hostilidad contra los inmigrantes».

El análisis de Giddens es replicado por Philippe Marlière, profesor de ciencia política en la Universidad de Londres, en otro artículo en Le Monde (11 de mayo), crítico con las propuesta de la «tercera vía». Respecto a la idea de reducir la presión fiscal, Marlière apunta que hasta el propio gobierno de Blair está dando marcha atrás: «En la preparación de los presupuestos, el gobierno laborista ha decidido aumentar las tasas de imposición a fin de financiar la renovación de los servicios públicos, que desde hace veinte años están en un estado crónico de inversión insuficiente».

Marlière también pone en duda que el porvenir pertenezca a los partidos post-ideológicos, que se limiten a ser «buenos gestores». «Lejos de haber liquidado las divisiones clásicas, Tony Blair no ha hecho más que desplazar el centro de gravedad político hacia el centro-derecha. Tal postura ha desmoralizado al electorado tradicional de izquierda, que se refugia cada vez más en la abstención». Este «falso apoliticismo» fue aconsejado a Lionel Jospin para que «quitara de su discurso y de su programa el lastre de toda referencia al socialismo, con el éxito que se ha visto…».

En cuanto a la delincuencia, los resultados del gobierno de Blair no son apenas brillantes. «Las estadísticas europeas muestran que las tasas de criminalidad son más elevadas en Gran Bretaña que en Francia. También aquí, dos decenios de restricciones presupuestarias han hecho que una policía desbordada no llegue a yugular la criminalidad».

Para Marlière, el «comportamiento populista» del New Labour al afrontar la inseguridad y la inmigración revela a un gobierno que «pretende combatir a la extrema derecha utilizando sus mismas armas».

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