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Polígamos de hecho

publicado
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Contrapunto

Los intentos de aplicar el marco propio del derecho matrimonial a las uniones de hecho plantea, entre otros problemas, el de los límites de esta extensión. Si el derecho no debe inmiscuirse en las preferencias sexuales, si ningún modelo familiar puede pretender ser mejor que otro, ¿por qué limitar la protección del derecho a las uniones monogámicas?; ¿por qué no reconocer también la poligamia? En la nueva Sudáfrica no es una cuestión teórica, pues así lo ha recomendado el informe de una comisión nombrada por el gobierno para armonizar la nueva Constitución y las costumbres tradicionales.

Hasta ahora, sólo el matrimonio civil y el religioso tienen pleno reconocimiento legal. Los sudafricanos que se unían conforme a los ritos tradicionales, pero sin pasar por el juzgado o por la iglesia, eran considerados como personas que simplemente cohabitaban. Eran uniones tradicionales de hecho, ni reconocidas ni registradas, aunque no por falta de papeles ellos dejaran de considerarse casados.

La comisión propone que estas uniones sean plenamente reconocidas. Así, las mujeres casadas de esta forma tendrán los mismos derechos de propiedad y de herencia que las otras. El informe apoya también la práctica del «lobolo», el tradicional pago en dinero o ganado que el novio debe hacer a la familia de la novia.

Pero si el derecho ha de reconocer lo que en la realidad se da, no puede cerrar los ojos ante la poligamia, practicada principalmente en las zonas rurales. Por eso, si el gobierno sigue las recomendaciones de la comisión, la poligamia será formalmente aceptada. Y no sólo por rendirse ante los hechos. El presidente de la comisión declara que, desde su punto de vista, la unión polígama no tiene por qué ser para la mujer y los hijos un modelo familiar peor que el monógamo. ¿Por qué intentar conservar a ultranza el modelo de familia «tradicional»? Además, la poligamia ha sido bastante tradicional por esas tierras.

La propuesta de reconocimiento jurídico de la poligamia promete ser controvertida, especialmente por la oposición de las mujeres. De hecho, mujeres juristas están ayudando a campesinas a organizarse para luchar contra esta práctica.

El debate sobre la poligamia ha vuelto a relanzarse también en Senegal, donde el 90% de la población es musulmana. Allí la poligamia es lo que aquí llamaríamos una «obviedad». La ley senegalesa permite, conforme al Corán, que el marido pueda tener hasta cuatro mujeres. Pero en el momento del primer matrimonio, el futuro esposo debe hacer una opción irrevocable entre la monogamia o la poligamia, en presencia de su prometida.

Se contaba mucho con la presencia de la prometida para inclinar la balanza hacia la monogamia. Pero la realidad es obstinada. Aunque los futuros maridos se declaren «monógamos de espíritu», la mayoría prefiere dejar la puerta abierta a la posibilidad de casarse con otras mujeres. Y entre los que optan por la monogamia, no todos son capaces de mantener su palabra y acaban contrayendo otros matrimonios no oficiales.

El presidente senegalés, Abdou Diouf, declaraba el pasado mayo que su deseo era «hacer comprender a todos que la familia equilibrada se basa en la monogamia». A la vez manifestaba que hay que proceder poco a poco para abolir la poligamia porque «la sociedad no está preparada». Pero las mujeres más educadas no se conforman con que el derecho renuncie a su función pedagógica, y reclaman medidas voluntaristas. «No basta desear la monogamia en el Senegal», replica Fatou Sow, de la Asociación de Profesionales Africanas de la Comunicación. «Si se espera a que la sociedad esté preparada, la poligamia nunca será abolida». A su juicio, es el imperativo legal el que ayudará a hacer madurar a la sociedad.

En cualquier caso, la experiencia africana parece indicar que cuando el derecho matrimonial da pleno reconocimiento a las uniones de hecho, hay que acabar admitiendo todas las que de hecho se dan.

Ignacio Aréchaga

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